(Apuntes para una tataranieta de la Torre de Babel)
Poesía,
qué revuelo,
tu palabra,
qué siglo, qué tiempos.
Flama o flauta,
los ratones hacen fiesta
con las palabras de la tribu.
Poesía, qué asombro,
qué dolor.
Virtualísima, tu palabra,
viajera/náufraga absoluta.
Por tu boca,
inicio y fin,
muere el poeta y nace el poema.
Rolando
Gabrielli
La
poesía es una Caja de Pandora intransferible, muñeca rusa
del Arte de la Palabra, lenguaje sometido, recompuesto, arbitrario,
liberado a la razón de ser de su viva expresión y corporalidad.
Mueca, mudez, perplejidad, esplendor del Verbo, la poesía conmueve
en la callada celda del poema. Es todo cuanto ocurre en la página
en blanco: el poema y el poeta, luego el anónimo lector que recrea
su versión a la luz de su historia y propios conocimientos.
Monje
de su propia luz, el lector, la última y definitiva palabra,
de la posteridad.
El trabajo del poeta es la búsqueda de uno, todos los eslabones
perdidos posibles, en la memoria del lenguaje de la tribu, en la aldea
sostenida por palabras y en la nueva ciudad que construye cada amanecer.
El
poder de convocatoria del poema, en tiempos de oxidación de los
contenidos, de mudez, show y pasarelas, dependerá de nuestra
propia lectura del mundo, y desde luego, de la capacidad del lenguaje
de transmitir la experiencia única de la palabra poética
y el poema.
Las
palabras son un río
Las palabras son un río/de la a hasta la z/y todas las combinaciones
posibles./El poema, como el río, Heráclito/no puede bañarse
dos veces/con las mismas palabras/El lector, en cambio/debiera nadar/inclusive
contra la corriente.
No
nos hagamos ilusiones, ni benditas, ni malditas las palabras, la poesía
no se extinguirá, goza de la salud adecuada a la circunstancias
y a los tiempos difíciles, porque no vivimos la época
de la épica, de la historia donde el verso y la prosa se confunden
para deleite del lector, ni tampoco los días apocalípticos
que algunos profanadores de la esperanza suelen contemplar en sus templos,
más allá de las visitas domiciliarias y en las televisoras,
verdadero culto de la sinrazón, que con razón había
perdido el clásico manchego.
Que
la poesía viaja en un vagón de tercera, probablemente.
Que se acicala para no pasar desapercibida, en un escenario que rinde
ciego culto y pleitesía a la imagen y al dorado mercado global,
muy posible. Que su principal arma es decir lo que no se ha dicho, con
la expresión y belleza de la verdad inaugural, del desencanto,
la perplejidad, lo desconocido, único, irrepetible, como la inocencia
a punto de ser perdida, una realidad.
La poesía es un recurso de expresión y libertad, individual
y colectiva, porque recoge y asume el yo común de la caverna,
del lar y de las mega ciudades, y su única frontera es la búsqueda
incesante del yo íntimo en el desmoronado, fulgurante, diseminado,
inconcluso escenario de la palabra, el hombre y su relación con
las cosas.
Su
materia es la materia de todos: el lenguaje, revuelto por un loco en
el caleidoscopio, donde un aprendiz de mago cuenta con todas y ninguna
de las fórmulas posibles, para transformar este oficio, artesanía,
trabajo, esta ilusión óptica entre la realidad y la palabra,
manera dudosa y certera, a veces, de instalarse entre la vida y la muerte,
pero que en cada uno lleva el sello inconfundible de una particular,
íntima relación con el mundo, las cosas, el hombre, y
desde luego, todo lo construido a través de la palabra.
No nos hagamos ilusiones, la poesía seguirá siendo la
principal enfermedad en el mágico mundo adolescente, puente entre
lo fantástico y lo real, púlpito de un yo que crece y
se expresa a la más mínima fricción o choque con
la realidad, el entorno primario.
