Palacio de la aduana. Palacio
de los Condes de Villalcazar. Abadía de las Monjas Recoletas
Bernardas del Cister. Casa del escultor Pedro de Mena. Palacio de Zea
Salvatierra. Catedral de la Encarnación. Hospital de Santo Tomás.
Palacio del Obispo.
Comenzamos nuestro paseo por el centro de Málaga contemplando
el Palacio de la Aduana situado en la plaza
de este mismo nombre. El edificio de gran corrección académica,
fue construido para sustituir la antigua Aduana de Puerta del Mar, que
era insuficiente por el crecimiento del comercio tan próspero
en la ciudad, en el siglo XVIII. El 16 de agosto de 1787, el Rey Carlos
III aprueba los planos trazados por el arquitecto Manuel Martín
Rodríguez, entonces Director de Arquitectura de la Academia de
San Fernando de Madrid y sobrino del gran arquitecto Ventura Rodríguez.
En 1791 se inicia la construcción del edificio con el capital
suministrado por la venta de 31.000 varas de terreno pertenecientes
a la ciudad. Al colocar la primera piedra en los cimientos, se puso
una caja de plomo dentro de la cual se depositaron cuatro monedas que
para estos efectos remitió el señor Conde de Lerena, a
sazón Ministro de Hacienda. Esta caja se puso en el centro de
un sillar de piedra, sobre el que estriban las pilastras que van formando
el primer ángulo de la izquierda, en el patio principal, entrando
por la puerta de la calle Cister. Las obras no finalizarán hasta
1829 por el Arquitecto Don Pedro Nolasco de Ventura. A pesar de lo avanzado
de la centuria, su estilo no puede encuadrarse en el neoclasicismo ortodoxo,
sino que esta gran mole palacial, que sigue los esquemas de los palacios
renacentistas barroco, debe calificarse como barroco-clasicista, aunque
es la obra que más se acerca al gusto neoclásico en nuestra
ciudad, en donde originó un fuerte impacto.
El edificio es un basto cuadrado,
integrado por cuatro crujías alrededor de un hermoso patio central.
En el exterior presenta bajo de cantería almohadillada con varios
resaltos sencillos, en el que se labra la puerta de entrada y ventanas
coronadas con frontones en alternancia rítmica. La imposta y
cadenas de piedra blanca, articulan las dos plantas superiores, de muro
de ladrillo, en las que se distribuyen simétricamente los huecos
de las ventanas. Rematando la ventana central aparece en una pesada
y gran lápida con letras de oro esculpido, el nombre de ‘Aduana
Nacional. Año 1842’.
La fachada occidental, orientada al
parque, es la más solemne, con balcón de balaustrada que
recorre los tres huecos del piso principal, colocado en 1862, cuando
la reina Isabel II, visitó Málaga, alojándose en
este palacio.
En el interior, entrando por la puerta principal, que da a la calle
Cister, nos encontramos un zaguán formado por tres naves sostenidas
por cuatro robustos pilares de cantería sobre los que apoyan
doce arcos que forman bóvedas baídas. De los laterales
del zaguán parten escaleras con peldaños de mármol
que dan acceso al piso principal. En el centro del gran cuadrado se
ubica el patio principal, rodeado de un claustro compuesto de veinte
arcos de medio punto sobre pilares, cubriendo el claustro bóvedas
baídas de ladrillo que resaltan sobre la piedra. El segundo piso
que está formado por galerías cubiertas con igual número
de arcos que el piso bajo, se retranquea, dejando una terraza limitada
por balaustrada a la que coronan bustos que le aportan una mayor prestancia.
Este inmueble ha pasado por diferentes
usos. Albergó las instalaciones de la Fábrica de Tabaco,
centralizó las dependencias de la Hacienda Pública así
como de la Diputación Provincial y Gobierno Civil y la Subdelegación
del Gobierno. En la actualidad acaba de ser cedido en su totalidad por
el Ministerio de Gobernación para ubicar el Museo de Bellas Artes
y Museo Arqueológico, es decir, Museo de Málaga, cuyo
proyecto está en vías de desarrollo.
