El
amplio proceso que denominamos Renacimiento es el periodo histórico
y artístico que se desarrolla durante los siglos XV y XVI, conocido
sobre todo por el arte italiano de aquella época, el Quattrocento
y el Cinquecento.
Durante el periodo renacentista, se producen una serie cambios fundamentales
en la cultura y la sociedad que señalan el paso de la Edad Media
a la Edad Moderna, de la vieja cultura teocéntrica medieval a
un nuevo orden intelectual profano, centrado en el hombre y la naturaleza,
aunque siempre en un ámbito cultural netamente cristiano.
A lo largo de estos años, tiene lugar una profunda renovación
cultural en Europa en la que la Antigüedad es la referencia absoluta.
Pero esta referencia no lleva implícita una uniformidad en toda
Europa, los diferentes centros creadores desarrollan lenguajes particulares,
como ocurre en el caso español.
Antes de proseguir, situémonos cronológicamente. Si partimos
del origen, Italia, veremos que el Renacimiento comprende tres periodos:
-
Un primer Renacimiento
o Quattrocento, que se refiere al arte
creado en Italia a lo largo del siglo XV. Muy ligado a Florencia,
la Florencia de los Medicis, y al movimiento cultural del humanismo.
El Quattrocento no surge de la nada, es heredero directo del arte
italiano del siglo XIV (Trecento) una etapa de transición
en la que todavía en un contexto medieval, empiezan a desarrollarse
valores propios del arte renacentista.
-
El Renacimiento clásico
o Cinquecento, cuyas manifestaciones
esenciales tienen lugar durante las dos primeras décadas
del siglo XVI. Representa la madurez del sistema artístico
desarrollado durante el Quattrocento. El centro fundamental de
esta etapa es la Roma pontificia, que busca equipararse en términos
simbólicos a la antigua Roma imperial, aunque bajo el signo
del cristianismo.
-
Y por último,
el Manierismo, que va a perdurar hasta finales
del siglo XVI, en los que la distorsión formal, la sofisticación
de la imagen y el capricho son elementos habituales. Un ejemplo
de libertad y creatividad de gran pureza.
Como hemos dicho, en el proceso renacentista
Florencia será pionera y protagonista, ello se debe en gran parte
al humanismo. El humanismo es la base ideológica del Quattrocento,
proponiendo un ideal hacia el que se encaminan los creadores de las
diferentes tendencias y distintos centros.
La idea y el concepto de Renacimiento fueron acuñados por los
primeros humanistas. La noción de Renacimiento se formuló
como la idea de una resurrección, de un renacer derivado de la
periodización de la Historia de los historiadores humanistas.
Para estos la historia se dividía en dos grandes periodos totalmente
diferentes: la Antigüedad y el que sucede a la caída del
Imperio Romano. Se realizó entonces una valoración entusiasta
por el ideal y la belleza de las obras antiguas en contraposición
por el carácter bárbaro de las realizaciones medievales.
En relación con el arte se produjo una actitud análoga.
Para el arte y la arquitectura, la vuelta al primer plano de los modelos
de la Antigüedad (cultura clásica grecorromana), supone
la incorporación de un nuevo repertorio de temas iconográficos
y de nuevos recursos formales. La Antigüedad se convirtió
en el modelo y la norma para el arte del presente, fue un mito permanente
y una constante referencia cultural. Lo cual no quiere decir que llegase
a ser un modelo académico único y excluyente.
Los modelos de la Antigüedad sirvieron sobre todo como fundamento
y referencia para el nuevo lenguaje, a veces para imitarlo y otras muchas
para intentar superarlo. El estudio de la Antigüedad estimuló
también el estudio de la naturaleza, propiciando la investigación
de las leyes y normas de los nuevos principios compositivos, como en
el caso de las matemáticas y la geometría, se aplicarían
a las relaciones artísticas.
