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Arte romano. Arquitectura de poder (2ª parte)
Remedios García Rodríguez
24/09/2007



La exigencia de exaltar el sentido del espacio, nacida en Roma, encuentra otra estupenda realización en la Basílica. Desde los tiempos republicanos al ocaso del Imperio, la basílica constituye, sin duda, una de las expresiones arquitectónicas más importantes. Constituían, según los casos, salas de reunión, bolsas de comercio y tribunales de justicia. El tipo es originario de la Grecia helenística. Constaba de planta rectangular y tres naves longitudinales. En un extremo se colocaba la tribuna para los magistrados. La pared de fondo tenía forma semicircular, de ábside. Generalmente la nave central estaba más levantada que las laterales, lo cual permitía la colocación de ventanas que iluminaban el interior de forma parecida a como ocurría en los templos egipcios.

Había dos tipos de basílica. Una respondía al tipo griego, con entrada por el lado corto y naves en sentido longitudinal, de la que según algunos se derivó la basílica cristiana, como la basílica de Pompeya, de la que han quedado numerosos restos.

Otra, el tipo oriental, presentaba la entrada por el lado mayor y un ábside en cada extremo, como la basílica Julia en Roma. Ambas pertenecientes al periodo republicano.

Fue a comienzos del siglo IV cuando se planificó la Basílica Majencio también llamada Basílica Nova, en el foro romano. Iniciada por Majencio y terminada por Constantino, su sucesor, la imponente nave central estaba cubierta con bóvedas de aristas, y se contrapesaban mediante bóvedas de cañón en las naves laterales. Un terremoto en 1349 derrumbó las maravillosas bóvedas. Sólo una de las ocho columnas, de veinte metros de altura, adosadas a las pilastras, quedó en pie hasta el año 1614, cuando el Papa Pablo V la trasladó, con sesenta caballos, a la plaza de Santa Maria la Mayor.

Basílica Majencio   Basílica Nova

La civilización romana, que está esencialmente relacionada con la ciudad y las exigencias de los ciudadanos, se desarrolla con realizaciones de máxima funcionalidad. Las ciudades construidas de nueva planta por los romanos se trazan con un plan geométrico Una vía dispuesta de Norte a Sur, el cardus, y otra perpendicular, de E. a W. el decumano, distribuyéndose el interior en más vías de secciones rectangulares. Algo tradicional en los establecimientos militares, de los que habían surgido muchas ciudades. Algunas fueron añadiendo a este planeamiento regular, un ensanchamiento al azar, quedando rodeadas de murallas de trazado irregular y originándose un espacio libre o pomoerium. En cualquier caso, el centro de la ciudad es el foro, la plaza griega, el ágora, que suministra el punto de partida para la formación y gran desarrollo de este, donde se agrupan los edificios públicos y religiosos. Los templos, las basílicas, la curia, el archivo, los hitos históricos y los monumentos conmemorativos, hicieron del foro romano un aglomerado incoherente de instituciones. Este espacio tiene para los romanos carácter sagrado. Cuando la ciudad es regular, el foro puede tener planta cuadrada, pero lo más frecuente es la forma rectangular. Y si la ciudad se ha ido formando paulatinamente, sin un plan preconcebido, el foro es semi-irregular.

   La ciudad romana en el tratado de Vitrubio, ilustración de 1536

En Roma durante el siglo II a.C. la construcción de las primeras basílicas sobretodo la Basílica Emilia, subrayó el carácter de centro de la vida política y administrativa del Foro Romano que cobró paulatinamente su fisonomía política definitiva.

La necesidad de ampliar el viejo centro político y administrativo de la ciudad y del Estado y brindarle un aspecto más imponente y más noble de origen, a fines de la edad republicana, dio origen a la creación de esos maravillosos conjuntos llamados Foros Imperiales.

El primero es el foro de César comenzado en el año 51 a. J. Se trataba de una plaza rectangular y cerrada a los pies de la Roca Capitolina, con ábside para las estatuas de culto y rodeado por columnas. Al fondo preside el templo de Venus Genitrix, divina progenitora de la estirpe de César y madre de Eneas, quien se había casado con Lavinia, hija del rey Latino, con la que tuvo un hijo, Julio, antecesor de los Julios. La ordenación regular del foro fijó un tipo para los subsiguientes edificados en Roma.

