Sofonisba Anguissola,
una artista "casi" desconocida
Christian Mielost
19/03/2012
Con este artículo, pretendo dar conocer a una
pintora, una mujer que desafió los prejuicios de su época
para seguir su vocación, el arte. A pesar de muchos hombres,
incluido Giovanni Bocaccio (1313-1375), autor de una de las obras más
importantes de la literatura medieval, el Decameron, quien
dijo que: el arte es ajeno al espíritu de las mujeres, pues
esas cosas sólo pueden realizarse con mucho talento, cualidad
casi siempre rara en ella.
Una vez más la obsesión por negar cualquier virtud y cualidad
a la mujer, excepto la de cuidar al marido y tener hijos, aunque por
fortuna no todos pensaban así, pues dos siglos después,
Giorgio Vasari (1511-1574), el más importante de los biógrafos
de pintores, escultores y arquitectos del siglo XVI , escribiría:
Pues si las mujeres son capaces de hacer tan bien a los seres humanos
al darles vida, ¿cómo puede maravillarnos que aquellas
que lo desean sean capaces de hacerlos igualmente bien pintándolos?.
Esta mujer que desafió a los
convencionalismos de la sociedad de su tiempo, y que son casi los de
las sociedades de todos los tiempos, se llamaba Sofonisba Anguissola.
Hija de Amilcare Anguissola, miembro de la baja nobleza de Génova,
y de Bianca Ponzone. Aunque no conocemos con certeza la fecha de su
nacimiento, se cree que fue hacia 1532 en la ciudad italiana de Cremona,
siendo la mayor de siete hermanos, de las que seis eran hijas y sólo
uno era varón.
Si el nombre de su padre era un homenaje
al gran general cartaginés Amílcar Barca (275-228 a.C),
padre de Aníbal Barca (247-183 a.C), quién apunto estuvo
de acabar con el poder de Roma en el siglo III a.C, Sofonisba era el
nombre de la hija de otro de los generales cartagineses, Asdrúbal
Giscón. Era esta una costumbre familiar que también se
cumplió con su hermano, al que pusieron por nombre Asdrubal,
en homenaje al hermano de Amílcar.
Los embarazos debieron ser la causa de la muerte de la madre de Sofonisba,
pues Bianca Ponzone moriría en 1537, cinco años después
del nacimiento de su hija mayor, por lo que los embarazos debieron ser
consecutivos y alguno de ellos múltiple.
Muchas mujeres murieron en aquellos
años como consecuencia del excesivo número de embarazos
en una época donde cada parto suponía un gran riesgo para
la vida de la madre. Así Amilcare se quedaba al frente de una
familia con seis hijas y un hijo, pero lejos de recluir a sus hijas
en el ámbito privado de la casa en espera de casarlas, Amilcare
era un hombre de su tiempo, el Renacimiento, y deseaba la formación
más completa posible para sus hijas, animándolas a seguir
sus inclinaciones artísticas e intelectuales. Así, además
de Sofonisba, otras cuatro de sus hermanas se inclinaron por la pintura.
La más brillante de ellas junto
con Sofonisba, Lucia, que era discípula de su propia hermana
mayor, moriría a temprana edad, otra de ellas, Elena, ingresaría
en un convento después de hacerse monja, y dos hermanas más,
Europa y Ana María Anguissola siguieron pintando hasta el momento
de su matrimonio. Sólo una de ellas, Minerva, no siguió
los pasos de Sofonisba, y se dedicó a la escritura, mientras
que el único varón, Asdrúbal, estudió como
sus hermanas aunque no compartió sus inclinaciones artísticas.
Los motivos que empujaron a su padre a darles esta educación,
que debía parecer una excentricidad en aquel tiempo, cuando el
arte no era considerado algo digno de un aristócrata, nos son
desconocidos, aunque me gustaría pensar que Amilcare amaba a
sus hijas y apreciaba su sensibilidad y cualidades artísticas
y decidió apoyarlas para que las pudieran desarrollar. ¿Cuantas
mujeres de talento a lo largo de la historia jamás habrán
tenido esa posibilidad y habrán ahogado sus dotes artísticas
e intelectuales en una vida oscura dedicada a la familia y el cuidado
del hogar? Por fortuna, no era este el caso de Sofonisba y sus hermanas.
