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El cuerpo de Cristo muerto en la tumba, de Hans Holbein, el Joven
Eduardo T. Galnares Arias
09 /11/2007



El cuerpo de Cristo muerto en la tumba, de Hans Holbein, el Joven

AUTOR: Hans Holbein, el Joven (1497/98 – 1543)
TÍTULO: El cuerpo de Cristo muerto en la tumba
MEDIDAS: 30,5 X 200 cm
TÉCNICA: Óleo sobre tabla
FECHA: 1521
UBICACIÓN: Museo de Bellas Artes de Basilea.


Hans Holbein ‘El Joven’, fue el segundo hijo del pintor del mismo nombre Hans Holbein ‘El Viejo’. Nació en Augsburgo entre 1497 y 1498. Su ciudad natal era en aquella época un importantísimo núcleo intelectual y de negocios, además de encontrarse ubicada en la gran ruta comercial que unía la zona de Italia, por donde viajó el joven artista, fundamentalmente por la zona de Lombardía; y las ciudades de Flandes y los países nórdicos.

Su formación artística fue iniciada en su ciudad natal (probablemente junto a su padre), posteriormente se marchó de Augsburgo para ir a Basilea, estableciéndose definitivamente en dicho lugar en 1519. Basilea era una ciudad burguesa, pero al mismo tiempo era una ciudad religiosa floreciente, la cual se vio invadida entre 1521 y 1523 por el fanatismo iconoclasta de los protestantes. Allí empezó en el taller de un pintor llamado, Herbst, el cual era originario de Estrasburgo. De esta forma encontramos a un jovencísimo Holbein combinando el espíritu renacentista, y su educación germánica.

Si hay algo, además de por su técnica, por lo que Holbein debe destacarse es por su enorme capacidad de observación, la cual queda reflejada en la plasmación de la psicología a la hora de representar el alma en sus modelos. Hay que señalar, el gran desarrollo que poseía de la técnica pictórica, sobresaliendo en los juegos cromáticos bajo la acción lumínica, sin alterar o modificar apenas los tonos naturales.

En Basilea trabajó en el círculo de Erasmo de Rótterdam, y como bien nos dice Juan J. Luna, de haber continuado en la ciudad de Basilea, se hubiese convertido en un gran pintor religioso, como vemos en sus obras juveniles, destacando la que será motivo de nuestro análisis.

Entrando en mayor profundidad en la obra vemos como su frialdad, sequedad y crueldad, queda expuesta en el más trágico cuadro que quizás se haya pintado nunca, y tal vez en este motivo se halle su esencia, donde el pintor sabe conjugar una máxima crueldad, pero al mismo tiempo misterio y sutileza.

Antes de entrar en detalles analizaremos el marco en el que se inserta el cuadro; así vemos como aparece inscrito en la parte superior del marco: 'IESVS – NAZARENVS – REX – IVDAEORVM' esta última inscripción fue añadida posteriormente ya a finales del siglo XVI. El marco se encuentra rodeado por ángeles que portan los símbolos de la pasión.

Otro tema de gran interés es la fecha de la obra, en algunas ocasiones la encontramos fechada en 1521 y otras en 1522. Todo esto tiene una explicación: Esta obra no era originariamente tal como hoy la conocemos, ya que el nicho donde se encontraba el cadáver de Cristo era abovedado y un año más tarde el propio Holbein la reemplaza por la forma rectangular que actualmente conocemos. Así vemos como a los pies del cristo aparece la fecha de realización (1521) y que posteriormente quedó bajo la capa pictórica cuando el propio Holbein la cambió en 1522.
De esta manera nos encontramos a los pies del Cristo la fecha de realización: 'M · D · X X I' y la rúbrica del pintor (·H·H·).