Su hijo Augusto edificó su foro formando ángulo recto con el suyo, inaugurado el año 2 a. de C. Al fondo, un nuevo templo, Marte Vengador construido en mármol de Carrara, rodeado también por ocho columnas en la fachada y otras tantas laterales en las exedras. Bajo los pórticos se colocaron estatuas de héroes y grandes generales de la república, anunciando una solución que luego adoptará el foro de Trajano.

Vespasiano, después de triunfar en la guerra contra los judíos, entre los años 71 y 75 , dispuso la construcción, a poca distancia del foro de Augusto, del Templo de la Paz, que podía considerarse como una continuación de los dos foros anteriores.

Posteriormente, Domiciniano utilizó el escaso espacio libre entre el Templo de Augusto y el Templo de la Paz, para construir el foro de Nerva, o Transitorium. Por su función de trámite, se formó un conjunto único y orgánico sin solución de continuidad.

Templo de Venus Genitrix   Templo Marte Vengador   

Foro de Nerva, o Transitorium

Al oeste del foro de Augusto, se realizó el foro de Trajano, el más completo, suntuoso y espectacular de todos, finalizándolo en el siglo II. En realidad, los anteriores se concibieron como grandiosos atrios de los templos con los que formaban unidad. Sin embargo, este no es un templo el que se articula con la plaza, sino una gran basílica, la Basílica Ulpía, cuyo eje se sitúa transversalmente respecto al eje general del conjunto. Se entraba por un arco de triunfo, y en el centro se alzaba la estatua ecuestre del Emperador. A los dos lados de la columnata, dos exedras inspiradas en el foro de Augusto, y al frente, la fachada lateral de la basílica, cuyos ábsides riman con las exedras. A sus espaldas, se alzaba la gran columna del Emperador, dos bibliotecas, griega y latina, y el templo con un nuevo patio porticado. El constructor de todo el conjunto fue Apolodoro de Damasco. Era casi de una grandiosidad oriental. Del Foro de Trajano proceden un sin número de fragmentos de sorprendente belleza diseminados por las iglesias y los museos de Roma.

Basílica Ulpía   Basílica Ulpía

En definitiva, desde las ciudades de Italia y Francia, colonizadas en primer lugar, hasta los más remotos territorios del Imperio en las costas del mar Negro y en los confines de Escocia, lo que permite distinguir inmediatamente y con seguridad como romana una instalación, es la presencia del Foro, al que se abren los servicios públicos y los templos, los cuales, pierden su propio valor autónomo para insertarse en un conjunto más amplio. La sociedad romana se hizo mucho más compleja que la que dio origen al arte griego.

Las termas eran centros importantes para la higiene y el asueto de los romanos. Refiere Plinio que, en la época de Augusto, Agripa ‘abrió ciento setenta baños gratuitos’ en Roma. Pero en el reinado de Vespasiano, este número había aumentado hasta el infinito.

Los conjuntos termales estatales llegaron a ser extensísimos, grandiosos y muy confortables, según interesaba a la propaganda imperial. El apoditherium era lugar para desnudarse. Con arreglo a la temperatura de los baños, existía el caldarium, el tepidarium y el frigidarium, los cuales respectivamente tenían agua caliente, templada y fría. Otra sala, laconicum, era para conversar. Pero las termas acabaron por ampliar sus instalaciones con salas de juegos, bibliotecas y otras dependencias, de forma que llegaron a ser grandes casinos provistos de baños. Más que ningún otro tipo de monumentos romanos, fueron las termas las que obligaron a construir grandes bóvedas. En las basílicas romanas se reunían solo parte mínima de la población. En cambio, en las termas eran para todo el mundo. Se reunían en ellas multitudes inmensas y había que hacer salas espaciosas, cubiertas con bóvedas gigantes.