En 1546, cuando Sofonisba cuenta unos catorce años de edad ,
se convierte junto a su hermana Elena en la alumna del joven pintor,
también de Cremona, Bernardino Campi (1522-1591). Campi las enseñaría
desde preparar el lienzo para pintar , la elaboración de los
pigmentos hasta realizar sus primeras obras, que generalmente eran copias
de obras de otros pintores.
Las dos hermanas permanecieron en el taller de Campi durante tres años,
hasta que en 1549 este abandona la ciudad para trabajar en otra. Es
entonces cuando Elena abandona la pintura para ingresar como monja en
un convento y Sofonisba decide seguir su formación junto al pintor
Bernardino Gatti (1495-1576).
Durante los años anteriores
Sofonisba se había dedicado a realizar retratos, principalmente
de su familia, ya que debido a su condición de mujer no estaba
muy bien visto que retratase a otros modelos que no formaran parte de
la familia. Esto, que podría haber significado una rémora
para su formación como pintora, dio a la pintura de Anguissola
una característica que la diferenciaba de otros pintores, una
pintura más íntima, más personal, en definitiva,
más humana, emocional y tierna que la solemne y más fría
pintura de aquellas obras que tenían como modelo a nobles, príncipes
o autoridades de la Iglesia.
Estas primeras obras plasman escenas de la vida cotidiana, esos pequeños
gestos íntimos que prestan a sus obras ese espíritu íntimo
y humano, cercano al espectador, que parece que se asomase por una ventana
para contemplar la vida en casa de la familia Anguissola.
Lejos de ver a sus modelos como frías estatuas sin vida, lo que
podemos ver en muchas obras de esta época, Anguissola se preocupa
por esos pequeños detalles que revelan el estado de animo, el
carácter del retratado, desde una sonrisa levemente esbozada
a una mirada intensa o un gesto de una mano, todo lo que pueda darnos
una idea del espíritu del retratado.
También comenzará en esta época con una larga serie
de autorretratos que se prolongarán durante su dilatada existencia.
Durante el tiempo que trabajo con Bernardino Gatti, la joven Sofonisba
comienza a labrarse una reputación como retratista, destacando
entre sus obras de esta época su Bernardino Campi pintando a
Sofonisba Anguissola. Pero necesitaba salir de la cerrada sociedad de
Cremona y buscar horizontes más amplios. Así, en 1554,
cuando cuenta con veintidós años, decide dejar la compañía
de Bernardino Gatti y probar fortuna en Roma , contando en esta empresa
con el apoyo de su padre Amilcare, cada vez más convencido del
talento de su hija.
Quizás fue gracias a la influencia de su padre que Sofonisba
pudo conocer al ya entonces legendario Miguel
Ángel Buonarrotti (1475 -1564), entonces ya un anciano
de casi ochenta años pero lleno aún de vitalidad y que
era conocido como ‘Il Divino’, siendo el único artista
hasta entonces del que, estando con vida, se habían escrito dos
biografías. En aquellos años Miguel Ángel había
abandonado prácticamente la pintura y estaba volcado en la arquitectura,
sobre todo en la finalización del Palacio Farnese y, por supuesto,
la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Sin embargo, bien fuera por la influencia de su padre, o de la de otros
pintores que ya conocían la obra y el talento de Sofonisba, Miguel
Ángel aceptó entrevistarse con ella. En aquella ocasión
pidió a Sofonisba que pintara a un niño llorando y ella
dibujó una obra que tituló Niño mordido por
un cangrejo. Tuvo que convencer a Miguel Ángel del talento
de aquella joven, pues durante los dos años siguientes Miguel
Ángel se encargaría de manera informal de su formación,
supervisando su trabajo, lo que tuvo que ser un honor casi inimaginable
para la joven artista.