Lo que es indudable es que la aparición del nuevo arte revolucionó
las formas de comportamiento de los artistas y en al concepción
misma del arte. Las distintas artes experimentaron una radical transformación
partiendo de una serie de planteamientos comunes: perspectiva, proporción,
relación armónica de las partes y composición.
La perspectiva fue un descubrimiento revolucionario de este periodo,
que algunos atribuyen a Filippo Brunelleschi (1377-1446), con ella se
paso del espacio medieval simbólico al espacio renacentista,
mensurable y natural. A parte de una herramienta muy útil para
el artista y una lengua común para todas las disciplinas artísticas;
fue un elemento decisivo para el nuevo arte, porque permitía
dibujar y mostrar a todos en términos ‘reales’ el
resultado final de la obra artística, provocando el nacimiento
del ‘proyecto’, considerado la verdadera esencia de la obra
de arte. Con ello se había abierto un camino que ascendería
al artista del rango de artesano al de intelectual.
La pintura, en particular, viene a disponer durante el siglo XV y la
primera mitad del XVI, de toda una serie de técnicas nuevas y
de nuevos medios de expresión que potencian en mucho sus posibilidades
expresivas. En la segunda mitad del Quattrocento se importará
a Italia desde los Países Bajos la pintura al óleo. Una
técnica mucho más cómoda y eficaz que el temple
usado hasta entonces por los artistas italianos y dotada de una mayor
capacidad para representar la realidad. Casi al mismo tiempo se introdujo
el uso de la tela como soporte para las pinturas, en lugar de la tabla
de madera usada hasta ese momento, aumentando su durabilidad y facilidad
de transporte. La evolución del dibujo llevó a que el
cuadro definitivo fuera precedido por una amplia serie de esbozos preparatorios,
facilitados por la nueva técnica de la perspectiva, por el uso
de papel de mejor calidad, por la aparición de nuevos medios
gráficos (la sanguina y el pastel), que se utilizaba junto a
los antiguos (pincel, pluma, punta de plata, carboncillo). Los frescos
se hacen más fáciles de ejecutar gracias al uso de cartones
elaborados en el estudio, que luego se transportan sobre el muro mediante
la técnica del estarcido, en vez de tener que dibujar directamente
sobre el revoque fresco.
Al artista renacentista, como hemos dicho, le interesa estudiar la naturaleza
y la más noble e interesante criatura del universo es el hombre.
El hombre ocupa un papel preponderante. Para el renacimiento ‘es
la medida de todas las cosas’ esto es producto al antropocentrismo
de la cultura humanista, frente al teocentrismo del medievo, dicho de
otro modo frente al arte en función de Dios defienden un arte
a la medida del hombre.
En consecuencia, tanto en escultura como en pintura, se tiende a un
mayor naturalismo, buscando un aspecto más cercano a la realidad.
Por lo que las figuras humanas son vistas por el artista como cuerpos,
conjuntos de huesos y músculos, a los que se les va desprendiendo
de la carga simbólica que habían adquirido en épocas
anteriores. Al artista le interesa por curiosidad intelectual estudiar
la anatomía, saber como es el cuerpo humano, como funciona. Hay
que recordar los estudios anatómicos que hace Leonardo da Vinci,
en los que disecciona cadáveres minuciosamente.
Pero
por otra parte esa voluntad por conocer, esa curiosidad intelectual,
no implica que las pinturas y esculturas renacentistas sean obra realistas,
hay un componente idealista, que se manifestará con mayor o menor
fuerza dependiendo de la personalidad del creador. Esto se hace muy
evidente en la escultura renacentista donde las figuras humanas, son
bellas y perfectas creaciones y a la vez completos estudios anatómicos.
Ese componente de belleza ideal, supone un idealismo en las formas que
se aleja de la realidad cruda y menos perfecta de un cuerpo humano cualquiera.
Pensar en el cuerpo desnudo del joven David de Donatello o el yaciente
Cristo enmarcado en los ropajes de su madre en La Piedad de
Miguel Angel.