Todos
somos poeta
Todo
es casi poesía en el ámbito inédito de la vida
juvenil, pero cuando ‘evoluciona, crece el naciente espíritu’,
suele envolverse en una especie de laberinto con paredes y caminos brumosos,
donde la poesía suele estar en lista de espera y comienza su
parálisis. Poesía de nintendo, en un siglo que no sabe
que hacer con la tecnología del ocio. Yo prefiero el camino del
maldito adolescente, Arthur Rimbaud, -que no dejó piedra sobre
piedra en el empedrado camino de la poesía, y al suicida y sacerdote
de palabra, Charles Baudelaire,-que a las juveniles, precoces, damas
o señoritos de la poesía infantil que toca piano a domicilio
o corta el pasto los días domingo.
En
un principio, todos somos poetas, amamos, reímos, vivimos, y
practicamos el lenguaje pionero del descubrimiento, y de pronto, el
arte de magia hacia el país de nunca jamás, se vuelve
en la espantosa e inservible realidad cotidiana que repite su monotonía
hasta tragarnos el verdadero habla, el más natural. (Hoy las
máquinas tragan más el sucio nikel, que las viejas y no
gastadas palabras de siempre).
Desaparece
la poesía y se instala la asquerosa prosa de la frustración,
del servilismo verbal, del antifaz, del carril que no lleva mano derecha,
ni izquierda, del sueño que no tuvo principio, ni final, del
camino que nadie transita o de la ventana sin luz, ni paisaje.
Dejemos que en cualquier estación crezca la esperanza de la poesía
y su raíz se instale sin agua, si es preciso en el desierto,
donde a veces las palabras claman, abofetean a diestra y siniestra,
y no requieren de un peso específico para desfilar como anoréxicas
en pasarelas y shows. Son el cactus de su propia vida o sequía.
Después
de algunos miles de años, cuando la poesía formó
parte de la invención del lenguaje humano, nombraba las cosas,
los objetos, formaba parte de los sonidos, relacionaba al hombre con
la naturaleza, el cosmos, y fue magia, Verbo al inicio, luego rito,
pareciera que el hombre posmoderno,- digital- absorbido por la tecnología
de las comunicaciones que lo bifurca, incomunica y mantiene en permanente
terapia intensiva por la ausencia de solidaridad, se evapora en un submundo
de imágenes virtuales, su verdadero frenesí existencial
que lo automatiza, maquina, descompone y engolosina y neutraliza su
capacidad de reflexión.
Cronista
inescrupuloso de la palabra
Paquidermo
en una selva de imágenes inagotables, pasea su corporalidad frente
a la pantalla, no ve otra cosas que ramas de un jardín que desconoce
o se ha familiarizado por esa manía de hipnotizarse frente a
un espejo que quisiera devolverle la mirada, pero todo le impide cruzarlo,
como Alicia en el país de las Maravillas, porque ha perdido la
voluntad de soñar y de aventura.
La
poesía no limita con las palabras, tiene todos los puntos cardinales
a su disposición, más el del lector, que con su propia
brújula, recorre el texto, lo recrea, pone los acentos, dispone
del placer, dolor, de los deseos, impudicias, pudores, de los bastidores
detrás de las palabras que se abren a sus propios descubrimientos,
porque el poema nace cada vez que alguien lo lee y le agrega sus sudores,
amores, sus propias huellas.
La
poesía me aproxima a la realidad, escopetea el sentido y un nuevo
orden nace de las palabras, el pozo sube en silencio hacia la superficie
y espejea la luminosidad que cubre sus profundas cavernas expuestas
a la luz.
El
poeta es un cronista inescrupuloso de la palabra, crispador de la imagen,
usuario sin complejos del diccionario, amante usurero, despiadado, totalitario
del lenguaje, tahúr de un abecedario marcado por su arbitrio
y jugador lúdico, insaciable, de la palabra.
Su
discurso en el siglo XXI es a capella, porque el poeta mira, observa
una realidad por una ventana de vidrios rotos, aguardan sus ojos en
el retrovisor de la cotidianidad, a la espera de reconstruir un paisaje
con los restos y destellos del pasado, con el aroma y la atmósfera
del presente, y la frenética esperanza insomne de los sueños.