Firma de Hans Holbein, el Joven detalle Autorretrato Hans Holbein, el Joven

El Cristo muerto en la tumba de Holbein, según José Pijoán nos revela como esta obra es la representación de un cadáver que se hace difícil identificar con Cristo, donde dice que posiblemente utilizase como modelo un ahogado encontrado en el río (esto hace alusión a una leyenda de un cuerpo encontrado en el río Rin en aquella época y que Holbein pudo haber visto y hubiese podido tomar como modelo), aunque otra de las hipótesis con respecto a esta obra, es que hubiese formado parte de la predela de un altar, en el cual estaría representada la crucifixión. Dentro de esa hipótesis de Pijoán, esta obra podría haber sido realizada para el altar encargado por Hans Oberried, el cual se fecha entre 1520 y 1521 y que realizó el propio Holbein. Nos dice además que Holbein pintó al Jesús que recogen los Evangelios de aquella manera tan desoladora, donde ni el propio Mathías Grünewald llegó a tan feroz naturalismo, donde a modo de conclusión, Pijoán no cree en la posibilidad de imaginar la resurrección para ese cadáver, y es este el punto que nos interesa; pero antes de entrar en mi forma de ver e interpretar esta obra daremos algunas pinceladas a modo de introducción.

El cuerpo de Cristo muerto en la tumba, en el Museo de Basilea

Hay que destacar que este tipo de representaciones de un Cristo tendido completamente a lo largo, ya había aparecido con anterioridad; así tenemos referencia en el Descendimiento de la Cruz de Pietro Lorenzetti, en Asís. Igualmente encontramos otra, aunque con diferente orientación en la iglesia de Blansingen cerca de Basilea, fechada en torno a 1450. Dentro de la escultura está el Cristo de la catedral de Friburgo y otro más en la catedral de Freising que data de 1430, donde se representa a Cristo yacente con una posición de cuerpo y proporciones similares al cuadro de Holbein, con excepción, del conocimiento anatómico que nos muestra un gran artista del Renacimiento como Holbein.

En primer lugar vemos un cadáver como elemento principal, el cual como ya dijimos, es de una absoluta crudeza. También observamos el lugar donde se halla el cuerpo que nos da como resultado un espacio lúgubre de reclusión y marginación, de tal forma vemos como Holbein renuncia a cualquier fantasía arquitectónica y donde advertimos los juegos de luz que inciden en la zona del tronco y piernas, quedando más oscuras la cara y los pies; donde cabe destacar la mano derecha en primer plano sobresaliendo de la losa. Así percibimos una clara disposición en eje horizontal que acentúa el dolor y aislamiento de la composición, en la cual distinguimos tres partes esenciales:

1.- Cabeza (doblegada hacia delante).
2.- Crispación de la mano con los estigmas.
3.- Posición de los pies

Una sensación interesante cuando contemplamos el cuadro, es que el espectador se siente como un voyeur que irrumpe en la escena, donde tras retirar la piedra de la sepultura hace participe de tan trágica escena al espectador conmoviéndole, y por qué no, como tal vez pudo pensar el autor originariamente; haciéndole reflexionar.

Detalle de El cuerpo de Cristo muerto en la tumba, de Hans Holbein  Detalle de El cuerpo de Cristo muerto en la tumba, de Hans Holbein

Una de las interpretaciones es la de presentar a Cristo en el conocimiento y la destreza de los pinceles de Holbein como una víctima o como sostiene Julia Kristeva: 'Es una representación de un hombre realmente muerto, del Cristo abandonado por el padre […] y sin promesa de la resurrección', donde se haría referencia al fin de la condición humana de Cristo, poniendo en tela de juicio su condición divina como triunfador sobre la muerte, donde haría pensar, que aquella persona que observase el cuadro pudiese incluso perder la fe, aunque por otra parte, no es una obra que invite ni que esté pensada para la oración.

Kristeva también nos manifiesta como otra posible interpretación, que era el rostro de un hombre al cual se acababa de bajar de la cruz; donde mantenía mucho de vida y de calor; donde la rigidez aún no se había apoderado de él, de modo que su rostro reflejaba aún el sufrimiento (en la posición de la cabeza junto con la boca entreabierta y los ojos abiertos), como si no hubiera dejado de sentirlo.