Termas de Caracalla  Termas de Diocleciano

Muestras de ellas son las termas de Estabianas del siglo II a.C. resto termales más antiguos. De las de Agripa, primeras termas de Roma, no queda nada más que informes paredones detrás del Panteón. De las de Nerón sólo se conserva el recuerdo de su emplazamiento. Las de Tito están enterradas debajo de construcciones posteriores. Aun no se sabe exactamente la situación de las de Trajano. Las de Caracalla inauguradas en el 216, fueron comenzadas por Septimo Severo. Unicas que conservan algo de su estado primitivo. Todavía hoy las bóvedas de las termas de Caracallas, rotas y destrozadas, son un testimonio heroico de la capacidad de los arquitectos romanos para construir bóvedas colosales. De las de Diocleciano, las partes mejor conservadas, han sido incorporadas a la Iglesia renacentista de Santa Maria de los Angeles y al Museo Nacional Romano. En la calle puede observarse el resto de las termas. La columnata semicircular de la actual Plaza de la República era parte de la antigua exedra de las termas.

Los teatros derivan de los teatros griegos. Difiere, no obstante, porque el graderío o cavea, se dispone en forma semicircular y no de herradura. La entrada se efectúa por unas grandes puertas laterales o aditus. En la parte central había un espacio semicircular llano, la orchesta, para uso del coro. Frente al semicírculo se disponía primero el proescenium, en el que los actores esperaban su turno. Luego, ya sobre un zócalo, se colocaba la scena, cerrada por detrás y adornada con decoraciones. En esta se verificaba la representación. En algunos teatros había un lugar destinado a las autoridades o pulpitum, delante de la escena. El escaso papel que tiene el coro en la comedia latina explica la reducción de la orchesta. A veces, se disponían los teatros en el llano, en otras ocasiones, se aprovechaba un desnivel para levantar la cavea. El exterior de los teatros presentaba dos o más pisos de arquerías adornadas con diversos órdenes.

En estas construcciones de varios pisos, es donde los romanos emplean los órdenes clásicos con arreglo a su resistencia, es decir, de abajo a arriba se sucedía el toscano, el jónico, el corintio y el compuesto, disposición que quedó como canóniga para la posteridad

El teatro Pompeyo, primer teatro de piedra, no inaugura esta superposición, la encontramos ya en el Tabulario, de fachada plana y de dos pisos, construido por el Cónsul Lutacio Catulo en el año 86, en el Foro Romano. Todavía sus formidables muros forman el telón de fondo. Pero el teatro de Pompeyo, cuyos restos en el Campo de Marte han permitido su reconstrucción, es de tres pisos y con fachada circular. En ella vemos adoptado sin vacilaciones estos tres órdenes, algo que nunca los griegos se atrevieron a realizar. El genial arquitecto se lanzó a esta aventura logrando resultados técnicos admirables que encontraremos en otros teatros y anfiteatros romanos de Italia. Es, pues, una solución romana. Como lo es, así mismo, que la pared circular de fachada sostenga las gradas para los espectadores, permitiendo así edificar teatros dentro de las ciudades, sin necesidad de apoyarlas en una colina, como los griegos.

Importantes ruinas se conservan en Roma del Teatro Marcelo comenzado por Julio César y terminado por Augusto. En él se combinan los sistemas arquitrabados y abovedados, observándose la jerarquía de órdenes, con tres cuerpos, de 55 arcadas cada uno. En la actualidad se observa que la base corresponde a las ruinas del teatro, pero los dos pisos superiores fueron transformados para viviendas por la familia Samelli, que lo adquirió y le dio forma de palacio renacentista.

Plano de un teatro romano   Teatro Marcelo

La necesidad de cerrar todo el espacio para celebraciones de espectáculos dio lugar al anfiteatro, que presenta una escena circular y una cavea continua más o menos redonda. Las plazas de toros españolas vienen a representar una imitación de aquellos edificios romanos. La cavea se dividía como en los teatros, en tres anillos circulares y se llamaba inma, media, y summa cavea. El anfitestro es quizás el tipo de arquitectura civil más característico de los romanos. Destinado a las luchas de gladiadores y a la caza de fieras, en ellos se realizaban sangrientos espectáculos públicos, especialmente en la época paleocristiana. Unos y otros venían de todas las partes del mundo sometido a Roma, y era esto lo que le confería a aquellos espectáculos su sentido triunfalista, símbolo de la grandeza imperial. De ahí la casi identificación de Roma con el Coliseo o Anfiteatro Flavio. Surgió en el centro del valle situado entre los cerros Palatino, Celio y Esquilino. Comenzado en el siglo I por Vespasiano, fue inaugurado por Tito en el año 80 y restaurado por Septimio Severo.