El poeta no tiene podium, carece de tarima, de parlantes, oficia su
callada misa sin bombos ni platillos, en el sagrado, solitario e irrepetible
ejercicio de la palabra.
Ah,
la poesía, el arte de la palabra, no hay tema ajeno a ella, registra,
refiere la historia, la hace crónica, simple hecho, asume su
tiempo a lo humano y divino, es su canto: todo nace en ella, todo se
despide en ella: sol y bruma de su aconte (ser), lo que le sucede con
el hombre y su relación con las cosas, es parte de su propio
asunto. Puede pertenecer a distintas escuelas en diversas épocas,
porque su característica es la búsqueda, la exploración
de nuevos mundos y lenguajes, y cuando pareciera agotarse, transformarse
en ciega y muda retórica, ella sigue revelando paisajes desconocidos
y caminos inéditos. Es centinela de sus propios sueños,
peregrina de su propio oficio.
La
poesía no tiene escuela, engendra sus propios dolores, miserias,
muertes y resurrecciones de una misma madera: La palabra.
Palabra,
palabra
Impecable la palabra,
no duerme, aguijonea,
-avispa de su picada-
el poema, devuelve
aguijón por aguijón,
palabra por palabra,
su gozo y su dolor.
Por la boca sale el poema
La
poesía está viva y coleando. Por la boca sale el poema
y muere el poeta. Pez de una misma agua, turbia, transparente, la palabra
y el poeta. En poesía hay que intentarlo casi todo, con vicio,
obsesión, manía por un ‘lenguaje personal’
y la búsqueda insaciable de una retórica arbitraria. Las
palabras deben de intensificar al máximo sus olores, tensiones,
frenesí, aguadas, viajes sin retorno, en la vía implacable
que conduce a cualquier y desconocido lector, atropellarse, si es preciso,
en el azar constante y razón único de ser, de buscarse
y mostrarse en la íntima pasarela de la lectura, donde ha de
estar desnudo, incorrupto, contaminado, abierto de par en par, el poema.
Sí,
con palabras se hace el poema: arbitrarias, mudas, irónicas,
huérfanas, lúdicas, corruptas, santas, inmaculadas, vírgenes,
putísimas señoras, sin otro altar que sus espaldas, cuerpos,
caderas, nalgas y la flexible musculatura de sus s. Entren con sangre
o como quieran, a la pulcra página en blanco, asciendan al cielo
o bajen al sótano, pero pongan música aunque vayan a su
propio entierro.
Aventajada
por la historia, prima donna desde tiempos inmemoriales, qué
nombró primero la poesía: ¿piedra, luna, reno,
pez, sol, árbol, estrella, viento? Qué cosas, actos, oficios,
sentimientos, razones, anciana lúdica en todo tiempo, capuleta
de su desdicha la palabra de la superficie al subconsciente, siglos
trabajando la cantera del lenguaje.
La
poesía en su hangar, afina, aceita, calibra las piezas de su
motor; mezcla el pasado, adivina el futuro, pulsa, vive el presente,
combina las energías y es ala y vuelo en todos los tiempos, contra
viento y marea. Suele quemar más naves que llegar a puerto. Náufraga
por principio del lenguaje, isla sobre la que rema a tientas, con la
pobre brújula de unas cuantas intuiciones, palabras y el agitado
peso de una Babel que otros construyeron a retazos o intentaron ordenar
con singular éxito, con un extraordinario fracaso.
Dylan
Thomas el galés, asigna una tarea al poeta: tomar una palabra
gastada y prostituida, como la hermosa palabra blondo y alisar las arrugas
de su disipación y ponerla otra vez en el mercado, fresca y virgen.
La poesía encuentra su propia forma, la forma nunca debe ser
sobre impuesta: la estructura deberá nacer de las palabras y
de su expresión. No quiero expresar sólo lo que otra gente
ha sentido; quiero desgarrar algo y mostrar lo que nunca se ha visto,
nos dijo Dylan Thomas.