De
aquella época se conservan varias cartas de agradecimiento escritas
por Amilcare , como esta de 1557 dirigida al gran maestro, extraída
de la obra Las olvidadas de Ángeles Caso [Nota
1], del que
he obtenido gran parte de los datos de este artículo, y donde
podemos leer:
Vuestra alma bondadosa, excelentísima
y virtuosa me ha dejado de vos el recuerdo que merece un caballero
tan extraordinario. Y lo que me convierte , a mí y a toda
mi familia, en vuestro más humilde servidor, es haber comprendido
el afecto honesto y sincero que sentís hacia Sofonisba, mi
hija, a la que habéis iniciado en el tan honrado arte de
la pintura. Os aseguro que me siento más agradecido por el
favor que recibo de vuestro honestísimo afecto que por todas
las riquezas que un príncipe podría conceder, pues
me siento obligado por las gracias generosas y virtuosas que nos
habéis concedido , y que coloco por encima de cualquier honor
y beneficio que se pueda dar en este mundo. Os pido pues, ya que
en el pasado habéis sido tan generoso, con vuestra encantadora
cortesía de dirigiros a mi hija y animarla, que os dignéis
compartir con ella vuestro divino pensamiento.
Un año después, en 1558, volvía
a escribir Amilcare a Miguel Ángel:
Os
aseguro que entre los numerosos favores que le debo a Dios, figura
el de saber que un caballero tan eminente y tan repleto de talento,
más que ningún otro ser en el mundo, ha sido tan bueno
como para examinar , juzgar y alabar las pinturas realizadas por
mi hija, Sofonisba.
Leyendo estas palabras hay que reconocer que debía
ser muy difícil conservar los pies en el suelo y no envanecerse
en demasía, pues los elogios no podían ser más
excesivos, aunque en el caso de Miguel Ángel se correspondían
a su inmenso talento. Sin duda para Sofonisba haber estado bajo la protección
y dirección de Miguel Ángel era la mejor carta de presentación
que podía tener para abrirse camino como pintora. Fue en esta
época cuando conoció a alguien que ya he citado al inicio
de este artículo, el pintor, arquitecto y escritor Giorgio Vasari
(1511-1574).
Vasari
era ya entonces conocido por la obra que había publicado en 1550
en Florencia, titulada Las vidas de los más excelentes pintores,
escultores y arquitectos, donde por primera vez se utilizaba el
termino Renacimiento por escrito, haciendo referencia al Renacimiento
de las artes que se estaba viviendo desde el siglo XV, y en la que recogía
una serie de biografías de pintores, arquitectos y escultores
de la época. Años después de este encuentro con
Vasari, este escribiría sobre Sofonisba:
Pero Sofonisba la cremonesa, hija
del señor Amilcaro Angusciola, se ha esforzado más
que ninguna otra mujer de nuestros tiempos, con más estudio
y con mayor gracia , en las cosas del dibujo, pues ha logrado no
sólo dibujar, colorear y retratar del natural y copiar excelentemente
cosas de otros, sino que por sí sola ha hecho obras de pintura
únicas y bellísimas; por lo que ha merecido que Felipe,
rey de España, habiendo escuchado de boca del señor
duque de Alba sus virtudes y méritos, haya mandado a buscarla
para conducirla muy honorablemente a España, donde la mantiene
al lado de la reina, con gran liberalidad y para asombro de toda
aquella corte , que admite como algo maravilloso la excelencia de
Sofonisba.
Pero nos estamos adelantando en el tiempo, a la época
en que Sofonisba se hallaba en la corte del rey de España Felipe
II (1527-1598), pero antes regresa entre 1555 y 1556 a Cremona, pintando
retratos de su familia como El juego de ajedrez
de 1555 en el que aparecen retratadas sus hermanas Lucia, Minerva y
Europa y el Retrato de Amílcar, Minerva y Asdrúbal
Anguissola y también recibe muchos encargos de
la nobleza y miembros de la Iglesia de las ciudades vecinas, como Milán
o Mantua, siempre con cuidado de elegir modelos que no pudieran comprometer
de ningún modo la reputación de Sofonisba , que se encontraba
también con el impedimento de no poder estudiar la anatomía
humana ya que era considerado impropio para una mujer, como también
era considerado impropio que una mujer cobrara por su trabajo lo cual
se veía como un atentado contra su honor. ¿Qué
recibía a cambio de sus obras? Regalos, los que el cliente estimase
oportuno, aunque tal vez se llegase a un acuerdo antes de la realización
de la obra. Ya veis la cantidad de obstáculos que tenía
que superar una mujer que deseaba ser artista, en este caso pintora.