En el caso del artista su papel experimenta un cambio radical respecto
al que había desempeñado en la Edad Media. De la figura
del artesano, casi siempre anónimo, se pasa a la del artista
creador, cuya individualidad y personalidad tendrán una gran
valoración y estimación social. Sólo hay que pensar
en las grandes figuras que surgen en este periodo: Brunelleschi, Leon
Battista Alberti, Lorenzo Ghiberti, Donatello, Andrea Verrocchio, Masaccio,
Fra Angelico, Piero Della Francesca, Andrea Mantenga, Sandro Botticelli,
Leonardo da Vinci, Miguel Ángel Buonarroti o Rafael Sanzio, entre
tantos otros.
El artista es ahora responsable de su obra, se muestra orgulloso de
su creación y lo manifiesta públicamente, a veces firmándola
otras incorporando su retrato. Esta toma de consciencia les induce a
comenzar la batalla por la liberación de las artes plásticas,
y basan su lucha en el carácter científico de las artes.
La pintura y la escultura que durante la Edad Media eran fundamentalmente
técnicas al servicio de la teología y la producción
de imágenes devocionales, aspiran ahora al rango de artes liberales.
Defienden que son disciplinas intelectuales que requieren un gran soporte
teórico. Lo verdaderamente importante de la creación,
es el proceso mental e intelectual. Demuestran además que el
conocimiento de las matemáticas, la geometría, la óptica,
etc, eran necesarios para la realización de sus obras. Por lo
que el artista reclama ahora su equiparación social y cultural
a poetas y filósofos (Ut Pictura Poesis).
Al reconocérsele a las artes un valor intelectual surge también
la necesidad de reflexionar sobre su pasado y su evolución. Giorgio
Vasari (1510-1574), publica en 1550, Le Vite de’ più eccellenti
architetti, pittori, et scultori da Cimabue insino a’ tempi nostri
(Las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores
italianos desde Cimabue a nuestros tiempos). También es en el
renacimiento cuando se produce la primera formulación explícita
de una teoría del arte. El arquitecto y humanista Leon Battista
Alberti (1404-1472), publica cien años antes tres tratados (Della
Pintura, 1435; De Statua, 1464, y De Re Aedificatoria, 1450).
El
arte del renacimiento se halla íntimamente ligado a los diferentes
cambios de relación entre artista y cliente, al valor conferido
a la obra de arte y a las nuevas funciones que desempeña. Durante
el renacimiento surge un nuevo tipo de mecenas, que vuelca su personalidad
en los programas artísticos que promueve, se sirve del arte para
sus propios fines ya sean políticos, económicos o de prestigio
personal. La promoción de empresas artísticas revertía
en un aumento del prestigio personal del mecenas y a la vez acrecentaba
su poder político y social. Sólo hay que recordar la familia
Medicis, Montefeltro de Urbino, los Sforza en Milán o los papas
romanos, como Julio II que a principios del siglo XVI utiliza un nuevo
lenguaje clásico como estilo oficial de la iglesia y del poder
papal.
Los amplios y costosos programas artísticos que se llevaron a
cabo fueron objeto de polémica para los hombres de la época.
Para ciertos sectores de la sociedad, su realización era un despilfarro
y un gasto superfluo. Sin embargo, en el contexto artístico,
social y cultural de la época, estos programas fueron una actividad
inexorablemente unida a la imagen pública y de prestigio del
promotor. Leon Battista Alberti decía que, si bien las empresas
artísticas no deben caer en el derroche y en dispendio, deben
estar acordes con la dignidad y el prestigio de la familia.
Si en el Quattrocento Italia
recorrió en solitario la trayectoria creativa formulando un nuevo
lenguaje, en el Cinquecento las formas del Renacimiento se extendieron
al resto de los países europeos. Pero debe quedar claro que la
nueva cultura artística surgida en Florencia, no siguió
un proceso en el que el centro crea y otros imitan. Lo que produjo fue
un renacer cultural plural formado por un amplio abanico de tendencias.