Dirigiendo nuestra mirada hacia la
izquierda, nos encontramos la actual calle Cortina del Muelle, que en
origen estuvo ocupada por la muralla hasta su desaparición, aunque
también existía por entonces un lugar de paseo cercano.
Justamente desde el Palacio de la Aduana y frente a él contemplamos
el Palacio del Conde de Villalcázar.
Es un edificio del siglo XVIII que ocupa una extensa manzana, recuperada
para la actual sede de la Cámara de Comercio. Se trata en realidad
del primer legado del Conde de Buenavista, Don Francisco Guerrero, el
cual tenía su residencia aquí, en la placeta de la Alcazaba,
cuando residía en Málaga. Su hijo D. Antonio Tomás
Guerrero, aumentó la propiedad familiar construyendo otra casa
junto a la anterior en 1725, que es la que constituye este palacio que
heredó posteriormente el Conde de Villalcázar de Sirga.
Está descrito en el Catastro de Ensenada como uno de los principales
de Málaga, con sus cuadras, almacenes, oratorio con sacristía,
torre y muy diferentes dependencias.
Conserva un pequeño patio cuadrado
sobre columnas toscanas de mármol y una interesante escalera,
situada en un ángulo de este. Una amplia fachada adaptada a la
forma curva de la calle, muestra tres plantas más un sótano.
Uno de los elementos más representativo de esta casa lo forma
un amplio balcón corrido de amplia longitud en el primer piso,
que apoya sobre tornapuntas retorcidas. Se desconoce el arquitecto aunque
se relaciona con Felipe de Unzurrunzaga como arquitecto principal y
José Martín Aldehuela al frente de diferentes reformas.
La fachada estaba cubierta con interesantes pinturas geométricas
que no se ha recuperado en las últimas intervenciones. No obstante,
en la estrecha calle de Don Juan de Málaga, se conservan algunas
decoraciones que poseía.
Regresando a la plaza de la Aduana,
tomamos la calle Cister y nos detenemos en la Abadia de
las Monjas Recoletas Bernardas del Cister, que fundaron
en 1604 el convento de Jesús Maria, junto a la Parroquia de San
Juan, y posteriormente se instalaron en esta zona, en 1617. Su Iglesia
fue inaugurada en 1680 y fue construida por el alarife Miguel de Perea,
siendo la portada de Miguel Meléndez. En 1702, el arquitecto
y entallador Felipe de Unzurrunzaga contrató el Retablo Mayor.
En 1990, debido al estado de ruina se construyó el actual convento,
obra de César Olano. Se compone de una pequeña nave de
dos tramos, cubierta con bóveda de medio cañón
y capilla mayor de planta semicircular rematada en cuartos de esfera.
En los pies se eleva el coro y en el presbiterio una airosa tribuna.
El exterior se resuelve con un arco
de medio punto ceñido por dos pilastras toscanas cajeadas. El
resto de la fachada adquiere un marcado estilo ascensional, empleándose
tres arcadas de medio punto. Sobre la portada y en eje con el vano central,
preside una escultura de terracota de Santa Ana. La fachada conventual
se cierra con una espadaña de un vano.
La abadía alberga el Museo de Arte Sacro de la Iglesia.
En la calle Pedro de Toledo podemos
identificar una parte del paseo de la antigua Judería,
que Francisco Bejarano, escritor y poeta español, considera probable
que se ubicara entre esta calle y calle Santiago, durante la dominación
musulmana. Esta zona ha sido muy modificada, perdiendo el encanto de
este espacio recoleto de casas de sencilla volumetría.
En la otra acera, en la calle Afligidos,
nos encontramos otro adarve, resuelto a modo de plaza, en donde tuvo
su Casa-Taller el escultor Pedro de Mena,
durante su estancia en Málaga, desde 1679 hasta su muerte en
1689. Se trata del inmueble nº 5 muy transformado y en la actualidad
en proceso de restauración y proyecto museológico. El
interés histórico artístico de este edificio de
autor desconocido, radica por ser uno de los escasos ejemplos de casa-
patio conservados en esta zona.