El Coliseo o Anfiteatro Flavio   El Coliseo o Anfiteatro Flavio

Es una construcción exenta, apoyado en una serie de galerías concétricas abovedadas en las que descansa la cavea, que podía alojar a más de 50.000 espectadores. Subdividida en tres sectores sobrepuestos de graderías, rematados en lo alto por un pórtico, que comprendía un cuarto orden de gradas de madera para los espectadores de pie. Cada sector de la gradería se hallaba reservado a una particular categoría de ciudadanos, quienes, en cualquier caso, gozaban todos del derecho de entrada gratis. De sus gigantescas dimensiones podemos precisar algunas. Casi 50 metros de altura del anillo exterior, 188 metros de largo del eje mayor de la elipsis y 56 metros de largo del eje menor.

El exterior está dividido en cuatro plantas, tres de ellas con arcos y la superior adintelada con superposiciones de órdenes en las columnas que decoran los pilares, toscano, jónico, corintio y el último, un muro liso articulado por pilastras compuestas, que se añadió en la época de Tito. Todo el sistema va rematado por una gran cornisa de ménsulas en la que se fijaban los mástiles y desde los que se extendían el toldo que cubría el interior, protegiendo a los espectadores de las inclemencias del tiempo. Las arquerías del piso segundo y tercero cobijaban estatuas.

Toda la obra era de travertino, aunque también se utilizó el tufo y el hormigón para muros y bóvedas. El mármol se aplicó para revestir las gradas y decorar sus partes más importantes. En la planta baja tiene un pórtico monumental del que arrancan las escaleras que conducen a los pisos superiores. Una combinación muy hábil de estas escaleras, permitía la salida en pocos minutos de los cincuenta mil espectadores que podía albergar el edificio. El 7 de julio de 2007, entra a formar parte de las siete nuevas maravillas del mundo elegidas a través de una votación mundial por Internet y teléfono.

Los circos servían para celebrar carreras de carros y caballos. De planta alargada, con un extremo semicircular, tenían un muro central, spina, en cuyos extremos se situaban dos postes o metas en torno a los cuales debían girar los carros.

En Roma se encuentran el Circo Máximo que, según Plinio, tuvo en su origen capacidad para 250.000 espectadores. La última reconstrucción fue obra del emperador Trajano a principios del siglo II., ampliado por Caracalla y restaurado por Constantino.

Dibujo de alzado y planta del Circo Máximo   Circo Máximo en la actualidad

La gradería se hallaba dividida en tres secciones, en sentido horizontal. Estaban interrumpidas en el lado hacia el Palatino por el gran palco imperial, unido a los palacios que surgían sobre las laderas del cerro. Con el tiempo sufrió la expoliación y sus estructuras comenzaron a hundirse. Los dos obeliscos que yacían en el suelo, en el 1588, fueron colocados en la Plaza del Pueblo y en San Juan de Letrán, donde se encuentran actualmente.

La vivienda romana debe sus principales elementos a etruscos y griegos. De la casa etrusca tomó el atrium, aquel patinejo porticado y sostenido por cuatro postes. Se llamaba complubium, a la abertura del tejado inclinado hacia dentro. Por allí penetraba el aire y la luz. Las aguas de la lluvia se recogían en un estanque o impluvium. En la parte posterior ofrecía la casa romana un jardín, a imitación de la huerta etrusca, estando protegido el lugar por un pórtico en sus cuatro lados, derivación del peristilo griego, pero sin que estuviera pavimentado el espacio central como este. Al exterior las casas no presentaban casi huecos. En el interior, entre el conjunto de las habitaciones en torno al patio, alae, destacaba el tablinium, una especie de sala de recepción o sala rica, con las imágenes de los mayores, representativa de la idiosincrasia familiar, que se encontraba siempre centrada en el lado opuesto de la entrada. Era más amplia y alta que las demás y conectaba con el atrio a través del pórtico. Había un triclinio o comedor, cubículos para dormir y otras dependencias propias de una casa.