Por otra parte podemos interpretarlo desde otra perspectiva diferente, cuyo resultado o conclusión no llevaría a ser tan trágica, no en cuanto a la representación del cuerpo y la muerte como final allí representado, sino a la esperanza que pueda haber tras la muerte, donde podríamos hablar de una forma de arte persuasivo, que Holbein interpreta a la perfección dejándola plasmada en esta obra, contraponiendo duda frente a fe (quizás aquí esté el acercamiento a la figura de Erasmo de Rótterdam más que a la de Lutero). Sin embargo una connotación dentro de la obra y dentro de esta línea de interpretación, sería pensar que Jesucristo aparece como un Ser, el cual no tiene precio alguno y que se encuentra en una situación de igualdad ante la muerte y por tanto ante la humanidad.

Detalle de El cuerpo de Cristo muerto en la tumba, de Hans Holbein  Detalle de El cuerpo de Cristo muerto en la tumba, de Hans Holbein

Haciendo un breve inciso, creo que sería interesante decir que en la cultura occidental existió desde el Renacimiento un arte de la simulación. Así Leon Battista Alberti, en el texto originario de su tratado De Pictura (1435), otorga no sólo al cuerpo, sino a su lenguaje y a la representación de dicho lenguaje, en un lugar esencial en la retórica del relato pintado, donde nos dice: 'La historia conmoverá las almas de los espectadores cuando los hombres que allí estén pintados manifiesten muy visiblemente el movimiento de su alma […] y estos movimientos del alma son revelados por los movimientos del cuerpo', aunque como podemos vislumbrar sería en sentido inverso, lo que nos conmueve es precisamente la falta de movimiento.

Gran interés presenta plantearnos la idea de la muerte en el renacimiento, tamizada por el pensamiento y la técnica pictórica que Holbein nos indica como una idea del hombre sujeto a la muerte, pintado así como la esencia última de su realidad desacralizada que es el fundamento de la nueva dignidad.

Como ha dicho Julia Kristeva la originalidad de Holbein reside, en una visión de la muerte cristiana desprovista de patetismo e intimismo por su banalidad misma, y nos hace ver como los antepasados de esta originalidad deben buscarse en la tradición de la iconografía cristiana venida desde Bizancio. De tal manera las representaciones de Cristo muerto se difunden, hacia 1500, por Europa central bajo la influencia de la mística dominica cuyos más destacados representantes en la Alemania de los siglos XIII y XIV fueron: el maestro Eckart, Jean Tauler Tauler y sobre todo Henri de Berg.

En el ámbito tanto reformista como humanista se manifiesta una tendencia orientada a acentuar la confrontación del hombre con el sufrimiento y la muerte, prueba de verdad y desafío al mercantilismo superficial de la Iglesia oficial.

No es por tanto de extrañar que Holbein hubiese vivido en una revolución de sus creencias, conduciéndole a la reconstrucción a través de los medios del arte de una nueva visión de la humanidad.

Es trascendente subrayar el nacimiento de una nueva idea en Europa de la que Holbein sin duda conoció y que demostró en la praxis, se trata de una idea pictórica paradójica. La idea de que la verdad es severa, a veces triste, a menudo melancólica.

Un peculiaridad dentro de esta obra, y que creo de gran importancia es la mano derecha de Cristo, es una mano en tensión con fuerza que toca literalmente la sábana como indicando algo. La mano parece tener vida y es aquí donde está uno de los elementos fundamentales de la obra, aunque el mensaje esté en el estudio del cuadro en su totalidad y lo que plantea o pueda hacer discernir; es en dicho elemento, donde podemos ver la intencionalidad del autor por transmitir una serie de ideas.

Otro concepto de Kristeva que aplicamos a la obra de Holbein, es que el perdón es inherente a la Redención condensando a la vez muerte y resurrección, y se presenta como una de las instancias más interesantes e innovadoras de la lógica trinitaria. La clave de este nudo según Kristeva parece ser la identificación primaria: el don oblativo, oral y simbólico, entre el padre y el hijo.