Ni podía retratar a personas que comprometieran su reputación,
ni podía estudiar la anatomía humana, ni tampoco cobrar
por su trabajo, lo que explica el motivo de que hubiera tan pocas artistas
en cualquier rama del arte. Simplemente, no se lo permitían.
Sofonisba estaba en Milán en 1558 cuando se encuentra con el
español, Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba (1507-1582),
al que en 1555 el monarca español Felipe II había nombrado
duque de Milán y un año después virrey de Nápoles,
el mejor general español de la época y en quién
el rey confiaría hasta el final de sus días, cuando entre
1580 y 1582 fue virrey de Portugal hasta su muerte en ese mismo año.
Como nos contaba Vasari, en Milán Sofonisba pinta un retrato
del duque de Alba, hoy desaparecido, que queda impresionado por las
dotes artísticas de la pintora de Cremona.
Mientras, en la escena internacional,
España y Francia firmaban la paz después de un largo periodo
de guerras que las había estado enfrentado durante casi toda
la primera mitad del siglo XVI. Entre el dos y el tres de abril de 1559
los reyes Felipe II de España, Enrique II de Francia (1519-1559)
e Isabel I de Inglaterra (1533-1603) firmaban unos acuerdos, los de
Cateau Cambresis, que dibujaban un nuevo panorama internacional y algunos
de los cuales permanecerían vigentes durante casi un siglo. Entre
los acuerdos figuraba el matrimonio entre la hija del rey francés,
Isabel de Valois (1546-1568) y Felipe II. La boda se celebró
por poderes en junio de 1559, y a pesar de la gran diferencia de edad
entre el rey e Isabel, casi veinte años, sería el matrimonio
más feliz del monarca español.
Felipe II amaba a su joven esposa a la que el historiador Henry Kamen
describe como: una adolescente de cabello oscuro y ojos brillantes;
su inmensa vivacidad y energía compensaban de sobra su falta
de belleza natural. Devolvió a Felipe las fuerzas de su juventud.
Él le dedicaba su tiempo, e incluso discutía su trabajo
con ella.
Como el rey la mimaba y trataba por todos los medios que estuviera a
gusto en su nuevo hogar, acepta el consejo del Duque de Alba para que
lleve a Sofonisba a la corte para hacer compañía a la
joven reina, pues su educación, dotes artísticas y la
nobleza de su origen la convertían en una compañera ideal.
Así se convirtió Sofonisba en dama de honor de Isabel
de Valois y en la única italiana, pues el resto de damas de honor
que acompañaban a la reina se repartían entre siete españolas
y ocho francesas. Aunque Sofonisba era catorce años mayor que
la reina, se estableció entre ambas una estrecha relación
que la convertiría en una de sus damas de honor favoritas. Según
recoge Ángeles Caso en Las olvidadas el embajador del
duque de Mantua en Madrid escribía a su señor: La
Reina ha empezado a pintar, y dice Sofonisba la cremonesa, que es quien
le enseña y es muy favorita suya, que retrata del natural con
un carboncillo de tal manera que enseguida se conoce a la persona que
ha retratado.
Ambas comparten la música, lecturas y las clases de pintura que
Sofonisba daba a la joven reina. Mientras, Sofonisba trabaja con el
pintor de la corte Alonso Sánchez Coello (1531-1588), discípulo
de otro de los pintores de la corte, Antonio Moro (1519-hacia 1578).