La vivienda romana, la domus   La vivienda romana, insulae

En la ciudad, la domus era una vivienda para las clases altas, exactamente como sucede hoy en día. Las casas de pisos, las insulae, era la solución para quien no tenían rango social elevado o una disponibilidad económica acorde con él.

Se conservan magnificas casas en Pompeya, como la imponente y lujosa Casa dei Vetii. En el Palatino de Roma está la Casa de Livia, morada del propio Augusto, que había permanecido en ella sin necesitar más. Se conservó después, por respeto, englobada en las grandes construcciones posteriores.

No es difícil imaginar en nuestro tiempo, la función que desempeñaban en Roma las villas urbanas para quienes tenían la suerte de poder evadirse circunstancialmente de una populosa ciudad. A veces meras residencias de placer y otras, a la vez, centros de explotación de propiedades agropecuarias del dueño. Estaban configuradas de un modo especial. A veces carecen de los elementos representativos de la casa romana por lo que no es verdaderamente típica de esta arquitectura doméstica. Un ejemplo tenemos en las villas en el agro de Pompeya, en Boscoreala.

De los Palacios imperiales hay pocos restos. El primer palacio imperial, propiamente dicho, fue construido por el sucesor de Augusto, Tiberio. Es la Domus Tiberiana, situada en el ángulo sudeste del Palatino, de la que quedan grandes restos de paredones con pasadizos y galerias decorados con estucos de tipo helenístico.

Nerón edificó la descomunal Domus Aurea. Su nombre obedece al lujo en la decoración. Sería la residencia imperial en el Esquilino. El Emperador había viajado por el Asia y había congeniado con los grandes de aquellas lejanas provincias, pero los arquitectos de la Domus Aurea debieron ser romanos. Posiblemente Celer y Severus que no parecen traducción de nombres griegos. Su concepción arquitectónica era muy parecida a la posterior villa Adriana de Tívoli. De esta espléndida mansión se conserva algunos relieves.

Domus Aurea   Domus Flavia

Domiciano volvió a fijar sus miras en la colina venerable, el Palatino, donde Roma había comenzado y expropió la mayor parte del mimo para construir la Domus Flavia, sin respetar los derechos de la gente. Allí se alojaron los emperadores sucesivos, añadiendo dependencias, pero sin alterar el núcleo central del Palacio de los Flavios. Ha sido excavada completamente y con las ruinas descarnadas se han construido las estancias, por lo menos en el papel. Era una mansión de tipo nuevo, no latino. Pero la trascendencia del palacio de Domiciano no fue tanto por los aspectos formales de su arquitectura, como por los tipológicos.

El palacio imperial fijó el carácter de los edificios que en adelante constituyeron los escenarios por excelencia de los actos de poder en Roma. Los espacios se agruparon en una zona oficial, y en otra privada, la que se conoce con el nombre de Domus Agustana. En la oficial, la Domus Flavia propiamente, destacaba la coenatio, para los banquetes ceremoniales, la basílica, en la que los césares resolvían causas judiciales, y el aula regia, un enorme espacio donde los emperadores se manifestabanen toda majestady con todo el aparato de la corte imperial en las ocasiones más solemnes.

Villa Adriana de Tívoli, de Apolodoro, situada en las afuera de Roma. Se acometió su construcción a partir del año 118. Es la más original empresa constructiva del emperador Adriano. En ella se evocan algunos de los más célebre lugares y monumentos arquitectónicos que dicho emperador había visitado durante sus viajes por las provincias del Imperio. A pesar de la fuerte expoliación sufrida en el siglo XVI, Villa Adriana, se yergue todavía como uno de los monumentos más fascinantes, que ha dejado huellas en obras de Borromini e incluso en la típica casa inglesa del XVIII.

Villa Adriana de Tívoli  Villa Adriana de Tívoli

Roma demostró una gran tendencia a recordar los grandes acontecimientos y a los grandes hombres, construyendo para ello monumentos conmemorativos, como la columna y el arco conmemorativos, sin ninguna otra función

Entre las columnas conmemorativas podemos citar la columna rostrata, erigida en honor del cónsul Duilius, del año 260 a.C.