Cada
poeta genuino tiene sus propias normas, sus propios códigos,
su propia aura y sus propias deudas. Las mías, con todo cuanto
he leído y respirado, visto legalmente y he espiado, con la luz
y la sombra, con aquello que está detrás, en bambalinas
de la propia vida, con el futuro que me empuja hacia un vacío
con nuevas esperanzas, con el límite, el resquicio, la puerta
entreabierta, el número impar, las nuevas alas de Ícaro,
con lo innombrable, vocación de todo poeta.
El
poema es una aldea sostenida por palabras
La
poesía es una exploración solitaria con el material de
todos, puede ser la puesta de sol o el amor frustrado, la música
o los ratones de Hamelín. Comenzó quizás dónde
y concluirá más allá, quien sabe cuando…las
palabras están expuestas en una especie de bolsa de valores para
enriquecerse o arruinarse, para crecer, desplomarse, para hundirse,
respirar,
ser felices, asistir a su propio entierro, sepultarse, ser luto o fiesta,
desconocen su futuro, ignoran lo que les espera, quien las valorizará,
su pasión es decir cosas nuevas con las mismas palabras. La poesía
es expresión viva de su época y nada le es ajeno al hablante,
que sólo debiera de enmudecer ante el callado fruto del poema.
La poesía está aparentemente en bancarrota, pero sigue
siendo un acto generoso, legítimo, entre el espíritu y
la materia. Sigue caminando sobre el abismo de los cinco sentidos, parodiando
a William Blake, y ella conduce al palacio de la sabiduría, a
través del lenguaje, del conocimiento, de su aventura obsesiva
por la página en blanco. Su real convocatoria está en
lo que expresa la palabra, su compromiso sigue latiendo de la mano y
visión de mundo de cada poeta. La poesía encuentra su
propia medida en la ocasión deliberada del lenguaje. Allí,
en el poema, con absoluta libertad, autonomía, sin servidumbre
de ninguna especie o naturaleza, la poesía presenta sus cartas
al lector. En absoluta complicidad, el poema y el lector ejecutan un
acto irrepetible: el ejercicio ineludible de los sentidos, a partir
de un texto, de una experiencia recreada por otro y que uno interpreta
de acuerdo con su propia información, conocimiento, intereses
y gustos.
El
poema es una aldea sostenida por palabras, una cerradura violada, una
descarga al corazón del lector, una moneda que tintinea sin el
frío azul del mercado global y arroja suerte y no fortuna. Cuando
alguien lee un poema, no debiera salir indemne, sin un escalofrío,
sin un golpe leve en el hombro de la imaginación.
Poesía,
poesía
La
poesía atiende lo doméstico, cotidiano, coloquial, lo
abstracto, los apuros, tropiezos del corazón, las quejas y contentaciones
del Hombre en cualquier punto y época en el planeta, de la historia
y sus propias circunstancias, las guerras, los viajes, sueños,
y vaga por el subconsciente como la loca de la casa, perdida en una
estación sin andenes.
Hoy el mundo es también una anécdota on line del Conde
de Lautréamont, la metáfora de su espanto, sus Cantos
de Maldoror, contienen la vigencia de nuestros horrores.
Estamos ante una nueva comedia, no divina, desde luego, y el Papa viajero
de la literatura universal, Saramago, es un crudo crítico de
este modelo que tiene virtualmente sumidos en la desesperanza a dos
mil millones de seres humanos en la tierra, personas que tienen menos
importancia que un chips operando en una computadora coreana del kurdustan.
La
poesía no hace lobby en la sociedad global, prefiere chatear
a su propio pecunio, inmortalizarse aun sobre el papel impreso, en la
gastada tipografía, y privilegia ser cebolla antes que aristocrática
golondrina que no hace verano, porque no sabemos cuantas capas oculta
el verdadero poema.
Nada
nuevo bajo el sol de la poesía, todo oscuro, transparente, por
hacer, afortunadamente, con el viejo material de los tiempos, la verdadera
herramienta de la imaginación.