Víctor I. Stoichita, nos habla del tema del 'dedo de Dios', donde tendría sentido como un acto metafórico ideado por el propio Holbein, pudiendo entenderse como algo basado en el Antiguo Testamento, simbolizando fundamentalmente la potencia divina y la capacidad de engendrar prodigios.

Al hilo de esta interpretación es de gran ayuda la frase de Jusepe Martínez:
La pintura engendra en el intelecto una agradable trampa y un engaño asombroso, haciéndonos creer que lo fingido es verdadero.

Utorretrato de Hans Holbein, 1542, Galleria de los Uffizi, Florencia Como hemos podido percibir, la obra presenta una ambigüedad tanto en su vertiente pictórica-representativa como en la interpretativa, pudiendo distinguir un doble código; uno realista (el hecho de la muerte representado en el cadáver o Cristo muerto) y un código pictórico, que estaría en el empleo de luces, sombras, espacio, etc. El cuadro posee una riqueza de lenguaje, que el propio Umberto Eco en su 'Obra abierta' llamaría idiolecto. Otra aportación interesante es adaptar la cultura (en este caso sería la nuestra y en una época concreta) a la visión pictórica originaria, siendo de vital importancia la interpretación, ya que los tiempos cambian y las sociedades evolucionan pudiendo cambiar el significado de la obra, aunque la interpretación abre nuevas puertas e incluso llega a configurar una nueva obra de arte. Esto nos demuestra como nuestra experiencia, en todos los sentidos, es una experiencia fragmentaria.

Como conclusión diré que en la observación de esta obra está la transmisión de un mensaje que hay que descifrar, y sólo el espectador en su ejercicio intelectual y reflexivo, podrá interpretar y apelar a la simbología presente en la obra, donde quizás el planteamiento presentado por Holbein, nos pueda llevar a soñar en un más allá invisible. Estamos desde el punto de vista pictórico ante la labor de recuperar la forma y el color de lo irrepresentable concebido como ocaso de los medios de representación en el umbral de su extinción en la muerte, y es aquí donde está la apuesta del pintor. Es la visión de lo invisible, tenemos ante nosotros la humanidad que Holbein ha creado; también está lleno de secretos, los cuales se perciben como verdaderos ante lo posible y, sin embargo, indescifrables. Atendamos a una imagen donde el sinsentido se hace significante, y la muerte se muestra evidente y viviente.



Bibliografía

- ECO, Umberto: Obra abierta. 2ª edición. Barcelona: Ariel, 1985.

- GLÜCK, Gustav: El Arte del Renacimiento fuera de Italia. Historia del Arte Labor. Vol X. Barcelona: editorial Labor, 1936.

- KRISTEVA, Julia: Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Vol. 1. Madrid: Taurus. 1990.

- LUNA FERNÁNDEZ, Juan José: “Holbein, retrato del alma” en Revista Descubrir el Arte, Agosto 2003, nº 54, pág. 16.

- MILICUA, José (dir); SUREDA, Joan: Historia Universal del Arte: Renacimiento (II) y Manierismo. Vol. VI. Barcelona: Editorial Planeta, 1988.

- PIJOÁN, José: Summa Artis: El arte del Renacimiento en el norte y el centro de Europa. Vol. XV. Madrid: Espasa – Calpe, 1998.

- STOICHITA, Víctor I.: El Ojo místico: pintura y visión religiosa en el Siglo de Oro español. Madrid: Alianza, 1996.

- SUREDA, Joan (dir); BATSCHMANN, Oskar: Summa Pictórica: El Manierismo y la expansión del Renacimiento. Tomo V. España: Editorial Planeta, 1999.

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Para saber más


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DATOS DEL AUTOR:

Eduardo T. Galnares Arias (Sevilla, 1980). Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla (2003). Estudios de doctorado del periodo docente finalizado, dentro del programa "Patrimonio artístico andaluz y su proyección iberoamericana" perteneciente al departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla (2004 - 2005).