La Columna de Trajano del siglo II, de cien pies de altura, en el foro de Trajano, a espalda de la basílica de Ulpia, en la plaza, situada entre las dos bibliotecas y el templo de Trajano. Se yergue majestuosa y soberana sobre un pedestal cúbico, donde según los textos antiguos fueron depositadas las urnas que guardaban las cenizas del Emperador y de su esposa, coronada con una estatua de bronce de Trajano, actualmente perdida. En el interior una escalera de caracol conduce hasta la cima, iluminada por saeteras. Obra de Apolodoro de Damasco, fue inaugurada en el año 113. De la basa arrancan en hélice los relieves que describen paso a paso las campañas del gran Emperador en la región del Danubio, ofreciendo interesante información sobre la arquitectura, el ejército y otros aspectos de la cultura de tales latitudes. Produce gran estupor contemplar con la minuciosidad con la que están descritos los sucesos de las guerras Dacias. Es una crónica de sus acciones. Su conservación es casi un milagro. De la grandiosidad de su estilo aprendieron los más grandes artistas romanos, como Rafael y Miguel Angel. Este último, viendo un cuadro de Tiziano, llegó a decir, no se sabe si con razón o sin ella, que los venecianos no llegarían nunca a la perfección, porque no tenían una columna trajana como la tenían ellos.

La Columna de Trajano del siglo II   La Columna de Trajano del siglo II

La columna de Marco Aurelio es copia de la de Trajano. Sus relieves narran los hechos guerreros del Emperador, entre los años 169 y 176, en recuerdo de sus guerras contra los germanos y los sármatas. Tiene exactamente la misma altura cien pies, pero es de diámetro algo mayor porque debía sostener en la cima la doble estatua de Marco Aurelio y su esposa Faustina. Parece más chata porque al conservarse en el lugar original, el Campo de Marte, y al haberse subido el nivel del suelo cuatro metros, parte de la columna queda enterrada debajo del pavimento. Con todo en 1589, el arquitecto de Sixto V, dominico Fontana, le puso una base para producir el efecto de que terminaba a ras de tierra y le colocó en lo alto una estatua de San Pablo, para que correspondiera a la de San Pedro puesta también entonces en la Columna Trajana.

De los monumentos conmemorativos, los arcos triunfales son los de mayor divulgación en Roma. Su empleo parece empezar en la época de Augusto. Se tienen noticias de un arco triunfal suyo, levantado en el campo de Marte, que ha desaparecido.

Parece ser de la época de Tiberio el gran Arco Triunfal de Orange en Provenza, decorado con relieves alusivos a las guerras con los galos. El magno monumento descuella aún con sus tres arcos en medio de la carretera, a la salida de la pequeña ciudad provenzal.

En Roma, el de Arco de Tito, frente al Coliseo, aunque sencillo, se erigió para recordar la toma de Jerusalén, en el año 70 y como testimonio de las campañas de Tito en Asia.

Arco Triunfal de Orange en Provenza   Arco de Tito, frente al Coliseo   Arco de Septimio Severo   Arco de Constantino

El bellisimo Arco Triunfal de Trajano en Benevento, situado donde comenzaba la vía que conduce a Brindisi, fue construido en el año114. Obra de Apolodoro para conmemorar el gobierno paternal del Emperador, que en la inscripción lleva el nombre de óptimo, que el Senado le había conferido. Nunca este título se había dado por los romanos nada más que a Júpiter. Trajano, que era alto, aparece algo mayor en los relieves, Pero al fin y al cabo, un hombre. No lleva corona, ni aun laurel. Sin embargo, tiene en el alma las virtudes romanas que son también las virtudes hispánicas y con ellas gobernó el mundo y consigue las escenas de paz que la columna refleja.

Los arcos de Septimio Severo y Constantino constituían también otros hitos en la vía sacra por la que se desarrollaban los tumultuosos desfiles de los soldados portando el botín y conduciendo a los prisioneros hasta llegar al templo de Júpiter en el que los sacrificios rituales culminaban la fausta ceremonia.

Algunos otros arcos se edificaron con más de un vano, generalmente con tres, destacando el central sobre los laterales, y otros, emplazados en el cruce de dos vías, se hicieron tetrafontes, es decir, ofreciendo un frente a cada una de las cuatro direcciones que confluían en el monumento.