‘En
el arte y en la poesía, afirmó en el lejano y emblemático
1968, el poeta Enrique Lihn, la creatividad se mantiene al nivel del
instinto, aguda, fervorizada, eruptiva; acaso, como una abeja reina
provee del elemento fecundante a los departamentos estancos en que se
procede a las pacientes incubaciones’.
Los
Poetas, intentan inmortalizarse en las palabras/ buscan con afán
el verbo/en el paraíso perdido del poema/Invocan conjuros/desnudan
a sus musas en pleno invierno/le prenden fuego al subconsciente/retratan
en viejas plazas la infancia/viajan por ciudades sin nombre/le abren
un plazo fijo a la memoria /prefieren un fruto con árbol/ rompen
nueces cada año/sus manos huelen a aceites/cuando pulen las palabras.
Palabras
Sangran por la herida.
¡Ah!, palabras, ciegas,
malditas, como remontan
una tras otra,
escalan, muerden, pujan
por vivir en esta página
en blanco.
En la confianza excesiva de las palabras, podría estar el peligro,
para la propia poesía. Sabemos que las hay ordinarias, señoritas,
siúticas, ariscas, comprometidas, displicentes, altaneras, venidas
a menos, timoratas, insolentes, desprendidas, chovinistas, prejuiciadas,
cobardes, desprestigiadas, serviles, autónomas, autoritarias,
solemnes, ridículas, charlatanas, pueriles, infantiles, despiadadas,
valientes, absurdas, condescendientes, honestas, humildes, francas,
groseras, heroicas, tiránicas, y serviciales.
La
poesía también es dolor, dijimos al principio, porque
la vida siempre es el escenario del Hombre, y este texto habla de ello:
ESTACIÒN TERMINI
¿Que pasó Pasolini
con los últimos pasos que dio
la vida por usted?
No puedo creer que exista
un final en la Estaciòn Termini,
el màs cruel de los poemas,
bajo las odiosas llantas adolescentes
de un Alfa Romeo 2000.
Un final de Pasolini,
Señor director,
donde usted ignora la escena
y deja correr el último rollo,
como si se tratara de otra película.
Posdata
a manera de epílogo
En
Defensa de la Poesía surgió a manera de aclaración
sobre unos comentarios entorno, principalmente, de la poesía
de Pablo Neruda, y tangencialmente de César Vallejo. El texto
circuló en diversos portales de América latina, Estados
Unidos y Europa, y en los correos de amigos y escritores interesados
en la literatura y poesía.
Internet,
ni bendita, ni maldita, joven inexperta aún en los menesteres
de la palabra, ducha en la imagen, pero diabólica por lo vertiginosa
de sus piernas y satanizada por su irresponsabilidad, a veces, se encargó
de difundir este ensayo, Urbi et Orbi, de una manera imposible antes
de su invención y ejemplar en esta era de corre, ve y dile.
Recibí sendos comentarios desde la Patagonia argentina a París,
de Temuco, Cartagena de Indias, San Juan, a Madrid, casi todos solidarizándose
con el texto, los autores en mención desde luego, y cosa curiosa,
desde los más jóvenes hasta reconocidos escritores, compartieron
con pasión la palabra poética y le asignaron un papel
en esta volátil sociedad, donde la vida es un casino, una ruleta,
el black jack de cada día, y todo se juega a la bolsa, con la
alegría de la vereda tropical y de los traumas del diván
de Sigmund Freud.
De
César Vallejo, comparto lo que ha dicho el crítico y sacerdote
chileno, Ignacio Valente:
‘Ni
deprecatorio como la Mistral, ni lúdico como Huidobro, ni telúrico
como Neruda, su tono dominante será una desgarradora ternura
casi infantil, en la cual su herencia quechua pone un sello indeleble
y característico. Vanguardista, dadaista, ultraísta, expresionista,
Vallejo, provinciano y universal de dolores, quema las naves de su desarraigo
en un verbo que es muñeca rusa de su propia Caja de Pandora.