Retomando la calle Cister llegamos
al Palacio de Zea-Salvatierra, obra de finales
del siglo XVII. Fue mandado a construir por Doña Maria Salvatierra
y se relaciona con el arquitecto Felipe de Unzurrunzaga (1654-1750).
Las diferentes vicisitudes históricas llevaron a este Palacio
a ser la sede del Ayuntamiento durante el reinado de Isabel II. Posteriormente
sirvió como Casa Correos. En la actualidad pertenece a particulares.
Ostenta una portada representativa de mármol, con dintel adovelado,
flanqueando el balcón superior, los magníficos escudos
de la familia. Su interior fue remodelado en el siglo XIX y en la actualidad
está bastante restaurado.
Nos encontramos ahora frente a la Catedral.
Y es que buena parte de la acera de la izquierda de la calle Cister,
está ocupada por la Catedral de la Encarnación, cuyo acceso
se puede realizar por la Puerta de las Cadenas, llamada también
de los Naranjos, o por la puerta principal, en calle Molina Larios.
Antes de describir y contemplar la
catedral, conviene que nos detengamos a la derecha del Patio de los
Naranjos, ante la portada de la Iglesia del Sagrario.
Esta Iglesia ocupa parte del patio de la antigua mezquita. Es una Iglesia
cuadrada de planta cajón, cabecera plana, cubierta con bóveda
de medio cañón con fajones y lunetos.
En el exterior hay que destacar la
portada de piedra caliza del siglo XVI. Aparece enmarcada por dos esbeltos
pináculos que muestran una composición en dos pisos. Denominada
también Puerta del Perdón, está repleta de elementos
góticos, renacentistas y mudéjares. El primero lo forma
el arco abocinado que da acceso a la iglesia, hoy cerrado para garantizar
su estado de conservación, desarrollándose en las arquivoltas,
figuras de los apóstoles con elementos vegetales y en las jambas,
la Anunciación entre los Evangelistas. El cuerpo lo preside el
Todopoderoso, acompañado por los escudos de la familia Riario
y los Padres de la Iglesia. El ático cobija a las figuras orantes.
En la parte superior, en un alto friso, se representaron en relieve
al Cardenal don Pedro de Mendoza y al confesor de la Reina, Fray Bernardo
de Talavera, ofreciendo a la Virgen la mezquita por ellos consagradas
en 1487, recién conquistada la ciudad. Los elementos piramidales,
con bolas, pertenecen a este periodo.
Todo el inmueble aparece decorado en sus muros con pinturas murales
fingiendo hiladas y verdugadas de ladrillos que delimitan recuadros
de mampostería con dibujos geométricos a base de octógonos,
rosetas, crucetas, relojes, anagramas de Cristo y la Virgen, resueltos
con una amplia tonalidad cromática. Es una de las piezas decorativas
más interesante del barroco malagueño.
En el interior, destaca el magnifico retablo del altar mayor, procedente
de la Iglesia de S. Pedro de Becerril de Campos (Palencia) instalado
aquí en 1944. De estilo plateresco, con amplia variedad de balaustres
y grutescos, pertenece al círculo de Juan de Balmaceda, escultor
castellano cuyo estilo está próximo al de Alonso Berruguete,
fechado en 1565.
La Catedral de Nuestra
Sra. de la Encarnación es uno de los monumentos
que más impacta al ciudadano y al turista, no solo por ser una
obra colosal e inacabada, sino porque permite contemplar la herencia
islámica conservada en el patio, los planteamientos titubeantes
del gótico, la fisonomía interna de traza renacentista,
y el barroco escénico ejemplificado en su fachada, dándonos
así muestra de la diversidad constructiva-ornamental de esta
obra. La falta de la torre sur le ha merecido el nombre popular de ‘La
Manquita’.
Tras la conquista de Málaga
en agosto de 1478, los Reyes Católicos consagraron la mezquita
mayor de la ciudad como agradecimiento por la victoria. Después
un periodo transitorio la Aljama mayor sirvió como templo cristiano.