Entre las obras de ingeniería se encuentran las calzadas, los puentes y los acueductos. Son monumentos de utilidad pública, siendo este tipo de construcciones donde los romanos han dado la muestra más clara de su poder y su sentido práctico, y a pesar de su funcionalidad no dejan de tener monumentalidad.

Las secciones de una calzada romana

Dibujo de una parte del puente romano de Mérida

La construcción de las calzadas fue objeto de especial cuidado como medio de facilitar las comunicaciones entre Roma y todo su Imperio. Se realizaron con una técnica perfecta y a la vez muy lujosa, ya que sobre las capas de hormigón se colocaba un enlosado de grandes piedras. Una de las primeras vías romanas, fue la Vía Apia, 312 a.C. y tuvo como finalidad estratégica unir a Roma con las costas del Sur. Desde el principio iba provisto de miliarios que indicaban la distancia entre mansión y mansión.

Los puentes son obras de gran cantería, fomentándose sobre todo la solidez y la sencillez con vistas a una permanencia que les preserva de los elementos y del paso del tiempo. En ellos los romanos usaron sabiamente la forma estructural del arco. El famoso Pont de Gard, sobre el Ródano, cercano a Nimes, siglo I, probablemente obra de Agripa, es muy admirado. Para salvar la altura del valle fueron necesarios tres órdenes de arcos retranqueados unos sobre otros y sobre los superiores existía un acueducto. La superposición de un acueducto sobre un puente revela el genio utilitario de los romanos, dando a sus obras de ingeniería una grandeza que produce efectos análogos a los de la pura emoción.

Pont de Gard, sobre el Ródano

Los acueductos forman parte de las construcciones hidráulicas que tienen su punto de arranque en el pantano. Roma con sus inmensas necesidades de agua por sus múltiples termas, puentes y jardines, tuvo que preparar abastecimiento de agua en gran cantidad, construyendo distintos acueductos. Eran obras a veces subterráneas o pegadas al terreno, pero cuando tenían que atravesar valles más o menos profundos, surgían los arcos que sostenían el canal, specus, por donde discurría las aguas. Los arcos de los acueductos romanos se suceden unos a otros con la misma abertura de diámetro, aunque tengan diferentes alturas. Es curioso que una construcción como la de los acueductos, regulada por accidentes del terreno, donde el arquitecto tiene tan poca libertad de inspiración, contenga a veces tanta belleza. Acaso nos impresionen por su significación histórica más que por su forma. Pero hay mucha belleza geométrica en la sucesión de los arcos de algunos acueductos romanos. A menudo los acueductos tienen dos y hasta tres pisos de arcos, y en la proporción de estos diferentes cuerpos es como se consigue infundir belleza a monumentos que en su origen eran de carácter puramente utilitarios.

El Acueducto del Acqua Appia era subterráneo, posteriormente se llamó Via Apia. El primer acueducto que transportaba agua sobre la superficie fue el Acueducto Aqua Marcia, construido por el pretor Quintus Marcius. El Acueducto Claudio también se llamaría Aqua Claudia. Los de Tarragona y Segovia se cuentan entre los acueductos de provincias mejor conservados. El primero, debe ser de la época de Augusto. El segundo, de la de Trajano.

Acueducto Claudio   Acueducto  de Tarragona   Acueducto de Segovia

La arquitectura romana ha tenido un gran tratadista, acaso contemporáneo de Augusto, es Vitrubio, quien escribió el primer libro de arquitectura que se conoce, De Arquitectura. Escrito probablemente en el siglo I a.C. fuente constante de inspiración para los arquitectos de todos los tiempos.


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Bibliografía

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- Wheeler, Mortimer.: El arte y la arquitectura de Roma, Barcelona, Ediciones Destino, 1995.



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DATOS DE LA AUTORA:

Remedios García Rodríguez, Profesora de Educación, Licenciada por la Universidad Complutense de Madrid (1968), Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca (1969), Master en Psicología por la UNED de Madrid (2000). Inspectora de Educación en las Autonomías de Euskadi y Andalucía desde 1980. Redactora de Homines.com.