El mestizo andino nos legó esta espuma verbal de sus silencios,
los signos de un destino que parecía conocer y un lenguaje exacto,
primitivo, como el dolor adjetivado, que le aquejaba en las raíces
y coyunturas de sus orígenes aldeanos. Vallejo se quedó
sin Dios, prefirió trajearse de pesimismo, hundirse en la melancolía,
arrastrar su hombría de bien en un París que le recordaba
su identidad por segundos y acomodó el verso en las alforjas
de una mula terca, tenaz, andina, que siguió inclaudicable la
huella hostil, pedregosa, por el borde del precipicio. Su poesía
es ya la de un clásico que brilla con luz propia, más
allá de la antigua noche andina, incaica.
Pablo
Neruda, centro de esta Defensa de la Poesía, tuvo más
tiempo para hacer y deshacer. García Lorca caracterizó
bien la poesía nerudiana, cuando habló del gran tono descarado
del gran idioma español de los americanos.
Ignacio
Valente, nos sorprende con un trabajo sobre su obra intitulado ‘Cómo
reescribía Neruda sus poemas’. Analicemos, invita el crítico,
una por una estas correcciones, que tan instructivas pueden resultar
para un joven poeta, ¡y para un viejo poeta, y para cualquier
poeta!
De
los Veinte Poemas de Amor, Valente escoge el 15. La primera estrofa
decía así. Me gustas cuando callas porque estás
como ausente/porque estás como en viaje. Como si hubieras muerto.
El magnifico encanto del silencio/ausencia de la mujer amada, que constituye
el asunto mismo del poema, no continuaba con la metáfora del
viaje, que de suyo es buena, acota Valente -es una tentación
comprensible, añade- pero no refuerza el motivo central como
está planteado en el primer verso del cuarteto con estos otros
tres alejandrinos:…'porque estás como ausente/tan callada
y tan pálida como si hubieras muerto/y como yo le tengo tanto
miedo a la muerte/después estoy alegre de que no sea cierto'.
Esto Neruda lo hace a los 19 años de edad.
Para
Valente, se puede hacer poesía con una explicación o con
un raciocinio, y se ha hecho desde Lucrecio hasta T.S. Eliot, pero no
en este tipo de poema lírico de amor.
La versión definitiva, agrega Valente, tan hermosa y sugerente,
ha desplazado la sonrisa y la muerte que no es muerte hacia la estrofa
final del poema y ha quedado ‘novìsima y redonda’:
me gustas cuando callas porque estás como ausente,/y me oyes
desde lejos, y mi voz no te toca./Parece que los ojos se te hubieran
volado/y parece que un beso te cerrara la boca.
Neruda
confirma tempranamente como debe sudarse un verso, una y otra vez, para
que sea como el verso de los dioses, al decir de Valery, citado por
Ignacio Valente, en esta nota sobre el primer volumen editado de las
Obras Completas de Neruda (De Crepusculario a Las Uvas y el Viento,
1923/1954), que incluye las anotaciones sobre poemas reescritos por
el vate de Isla Negra.
El
Correo Electrónico sobre el tema, se caracterizó por ser
profuso, y refleja el interés por la poesía, de Neruda
principalmente. Oscar Collazos, cuentista colombiano, autor de 'Esta
Mañana del Mundo', libro juvenil, fresco, profundo y brillante,
nos revela aspectos inéditos, opiniones personales, luminosas,
autorizadas, y francas, sobre el fondo de esta temática.
‘Gracias
por su mensaje y texto crítico, que leí con placer. Me
es familiar, como lector esa saga de poetas que va de Neruda a Lihn,
de quien fui amigo y ví en Barcelona, antes de morir, aquejado
pero no quejumbroso. Paz dijo alguna vez que la poesía de Neruda
era ‘el purgatorio de las sensaciones y de las imágenes’.
Y el viejo y arbitrario Harold Bloom (the Western Cannon), consagra
a Neruda un capítulo extenso que traza paralelismo con Whitman.