La mayoría de las obras que Sofonisba realizaría durante
estos años serían retratos de miembros de la familia real,
desde Isabel de Valois y Felipe II, pasando por el príncipe Carlos
(1545-1568), hijo primogénito de Felipe, que había sido
el primero en estar comprometido con Isabel aunque luego Felipe anuló
este compromiso, y el que se casó fue el propio monarca, y las
infantas Isabel Clara Eugenia (1566-1633) y Catalina Micaela (1567-1597).
Muchos de estos retratos realizados por Sofonisba en aquellos años
se atribuyeron posteriormente a Moro, a Coello e incluso a Tiziano (1477-1576)
y sólo en las últimas décadas del siglo XX han
comenzado a descubrirse que en realidad habían salido de los
pinceles de Sofonisba, como el célebre retrato de Felipe II que
siempre se había atribuido a Alonso Sánchez Coello y era
obra de la pintora italiana.
Para atribuir la autoría de estos cuadros a Sofonisba hay dos
grandes obstáculos, el primero, que nunca firmaba sus obras ya
que, en realidad, no trabajaba en la corte como pintora sino como dama
de honor, y al no cobrar por su trabajo tampoco existen documentos escritos
que confirmen sus obras. Sus retratos eran muy apreciados, porque al
igual que sucediera con los retratos de su familia, estaban dotados
de vida con gestos y posturas que revelaban la personalidad del retratado.
Fueron buenos años para Sofonisba, pero en 1568 se suceden las
desgracias en la corte española. Primero se descubre una conjura
contra el rey en la que esta implicado su propio hijo, el príncipe
Carlos, quizás resentido con su padre desde que este se casara
con Isabel de Valois, que en un primer momento había sido su
prometida y también posiblemente afectado por algún tipo
de enfermedad mental, agravada desde que en 1562 sufriera una caída
en la que se golpeó la cabeza. El príncipe es encerrado
en sus propios aposentos desde enero de 1568, amenaza con suicidarse
en varias ocasiones por lo que se retiran los cuchillos y cualquier
objeto que le pudiera causar daño, se pone en huelga de hambre,
luego comienza a comer en exceso y finalmente moriría el 28 de
julio de 1568.
Muchos acusarían, sin pruebas, a Felipe II de la muerte de su
hijo. Isabel de Valois estaba muy unida al hijo de Felipe II y su muerte
la afectó en el peor momento, pues estaba embarazada y su embarazo
había estado rodeado de complicaciones que se agravaron en julio
de ese año. Así se describe su estado en una carta dirigida
al Duque de Alba: La venían unos desmayos temerosos, tales
que unas veces le faltaban los pulsos, otras la acudía una dificultad
de resuello hasta venir en peligro de ahogarse, otras unos entumecimientos
de cabeza... salían de su orina muchas arenas rojas, y esto se
complicaba con algunas cámaras leonadas y negras.
Isabel de Valois moría el 3 de octubre de 1568, con 22 años
de edad, al dar a luz un feto que no sobrevivió. La corte se
hallaba abrumada por el dolor, un dolor aún más agudo
en cuanto que el rey se había quedado sin sucesor masculino a
la corona. Sofonisba, tan unida a Isabel, entra en un estado cercano
a la depresión, tal y como lo describe el embajador de Urbino:
La señora Sofonisba dice que ya no quiere vivir. Aunque
tras la muerte de Isabel todas sus damas de honor regresaron a sus lugares
de origen, el afecto que el rey tenía por Sofonisba como consecuencia
de su buena relación con Isabel, hizo que Sofonisba permaneciera
en el Alcázar.
El 24 de enero de 1570 Felipe II volvía a casarse por cuarta
y última vez , en esta ocasión con su sobrina Ana de Austria
(1549-1580), los matrimonios consanguíneos eran corrientes en
la dinastía de los Austria , lo que en el futuro tendría
graves consecuencias. Pero este matrimonio suponía un cambio
de la vida en la Corte. Sofonisba verá como su vida también
pega un giro súbito cuando se concierta su matrimonio, bien por
voluntad del rey o por acuerdo del rey y Sofonisba, con don Francisco
de Moncada, hijo del virrey de Sicilia. Sofonisba tenía casi
cuarenta años, lo que en aquella época era ya una edad
muy tardía para casarse, pero sin duda no le habían faltado
candidatos debido a la destacada posición que ocupaba en la Corte.