En algunos casos incluso el nuevo lenguaje convive o se mezcla con sistemas
artísticos medievales, es el caso de España con el plateresco,
o del estilo manuelino en Portugal.
Para finalizar, aunque ya han aparecido algunos nombres de importancia,
citemos a los artistas italianos más destacados de este periodo:
Pintores: Masacio (1401-1428), Fra Angelico (h. 1387-1455), Domenico
Veneziano (h. 1395-1461), Paolo Uccello (1397-1475), Filippo Lippi (h.
1406-1469), Piero Della Francesca (1420-1492), Andrea Mantenga (1431-1506),
Antonello da Messina (1430-1479), Giovanni Bellini (h. 1435-1516), Vittore
Carpaccio (1465-1526), Bernardo Pinturicchio (1454-1513), Domenico Ghirlandaio
(1449-1494), Sandro Botticelli (1445-1510), Luca Signorelli (1450-1523),
Pietro Perugino (h. 1447-1523), Leonardo da Vinci (1452-1519), Miguel
Ángel Buonarroti (1475-1564), Rafael Sanzio (1483-1520), Giorgione
(h. 1475/80-1510), Tiziano (h. 1490-1576), Correggio (h. 1493-1534),
Andrea del Sarto (1486-1530), Jacopo Pontormo (1494-1557), Agnolo Bronzino
(1503-1572), Parmigianino (1503-1540), Tintoretto (1518-1594), Paolo
Veronés (1528-1588) Giuseppe Arcimboldo (1527-1593).
Escultores: Donatello (1386-1466), Jacopo della Quercia (h. 1374-1438),
Benedetto da Maiano (1442-1497), Andrea del Verrocchio (1435-1525),
Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), León Leoni (1509-1590),
Benvenuto Cellini (1500-1571), Giovanni Bologna (1529-1608).
Arquitectos: Filippo Brunelleschi (1377-1446), Michelozzo Michelozzi
(1396-1472), Leon Battista Alberti (1404-1472), Luciano Laurana (1420-1479),
Giuliano da Sangallo (1445-1516), Donato Bramante (1444-1514), Antonio
da Sangallo el Mozo (1485-1546), Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564),
Jacopo Barozzi da Vignola (1507-1573), Pirro Liborio (h. 1507-1583),
Andrea Palladio (1508-1580), Giacomo Della Porta (h. 1533-1602), Giulio
Romano (h. 1499-1546).
Fuera de Italia, y obviando el capitulo de España que será
tratado en un artículo monográfico, el renacimiento contó
con nombre destacadísimos, que merecen aunque sea una breve mención.
De entro todos ellos habría que destacar principalmente a Alberto
Durero (Albrecht Dürer) (1471-1528), el artista más famoso
del renacimiento alemán. Junto a él deben ser citados
por su destacado trabajo, aunque posean un mayor componente medieval,
los pintores flamencos Hans Holbein (1465-1524), Pieter Brueghel (h.
1525-1569), Joachim Patinir (h. 1480-1524), y el pintor y grabador germano
Lucas Cranach (1472-1553).
Bibliografía
- AAVV: La Edad Moderna,
Historia del Arte vol. 3, Alianza Editorial, Madrid, 1997.
- ARGAN, G. C.: Renacimiento y Barroco, Ediciones Akal, Madrid,
1987.
- CONTI, F.: Como reconocer el arte del Renacimiento, Endusa,
Barcelona, 1994.
- FAERNA GARCÍA-BERMEJO, J.M., y GÓMEZ CEDILLO, A.: Conceptos
fundamentales de Arte, Alianza Editorial, Madrid, 2000.
- MADRUGA REAL, A.: Historia del Arte del Renacimiento, Las
Claves del Arte, Planeta, Barcelona, 1994.
- NIETO ALCAIDE, V.: El Arte del Renacimiento, Conocer el Arte
nº 6, Historia 16, Madrid, 1996
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