JAPONISMO - El arte japonés y su influencia
en Europa, del Impresionismo al Art Nouveauy el Ukiyo-e: Una estética
y una concepción de la vida
3. Las primeras colecciones
Pero hasta llegar aquí, el conocimiento del arte oriental ha
tenido que recorrer un largo camino. Las primeras noticias de oriente
y de su manufactura artística (concretamente la seda [Nota
1] ) llegaron a través de las expediciones
romanas y de los historiadores griegos Ptolomeo y Herodoto. Desde entonces,
la imaginería relacionada con esta región comenzará
a cambiar gracias, principalmente, al desarrollo de la cartografía
tanto cristiana como islámica; pero es sobre todo a lo largo
de las constantes expediciones comerciales árabes emprendidas
por las rutas de la seda, que las noticias sobre otras mercancías
no solo vinculadas a las especies sino también a la artesanía,
llegan al continente europeo. También el acostumbrado intercambio
de regalos entre las representaciones oficiales de los distintos reinos
facilitará el mutuo descubrimiento Europa-Asia.
Durante
los siglos XV-XVI las fuentes más importantes serán las
españolas y portuguesas en su esfuerzo por la hegemonía
marítima de la ruta hacia la India. Los informes de expedicionarios
militares religiosos y las crónicas de las órdenes de
los jesuitas y dominicos entre otros, hasta el siglo XVIII, seguidas
por las distintas compañías que rivalizarán en
el comercio de las Indias.El interés se centrará en primer
lugar sobre China (recreada ya en el siglo XIII por la obra Il Milione
[Nota
2] de Marco Polo) y las recién
nacidas disciplinas de la arqueología o la historia del arte,
volcarán parte de sus esfuerzos en el estudio del arte asiático,
pero con una visión exclusivamente eurocentrista como paradigma,
hasta el punto de intentar probar el origen occidental de las culturas
asiáticas.
Como
consecuencia, surgirá una corriente llamada Chinoiserie
comprendiendo: la moda por el gusto a los pequeños objetos traídos
de Asia y cuyo exotismo, aunque atrayente, no dejará de ser considerado
como mera decoración, y una corriente artística que intentará
imitar su estilo. Tras la Guerra del Opio (1839-1842) y los movimientos
revolucionarios en contra del emperador chino, Japón pasa a ser
protagonista.
Japón, con el fin del periodo ‘feudal’ Tokugaway
el inicio de la era Meiji bajo la presión de la marina
norteamericana (1854) [Nota
3], dará por terminado su aislamiento
(hasta entonces había evitado el contacto con el exterior a excepción
de algunos tratos comerciales con la Compañía Holandesa).
El encuentro con una Europa ilustrada
(que rompería o al menos cuestionaría la visión
y lenguaje míticos) representará el final del mundo centralizado
y aislado orgulloso de sus tradiciones, por la fuerza [Nota
4]; pero también será el
inicio de una nueva inquietud por parte de algunos intelectuales asiáticos
mezcla de rechazo y admiración.
Con el conocimiento de Japón
y la llegada de algunas pequeñas obras como cerámicas,
abanicos, estampas, etc., importadas por marchantes de arte o académicos
para sus colecciones privadas y los relatos de escritores como Rudyard
Kipling o pintores como John La Farge [Nota
5], nacerá el Japonismo. Personajes como Morse, Fenollosa
o Bing, contribuirán a la divulgación seria no exenta
de sensibilidad artística, de los principios estéticos
y filosóficos del arte asiático gracias a conferencias
y a sus colecciones, algunas de las cuales pasarán a formar parte
de museos como los de Guimet o Cernuschi en Paris.
No vivimos más que para
el instante en que admiramos el esplendor del claro de luna, de
la nieve, de las flores de los cerezos y las hojas coloreadas del
roble. Gozamos del día, embriagados por el vino, sin dejarnos
desilusionar por la miseria que nos mira fijamente. En deriva como
una calabaza llevada por la corriente del rio, no nos dejamos desanimar
un solo momento. Eso es lo que llamamos el mundo flotante y efímero.
[Asai
Ryoi, Historia del mundo efímero de los placeres, Kyoto
1661]
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