El propio monarca se encargaría de la dote de Sofonisba y así
lo escribe el monarca:
Dada la estima que sentimos
por la manera exquisita como vos, Sofonisba Anguissola, habéis
servido a la muy serena reina Doña Isabel, mi muy amada esposa
y habéis sido su dama de honor , y como prueba de satisfacción
por vuestra presencia, los cuidados de vuestro cargo y otras tareas
que habéis cumplido entre el personal de su casa, y por las
cuales ella os concedió un legado en su testamento, y por
toda responsabilidad y obligación que la citada reina y nos
mismos podemos tener hacia vos, tenemos la intención de concederos
por este documento 3000 ducados.
Aun habría algunas cantidades
más añadidas a esa dote, y al final de este documento
el rey señalaba: Deseo de vos otro favor; que residáis
en una de nuestras propiedades reales de Castilla o algún lugar
equivalente, quizá para que no viviera fuera quién
había tenido un contacto tan cercano con la vida en la Corte
y pudiera dar algún detalle inconveniente a los muchos enemigos
del rey español. Sofonisba se casaba por poderes el 26 de mayo
de 1573 y a continuación emprendía viaje a Sicilia para
encontrarse con su marido, al que no conocía. Los siguientes
cinco años suponen un vacío en la biografía de
Sofonisba , hasta la muerte de su marido durante un asalto pirata cuando
viajaba hacia Nápoles en mayo de 1578, aunque otras fuentes afirman
que fue en 1579. Sofonisba decide regresar a su Cremona natal, junto
a su familia y zarpa en un barco bajo el mando de Orazio Lomellino.
Lo que sucedió durante el viaje no lo sabemos, pero Sofonisba
nunca llegó a Cremona, porque se enamoró de Orazio, que
era notablemente más joven que ella, casándose con él
en 1580 y estableciéndose en Génova, donde viviría
los siguientes 35 años. De Orazio a penas sabemos nada, aunque
si sabemos que el matrimonio no fue bien visto debido tanto a la diferencia
de edad como, y sobre todo, a la diferencia de clase social, ya que
Sofonisba era de la nobleza y Orazio no. Sufren presiones para evitar
el matrimonio, incluida la del duque de Florencia, Francisco de Médicis
, que le escribe:
Mirad muy bien lo que hacéis,
pues, por la consideración de mujer sabia en que siempre
os he tenido, estoy convencido de que no querréis perder
el buen nombre que con tanto esfuerzo habéis adquirido ,
y yo me ofrezco con toda presteza a hacer todo lo que juzguéis
adecuado y beneficioso ; que Dios os conceda felicidad.
Pero la carta de Francisco
llegó tarde para evitar el matrimonio, pues Sofonisba contesta:
Pero como los matrimonios se
hacen primero en el cielo y después en la tierra, la carta
de Vuestra Alteza Serenísima me llegó tarde, por lo
que no puedo demostrarle mi muy afecta obligación a Vuestra
Alteza Serenísima, a quien suplico ardientemente que me perdone.
Orazio la apoyó en su trabajo
como pintora, instalándose en una gran casa en Génova,
donde podía disponer de su propio taller , ayudados tanto por
la generosa pensión que le había concedido Felipe II como
por la fortuna personal de Orazio. Durante estos años seguiría
pintando, en particular escenas religiosas, y recibe constantes visitas
de pintores más jóvenes que desean aprender de la que
ya era considerada una maestra por sus contemporáneos. Mantiene
el contacto con la corte española y en 1599, cuando ya había
muerto el rey Felipe II un año antes, su hija, la infanta Isabel
Clara Eugenia en compañía de su marido el archiduque Alberto
de Austria (1559-1621) la visita de camino a los Países Bajos
que habían recibido en herencia del fallecido monarca y del que
Isabel sería gobernadora hasta 1633. Sofonisba se encargaría
de realizar el retrato de la boda de aquella infanta a la que había
visto nacer cuando era dama de honor de Isabel de Valois.