Lo mejor y lo peor de la gran poesía latinoamericana, eso encuentro
en Neruda. ¿Y Vallejo? El elogio de la dificultad, diría
Estanislao Zuleta, pero una dificultad natural y fluida. Por eso es
difícil traducirlo, por eso Bloom lo ignora en su ‘cannon
de Occidente’. ¿Sabe que quien mejor lo tradujo al alemán
fue Hans Magnus Enzensberger? Cuando nos vimos en Berlìn (1977),
acababa de salir su traducción en Suhrkamp Verlag. Entiendo que
Lihn: era más vallejiano que nerudiano. Venía del surrealismo.
Además, acuérdese de los gestos antiepídicos: siempre
se busca matar a papá. Lihn sospechaba de Huidobro, a quien la
posteridad debe ‘Altazor’. Incluí un ensayo suyo
en mi antología sobre ‘Los vanguardismos en la América
Latina’ (Casa de las Américas, La Habana, 1970). En fin…
me encantó leer su ensayo. Jamás he escrito un poema…confesable,
pero devoro poesía y he tenido el privilegio casual de ser amigo
de grandes poetas: Gil de Biedma, Juarroz, mi compadre Efraín
Huerta…Charry Lara…
¿Que
hacemos con esa línea que lleva Gonzalo Rojas a Zurita? Los ví
hace poco en Bogotá y fue muy placentero conocerlos. Rojas me
hizo el honor de recordarme que había leído unos cuentos
míos y mi polémica son Cortázar, por allá
en el 1969. Un abrazo, Oscar Collazos.
El
narrador colombiano sintetiza en profundidad la dimensión de
los poetas y la poesía, de la literatura, de lo expuesto En Defensa
de la Poesía y sus derivados. Abre, inclusive, nuevas líneas
de discusión y abrocha capítulos importantes de la literatura
poética contemporánea.
Bernardo
Reyes, oriundo de Temuco, Chile, sobrino nieto de Neruda, se sumó
de inmediato al tren de la poesía en la red. No sé como
llegó a sus manos mi ensayo, él nos dice que : ‘Me
ha sido reenviado su magnífico artículo por manos amigas….’
En general coincido con casi todas sus apreciaciones, y con admiración
he hecho con su artículo el recorrido crítico.
Creo que la adulación, siendo antítesis del desprecio,
forman parte de un mismo círculo, que, cuando junta los extremos
produce la muerte, el desprecio, el ninguneo: la manida imagen de la
serpiente devorando su cola. Neruda en vida se fendió con el
argumento consistente de su obra, más que contestando ataques.
Y bien dice usted que cuando había que utilizar los argumentos
de los puños verbales, también lo hizo, como lo manifiesta
el magnífico ensayo de Faride Zeràn ‘La guerrilla
literaria’.
Nacho
Jordi Atienza, de España, ‘soy un admirador del grandísimo
Neruda—y desde hace exactamente dos días, del grandìsimo
Huidobro. Respecto de otros autores, mencionados en el ensayo, coincido
punto por punto con los que conozco. Por ejemplo, la vida no vuelve
a ser la misma, ni la escritura, después de leer a Cardenal o
a Lezama Lima, pero, reiteradamente desde mi punto de vista se olvida
a un Oliverio Girondo, enormísimo cronopio y gran renovador del
lenguaje. Respecto al tradicionalismo formal de la poesía de
Borges (aludido por Lihn en la primera parte del ensayo), sólo
quiero señalar que él afirmó una vez que, al contrario
de la opinión extendida, creía que el verso libre era
el más difícil de practicar, una especie de pecado de
juventud, y en cualquier caso su apego a las formas clásicas
no le impidió vehicular en su obra poética su personal
y fascinante cosmovisión (caray qué frase). Las menciones
de un (Octavio) Paz ‘diestro’ por oposición a un
Neruda ‘zurdo’, han hecho volver a pensar en el viejo tema
de la ideología en el arte. Recuerdo mi sorpresa cuando me dijeron
que Graham Greene era católico: Nadie lo diría leyendo
‘El factor humano’ o la increíble ‘El poder
y la gloria’, que son simplemente novelazas impresionantes, con
personajes que son buenos y malos, que tienen todos un cielo y un infierno
dentro.