Fue consagrado a Santa María de la Encarnación, eligiendo
el cabildo como armas, el simbólico jarro de azucenas. Pero la
mezquita adaptada, no respondía a lo que el obispo y el cabildo
aspiraban para su iglesia principal y en 1528 empezaron las obras del
templo en lugar inmediato a donde se alzaba la mezquita. La catedral,
el nuevo templo, fue erigida con arreglo a unos curiosos planos que
muchos han atribuido al arquitecto Juan Bautista de Toledo, otros al
célebre Diego de Siloé o al maestro Enrique Ega. Se comenzó
la obra el año 1528. El deán Don Fernando Ortega contrató
al arquitecto Pedro López. Su trabajo consistió en la
cimentación de la girola, el comienzo de la construcción
de los pilares absidiales y los muros de cerramiento de las capillas.
Tras la muerte de López, 1539, al concurso convocado por el cabildo
para cubrir la plaza de arquitecto, se presentaron Diego de Vergara
y Andrés de Vandelvira. Vergara, que había venido desde
Salamanca y que fue elegido maestro mayor. La maqueta 'de piedra' que
se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Málaga,
se atribuye a él. Tras la muerte de Vergara, le sucedió
su hijo, cuyo trabajo se centró en cerrar los extremos del crucero,
construir las gradas del altar mayor y puertas laterales. Una vez finalizada
la capilla mayor en 1580, el 3 de agosto de 1588, el Obispo Luis García
de Haro (1587-1598) ordenó aislar la cabecera (altar mayor) cerrándola
con un tabique de mampostería y así se mantuvo durante
140 años, desarrollándose el culto en la zona concluida.
En el siglo XVII las obras fueron
escasas, hubo un paréntesis setecentista en la obra de la Catedral.
La tentativa más importante correspondió al obispo Fray
Alonso de Santo Tomás, que desde que ocupó esta sede en
1664, se aplicó a ello con energía, solicitando las correspondientes
licencias para gravar a la Mitra y Mesa Capitular y constituir un fondo
de financiación. La autorización real fue inmediata, pero
la bula papal expedida en 1666, llegó a Málaga en 1692,
dos meses después de la muerte del obispo. No obstante, seguro
de conseguirla, había preparado nuevos planos, sobre los que
trabajó el Maestro Ayala en 1719, ya que los antiguos estaban
perdidos. Sus inmediatos sucesores no recogieron esta empresa.
El gran siglo de la arquitectura Malagueña fue el siglo XVIII,
potenciado por el impulso económico que situó a Málaga
como ciudad comercial. Fortalecida su base económica, las autoridades
eclesiásticas emprendieron una activa política de construcción
y de reparación de Iglesias que culminaría en 1719 con
la continuación de la catedral, cuyas obras motivaron la presencia
de maestros de otras regiones que contribuyeron a romper el relativo
aislamiento que en lo artístico se mantenía desde épocas
anteriores.
En esa fecha, en momento de sede vacante,
el cabildo decidió la continuación de la Catedral. Esta
decisión trajo consigo el problema de la subvención financiera
de extraordinaria significación en obra de tal magnitud. Este
proceso ha sido estudiado por Pérez del Campo, en el que destaca
la importancia de un arbitrio real que gravando el sector del comercio
exterior, haría recaer el peso económico de la Catedral
sobre la ciudad, siendo, en gran medida, el determinante de la crisis
constructiva de las obras, aunque la mala administración ejercida
también incidiría fuertemente en la crisis de la obra.
El arquitecto elegido para dirigir la obra, según obra consultada,
fue José de Bada, maestro de la catedral de Granada, que precedido
de excelentes informes, llegó cuando ya se habían efectuados
derribos para la extensión de la catedral.
Se construye desde la fachada principal hasta la cabecera, siendo esta
parte nueva la más rica en lo que a decoración se refiere.
Esto puede verse con claridad en el contraste de las bóvedas
antiguas con las nuevas. No obstante, Bada mantiene el estilo y los
planes antiguos, por imposición del cabildo que quería
salvaguardar la unidad estilística del interior, siendo más
barroco el diseño de los exteriores. Las obras comienzan, pues,
por la fachada principal, para enlazar con la parte antigua. Desde 1723
trabajaba en la catedral Antonio Ramos que sería maestro mayor
en 1760. A partir de 1764 inició la unión de la obra nueva
con la vieja. Crítico momento en el cual el cabildo solicitó
varios informes a varios arquitectos, entre ellos a Ventura Rodríguez,
quien respaldó la propuesta de Ramos para derribar las bastiones
y subir la obra. Además dejó los planos de una cubierta
de madera y teja para proteger las bóvedas de la Catedral, que
se habían cubierto con placas de cerámica, como la obra
del siglo XVI. Por fin, en el año 1764 se unía la obra
nueva con la vieja, derribándose el muro que cerraba el crucero.