En 1615, con 83 años de edad,
se traslada con su marido a la isla de Sicilia, instalándose
en la ciudad de Palermo. Allí pintaría la última
de sus obras, un autorretrato fechado en 1620, con unos 88 años
de edad. En 1623, con 91 años, una edad extraordinaria en aquella
época, Sofonisba recibe la visita de un joven y brillante pintor
flamenco, Anton Van Dyck (1599- 1641), discípulo de Pedro Pablo
Rubens (1577-1641) y uno de los retratistas más solicitados en
Europa en aquellos años. De su visita a la gran pintora de Cremona,
Van Dyck escribiría en su diario:
Sigue teniendo una buena memoria
y el talante muy vivo, y me recibió muy amablemente. A pesar
de su vista debilitada por la edad, le gustó mucho que le
enseñase algunos cuadros. Tenía que acercar mucho
su cara a la pintura, y con esfuerzo conseguía distinguir
un poco. Se sentía muy dichosa. Mientras dibujaba su retrato,
me dio indicaciones que no me colocase demasiado cerca, ni demasiado
alto, ni demasiado bajo, para que las sombras no marcasen demasiado
sus arrugas . También me habló de su vida y me dijo
que había sabido pintar muy bien del natural. Su mayor pena
era no poder pintar a causa de su mala vista. Pero su mano no temblaba
nada.
Sofonisba Anguissola, aquella mujer
que fue protegida por Miguel Ángel , que había sido dama
de honor de la reina de España, que había conocido a los
grandes pintores de su época, que rompió los convencionalismos
de su época casándose por segunda vez con un hombre de
una clase social inferior, cuya obra era reconocida por sus contemporáneos
que la consideraban uno de los grandes nombres de la pintura de aquellos
siglos maravillosos del Renacimiento y comienzo del Barroco, la mujer
que una vez dijera: La vida está llena de sorpresas; intento
capturar estos preciosos momentos con los ojos bien abiertos, cerró
por última vez aquellos ojos siempre atentos y curiosos, ávidos
de capturar el color y la belleza, el 16 de noviembre de 1625, a la
edad de 93 años. Sin embargo, su obra pasaría pronto al
olvido y, como ya hemos visto, muchas de sus creaciones serían
atribuidas a otros pintores. Sólo en las últimas décadas
se ha hecho justicia , reconociéndole la autoría de esas
obras y , sobre todo, reconociendo la energía, el valor, la decisión
de una mujer que, como muchas mujeres en la historia, desafió
los convencionalismos y los límites establecidos por un mundo
de hombres.
Para cerrar este artículo nada mejor que las palabras que su
segundo esposo, Orazio Lomellini, colocó en su tumba en 1632,
siete años después de su muerte y cuando se cumplía
el centenario de su nacimiento:
A Sofonisba, mi muje.... quien
es recordada entre las mujeres ilustres del mundo, destacando en
retratar las imágenes del hombre... Orazio Lomellino, apenado
por la pérdida de su gran amor, en 1632, dedicó este
pequeño tributo a tan gran mujer.
Cuando ahora veamos su obra, veremos
detrás la personalidad de esta mujer que hizo historia y desmintió
las palabras de Boccaccio con la que habría este artículo
El arte es ajeno al espíritu de las mujeres, pues esas cosas
sólo pueden realizarse con mucho talento, cualidad casi siempre
rara en ellas. Cuanto daño hicieron durante siglos opiniones
como esta a miles, a millones de mujeres anónimas que hoy son
representadas por grandes mujeres como Sofonisba Anguissola.
Nota
1: CASO, Ángeles.: Las olvidadas: una historia de
mujeres creadoras, Editorial planeta, Barcelona, 2005.
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DATOS
DEL AUTOR:
Christian Mielost, diplomado de Turismo. Posee un
blog llamado El
Mentidero de Mielost, donde refleja las impresiones que le
provocan películas, exposiciones, libros, conferencias…
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