Haciendo
el cómputo general, observaremos que, infaliblemente, las obras
‘panfletarias’ son rápidamente periclitadas por la
historia de la literatura. El Canto General de Neruda, puede tener una
lectura política, pero tiene muchísimas más y además
proviene de la autoconvicción del artista, no de sus ganas de
convencer a nadie, lo que le convierte también en una obra maestra
por derecho propio. Huidobro tiene una oda a la muerte de Lenin que
es en realidad un conmovedor poema de amor, la necesidad urgente de
expresar cariño, no de coaccionar entusiasmos. Se me ocurre también
el ejemplo de nuestro malogrado Miguel Hernández, que escribía
unos poemas cojonudos, a veces hasta por ‘encargo’, en los
que su ideología se transparentaba, no podía ser de otra
manera, por lo demás, en el momento urgente de la guerra civil,
pero ésta nunca se ponía en primer plano.
Leopoldo
González, poeta y trabajador de la cultura, Argentina…Dice
que recibió un consejo de desconfiar y no envenenarse con las
críticas…’Yo creo que Neruda es un grande, no se
si el más grande, pero indudablemente un tipo traducido a casi
todos los idiomas debe tener algo más que las relaciones políticas.
A mi hay particularmente cosas de él que no me llegan, creo que
Gelman o Cortázar, me llegan más. Creo que poetas casi
desconocidos como Santoro o Constantini, son más cercanos a mi
mundo. Pero releo a Neruda cuando puedo porque lo reconozco un maestro.
Si vos no podes sentir carne de gallina leyendo Farewell, es que tenés
agua en las venas y eso no tiene discusión.’
Las
opiniones son muchas más y variadas, algunas apuntan al propio
autor del ensayo, elogiosas casi todas, y no vienen al caso en un trabajo
de esta naturaleza. Lo importante es que ha salido ganando la poesía.
Tataratara
nieta de Babel o ta-ta-ra-rá, la poesía no desaparecerá.
————————
Epílogo sobre el Epílogo, lápida sobre la lápida,
algo así.
En
defensa de la Poesía [1ª parte]
__________________________
DATOS
DEL AUTOR:
ELocation:Panama
Rolando Gabrielli nació en Santiago de Chile el 22 de febrero
de 1947.Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.
En el campo de la literatura ha obtenido premiaciones en Chile, México
y Panamá, en poesía y cuento. Es un escritor absolutamente
inédito en papel impreso y tiene varios libros por editAr en
poesía:
‘De estos y otros sueños’, ‘Sol Rojo’,
‘Manifiesto Aldeano’, ‘Los Poetas de Chile’,
entre otros. Dos novelas en curso, un libro de cuentos y varios volúmenes
de crónicas literarias.
Fue becado dos años por la Vicerrectoría de la Universidad
Católica de Chile, en el el Taller de Poesía que dirigía
Enrique Lihn. Allí participó en los debates con Waldo
Rojas, Federico Schopf, Zurita, Cecicilia Vicuña, Luis Oyarzún,
Ernesto Cardenal y muchos otros escritores.
Ha brindado conferencias magistrales en la Academia de la Lengua de
Panamá y la Embajada de Chile, sobre Pablo Neruda, Gabriela Mistral,
Jorge Teillier y Jorge Luis Borges.
Ha ingresado al papel en Chile, décadas después en el
librito Santiago en 100 palabras, en una selección cerca de 13
mil historias urbanas:
‘UN
LOCO ANDA SUELTO.
Si sabe que un loco anda suelto, comience por cerrar ventanas y
puertas, pasos cordilleranos, aeropuertos, terminales de buses.
Haga la denuncia en Carabineros de Chile. Ponga un aviso en los
clasificados de El Mercurio. Demande ante la Corte Suprema y declare
ante Notario Público que el loco anda suelto. La ciudad puede
ser un manicomio, pero no aguanta un loco más. Es un buen
argumento por si le piden declarar para qué tanto papeleo.
Movilice a la Cruz Roja y al Ejército de Salvación;
una, por salud, y el otro, por si el hombre decide retornar al servicio
activo.’