No obstante, quedó sin terminar una torre, que según señala
la versión tradicional, el dinero que había para ello
se destinó al arreglo de los Caminos de Antequera y Vélez
y según una interpretación más romántica,
pero sin documentar, el dinero que estaba dispuesto para la construcción
de esa torre, fue enviado como ayuda para la guerra de la independencia
norteamericana. En 1768 se abrió al culto la catedral unida y
se siguió trabajando hasta 1783.
Los siglos XIX y XX se van a caracterizar
por los intentos de proseguir las obras de la torre pero como ocurrió
con la visita de Isabel II en 1862, tales empeños fracasaron.
La Catedral de Málaga ocupa un lugar intermedio entre los edificios
góticos y los nuevos proyectos renacentistas. Se compone de tres
espaciosas naves, girola y dos de capillas laterales cubiertas con bóvedas
de medio cañón. La nave central es mayor que las laterales.
Las tres se alzan a la misma altura y se cierran con bóvedas
baídas, en las que se insertan casquetes esféricos, con
adornos manieristas entre los que se desarrolla el programa iconográfico,
también alusivo a la Encarnación y las Virtudes. La longitud
del edificio es de 117,11 metros y su anchura es de 72,22. La altura
de la bóveda, de 47,79. El alzado lo forma la llamada estructura
siloesca. Un pilar sobre alto basamento, con medias columnas corintias
adosadas que sostienen trozos de entablamento, disponiéndose
encima otro pilar que apea el arco de la bóveda. Las naves laterales
apenas interrumpidas por el crucero, que solo se aprecia por su mayor
anchura, corren por detrás de la cabecera formando el deambulatorio.
La luz penetra por los muros perimetrales mediante triples ventanas.
Desaparecidas las primitivas vidrieras, las actuales de Maumejean y
Meyer, fueron donadas en el siglo XIX por la burguesía malagueña.
En el exterior, la fachada principal, retranqueada con respecto al plano
marcado por las torres, produce un pequeño atrio que cierra con
una magnifica reja de finales del XVIII. Traduce la estructura interior
de tres calles, separadas por sólidos pilastrones con pares de
columnas corintias adosadas, que sostienen una volada cornisa denticulada.
Entre ellos se rehunden tres arcos de medio punto que cobijan las portadas
enriquecidas con mármoles policromos. En el central, columnas
corintias pareadas sostienen frontoncillos curvos de los que parece
arrancar la moldura que limita. Entre columnas salomónicas, el
medallón oval de la Encarnación. En los laterales los
arcos son más reducidos, coronándose sobre amplia enjuta
y frontón abierto con los medallones de los Santos Mártires,
San Ciriaco y Santa Paula y en el arco central, entre columnas salomónicas,
el tema de la Anunciación, obra temprana de Antonio Ramos.
La torre norte fue la única
que se finalizó. Sus dos primeros cuerpos forman unidad con la
fachada principal, el tercero se alza por encima de la iglesia en triple
arquería en sus cuatro lados para el cuerpo de campanas y el
cuarto se corona por una airosa cúpula. La torre sur, de similar
diseño, no se terminó quedando sus fustes inacabados penetrando
el cielo.
Además, destacan las portadas del crucero. La portada norte,
llamada puerta de Los Naranjos, obra renacentista, con cubillos que
representan una parte fundamental de esta Catedral, ya que son torreones
de frente convexos que encierran los caracoles de acceso. Su cuerpo
inferior se compone de una gigantesca columna de sólida base
cuadrada y fuste acanalado con reducidas saeteras. A partir del segundo
cuerpo, la decoración va creciendo hacia la parte superior con
efecto muy barroco, así como la puerta sur, denominada Puerta
de los Abades.
En el interior destaca, en la nave central, el conjunto de la Capilla
Mayor y el coro. La Capilla Mayor sigue, en cierto modo, a la de la
catedral de Granada, pues está completamente abierta en su alzado
para ofrecer una mayor visibilidad del altar mayor, resultando un área
muy diáfana, aunque aquí no se consigue una capilla con
la autoridad de la granadina, mucho más avanzada. Está
formada por un primer cuerpo muy elevado de pilares con columnas corintias
adosadas, entibados por arcos de medio punto encima, de los cuales se
reserva un espacio para pinturas realizadas por César Arbasia,
que representan la Institución de la Eucaristía, la Oración
del Huerto, Jesús en casa de Anás y la Flagelación.
El segundo cuerpo sigue el modelo del resto del edificio. Está
compuesto por pilares con pilastras con hornacinas aveneradas para figuras
de santos. Sobre ellas descansan los arcos de medio punto a través
de los cuales se filtra la luz tamizada que viene de los vanos abiertos
encima de la capilla de la girola. La cubierta es una semiesfera con
gruesos nervios y decoración de una especie de candelabros llamados
'llaves resaltadas' del maestro Alonso de Ribera, quien dora la capilla
en el Siglo XVIII.
La cubierta del crucero es otra semiesfera
sobre pechinas aveneradas en donde aparecen medallones acartelados que
representan a la Virgen y al Ángel de la Anunciación,
el jarrón de azucena, emblema de la catedral, y un cáliz
con la sagrada forma. La decoración central es similar a la de
la bóveda anterior. Aquí aparece la fecha de 1770 que
se refiere a la labor de dorado realizada por el maestro citado, Alonso
de Ribera, en el siglo XVIII, pues la ornamentación anterior
a esta, fue realizada en la segunda mitad del siglo XVI por César
Arbassia. Esta capilla mayor está presidida por un tabernáculo
de mármol del siglo XIX, proyecto del arquitecto Enríquez
Ferrer, construido por el escultor lapidario José Frápolli
y Pelli. Anteriormente hubo distintos proyectos frustrados de Arbassia
y de Jerónimo Gómez de Hermosilla. Se resolvió
de una forma fría, aprovechando ocho columnas de piedra serpentina
de los diseños anteriores.
El coro de la catedral es una de las piezas más destacadas del
mobiliario instalado en la nave ventral. La sillería muestra
diversas concepciones estéticas. Las soluciones de Ortiz de Vargas
tienen que ver con su formación sevillana y nos recuerdan al
círculo de Martínez Montañés.
La hornacina lleva generalmente en la parte superior una pechina o concha
(bóveda) que también se llama venera cuando efectivamente
presenta la forma de una concha marina. Micael y Alfaro usa actitudes
dramáticas, escorzos y otros recursos manieristas. Pedro de Mena,
en sus 42 tallas, dio valor expresivo a sus imágenes, ofreciendo
el ímpetu espiritual y emocional, propios del barroco.
La catedral posee además un
conjunto de interesantes y destacadas obras artísticas, objetos
al servicio del culto católico y la devoción, donaciones,
encargos y compras, que muestran el deseo de construir la fe a través
de imágenes. Así para cada advocación se ofrece
una representación, un atributo, una postura de un pasaje de
la vida de Jesús o de relatos bíblicos. En este sentido,
pasear por cada una de las capillas de la catedral se convierte en una
lección de vidas ejemplares cuyo objetivo era y es, ayudar al
creyente a avivar su fe. Para cualquier turista con interés artístico
una visita detenida seguro que le resultará provechosa. Son muchas
obras de arte las que alberga su interior que también reclama
una visita única para contemplarlas, así como el Museo
Catedralicio, que se encuentra en dependencias anexas a la Catedral.
Regresando al tramo final de la calle
Cister hallamos el Hospital de Santo Tomás.
Esta Institución es una de las más antiguas de Málaga,
se fundó en 1504 por el caballero Diego García de Hinestrosa,
quien donó sus cuantiosos bienes a tal obra humanitaria, disponiendo
que hubiese doce camas y tres más, en honor al Divino Maestro,
a Santo Tomás y la tercera, a Santa Catalina. El terremoto del
24 de diciembre de 1884 afectó tanto a la estructura que tuvo
que construirse de nueva planta. Los planos fueron firmados por el arquitecto
municipal Juan Nepomuceno Ávila, transcurriendo las obras entre
1888-1981. La imagen final del edificio, en clave historicista, sigue
la tradición gótico-mudéjar. La portada, abocinada,
se estructura con un arco ojival con arquivoltas que descansan en jambas
de piedras enmarcado por un alfiz con decoración de lazo en azulejería
vidriada. En las enjutas, sobre sendos escudos, se encuentran la fecha
de institución del hospital y la de la construcción del
nuevo edificio. Esta portada está presidida por un precioso ajimez
copia exacta del original que exornó el antiguo edificio. En
la fachada, los huecos se disponen asimétricamente en función
del interior. Actualmente el inmueble permanece cerrado.
Por la calle Molina Larios nos dirigimos
a la Plaza del Obispo. Esta plaza existía ya en época
musulmana, sólo que en el siglo XVIII se configura al mismo tiempo
que inicia la construcción de la obra de la catedral nueva. Hacia
1998, a excepción del palacio episcopal, el resto de los edificios
ha sido objeto de una fuerte intervención que no ha estado exenta
de polémica.
El edificio más relevante es
el Palacio del Obispo. El conjunto palacial
está formado por tres edificios que constituyen una combinación
de diferentes épocas, estilos y funciones cuyo origen se remonta
al Obispo Diego Ramírez de Villaescusa de Haro, 1500-1521, a
quien se le atribuye la construcción del primer palacio. El conjunto
importante del palacio es del siglo XVIII con fachada principal a la
plaza del Obispo. Para su construcción se demolió el colegio
Seminario y algunas dependencias del Palacio antiguo. La nueva construcción
fue posible gracias a la financiación del obispo José
Francisco Lasso de Castilla, 1756-1776, Obispo de Málaga, y natural
de Granada. La dirección de la obra recae en el maestro mayor
de la catedral Antonio Ramos. Las obras se terminaron en el 1772.
La fachada es obra del Barroco tardío
a la que se asoman atisbos del Rococó. En el marcado eje longitudinal
se disponen cinco calles, enmarcadas por doble pilastra flanqueando
la portada. Cada tramo lateral se desarrolla verticalmente entres pisos.
Esta escenografía nos introduce en la portada-retablo con tres
cuerpos decrecientes de mármoles blancos, grises y rosas, rematada
por la hornacina en la que se sitúa la Virgen de las Angustia,
obra del granadino Miguel Agustín. Se cuenta que esta imagen
se colocó por iniciativa del Obispo Lasso que al ser natural
de Granada profesaba gran devoción a la Virgen bajo la advocación
citada y que concedió cuarenta días de indulgencias a
los que rezaran una salve a la milagrosísima Patrona.
Bibliografía
- AGUILAR
GARCÍA, M.D.: Málaga mudéjar, Málaga,
Universidad, 1979..
- BEJARANO ROBLES, F.
Las calles de Málaga. Málaga.Ed. Arguval.1984.
- CAMACHO MARTINEZ, R.
(dir).: Guía histórico-artística de Málaga.
Ed. Arguval. 1992.
- CAMACHO MARTINEZ, R., Málaga. Tomo III Arte. Editorial
Andalucia
- GARCIA GONZÁLEZ,
E.: Plano-guía de la arquitectura malagueña: El Centro.
Escuela de Arquitectos de Málaga,
1987.
- GUILLÉN ROBLES,
F.: Málaga musulmana. Diputación Provincial de
Málaga, 1880.
- MONTIJANO GARCIA, J.
M./ASENJO RUBIO, E.: Paseos por Málaga. Málaga.
Universidad de Málaga, 2002.
- TORRES BALBAS, L.: La
alcazaba y la Catedral de Málaga. Ed. Plus Ultra. SA. Madrid,
1960.
- URBANO R.: Guia
de Málaga. Editorial Arguval. Feria del Libro de Málaga,
1994
Para
saber más