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El hilo invisible de la Diáspora chilena/un homenaje crítico a Bolaño [1ª parte]
Rolando Gabrielli
30/10/2017



• Déjenlo todo, láncense nuevamente a los caminos. Manifiesto infrarrealista Roberto Bolaño

• Del valle de los caídos


La Mistral solo volvió finalmente al valle de su infancia, Huidobro y Neruda iban y venían, De Rokha y Parra permanecieron prácticamente con sus vidas en Chile, Gonzalo Rojas vivió su exilio y regresó a la provincia. Casi todos partieron y regresaron. Raúl Ruíz, un poeta del celuloide, volvió entre fados y amigos a su última morada desde París, tras una larga estancia de película en la ciudad de la luz y Europa. Claudio Arrauz, el pianista chillanejo, virtuoso, residente en Europa y Estados Unidos, también retornó a su patria chica al final de sus días. Rosamel del Valle regresó de Nueva York y Díaz Casanueva, exiliado y diplomático, lo hizo después de un largo tiempo. Las listas nunca están completas y siempre son odiosas, pero el poeta Waldo Rojas lleva varias décadas en París, al igual que Oliver Welden en Estados Unidos y ahora en España desde hace más de 40 años. Esa cantidad de años pueden ser toda una vida y más. (Conozco que significa ese tiempo y esos años). Omar Lara volvió de la tierra de Drácula y España, el novelista Germán Marín de Barcelona, los poetas Armando Uribe y Efraín Barquero, están en casa, venidos de Francia.

Sé que hay más revoloteando por el mundo, como el pintor Raúl Sotomayor Sotelo en Francia. Dorfman se ha quedado en Estados Unidos con visitas prolongadas al patio y Skármeta regresó de distintos lugares. Gonzalo Millán dejó Canadá y volvió a Santiago. Los exilios de los artistas chilenos, músicos, entre otros, son escalonados en el tiempo de vida republicana y tiránica. Esta es una lista arbitraria, trunca, coja, mutilada como todas, odiosa y no faltaba más, la best seller Isabel Allende, en California, zona gemela a Chile, pero muy distante. Algunos se quedaron sin aire en la noche del exilio, el calendario, ni la nostalgia les perdonó. Hubo flores quizás, lágrimas, recuerdos, himnos, el gran testigo de la memoria, amigos, la bandera tal vez, deudos, esas palabras de lo irrecuperable como una pieza de museo que nos fue robada. Oscar Hahn se jubiló en Iowa City y volvió. Hubo un momento en que casi todos nos fuimos. Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y su banda de sobrevivientes, se quedaron en el bar Unión Chica, esperando el tren a Lautaro o un falucho hacia Punta Arenas. Murieron en Chile con la bandera y las copas al tope. Dos pasajeros inmóviles después del Golpe de Estado, y otros se sumaron también a la diáspora alimentada por una República asesinada, barranco abajo. Los poetas no son santos de devoción de ninguna dictadura, su palabra inquietante irrita sus sensibles oídos. Hernán Valdés, poeta y narrador, fue torturado en la parrilla de Tejas Verdes, un campo de concentración militar, ubicado en el puerto de San Antonio. (Hablé con su novia sueca en un pasaje de Santiago y le dije: me voy. Por Dios, no va a quedar nadie, respondió). Después, Valdés, se convirtió en diáspora en Europa hasta el día de hoy, como el poeta Hernán Lavín Cerda, pero en Mèxico. El Paco Lira Massi murió en extrañas circunstancias en su exilio en París, a los 41 años de edad. No se lo cargó la vida, sino la muerte asesina.

  

La memoria va registrando nombres, situaciones, armando su propio mapa de las vivencias y recuerdos, a muchos de los nombrados los conocí en distintas jornadas que recorrieron la bohemia, poesía, pintura, recitales, cine, talleres, teatro, música, fiestas, conmemoraciones, concentraciones políticas, diálogos, reuniones, concursos, todo aquello que forma parte del escenario literario y artístico y también de la política. Hubo fotos de ocasión, recuerdos para la memoria y posteridad. Lihn y Parra permanecieron en el “horroroso” Chile y el autor de Poemas y antipoemas, aún se sobrevive al llegar a los 103 años este septiembre, como un conjuro de aquellos tiempos. Su hermana Violeta, vivió el peor de los exilios: el interno, hasta su muerte. La Habana, Estocolmo, París, Madrid, Buenos Aires, el antiguo DF, Moscú, Berlín, Nueva York, Barcelona, San José, Bogotá, Londres, Canberra, Berna, Toronto, Amsterdam, Bucarest, Tennessee, Quebec, Lima, Caracas, Quito, Roma, Sao Paulo, Panamá, y algunas provincias como Marsella, donde murió Rimbaud, son las capitales, sitios de la diáspora chilena. Volodia Teiltelboin, José Miguel Varas, Carlos Cerda, también ingresaron a la diáspora en Moscú y la RDA.

Fueron muchas las capitales, las provincias, simples lugares, los cambios geográficos del exilio, encuentros, desencuentros, la clandestinidad, la conspiración, viajes, el insomnio, la palabra escrita, cartas, discursos, películas, pinturas, música, las renuncias, transformaciones, rupturas, lágrimas, abandono, frustraciones, traiciones, la derrota, tiempos maravillosos, descubrimientos, luchas, pasiones, olvidos, memoria, aventuras y desmemoria de una nueva y desconocida vida. El asesinato de Letelier en Washington y del General Prats, militar constitucionalista, y su esposa, en Buenos Aires, definió el carácter criminal sin fronteras, ni límites, de la Junta Militar. La diáspora como un asalto hacia lo desconocido. La mayor diáspora fue la del 73, pero se mezclan otras muy propias de la convivencia chilena fracturada. Así sucede un distanciamiento que pareciera incierto al traspasar la cordillera y buscar otros lugares de residencia.

Lucho Gatica, el gran bolerista, se fue a México y no volvió más hace tantos años, que ya perdió su voz. Claudio Giaconi, autor de La Difícil juventud, libro de cuentos que marcó una época en Chile, se hizo humo por décadas en NY y regresó al final de sus días a cumplir con su residencia definitiva. Juvencio Valle permaneció en aparente silencio hasta sus 99 años, cuando decidió abandonar este mundo. Manuel Silva Acevedo se quedó hasta nuestros días y escribió algunos libros memorables. (Lobos y Ovejas, por ejemplo). Algunos se fueron a principios del siglo pasado, sin que los echaran, solo porque les quedó chica la patria y otros, la mayoría, fueron expulsados sin fecha de retorno, post 73.

  

• Hacia los profundos peldaños del olvido

Carlos Droguett, un destacado novelista, se exilió y murió en Suiza, nunca regresó. La muerte tiene Patas de Perro. Armando Cassígoli, murió exiliado en México, pasó mutilado por Panamá. Luis Sepúlveda, se exilió en el mundo, lo navegó y ancló en Girón, España, hasta nuestros días. Su esposa, Carmen Yañez, poeta, pasó por el infierno de Villa Grimaldi, un campo de concentración, tortura y exterminio. No sé si lo lei o soñé, que Sepúlveda encontró a su mujer en un basurero después de ser torturada. Víctor Jara, el popular cantante y dramaturgo, fue asesinado brutalmente en el Estadio Chile. La lista es larga como la propia geografía del país, no se requería ser artista para sufrir alguna humillación por parte de las glorias de Chile o aparecer en alguna esquina de la vida, impecablemente muerto. (En cualquier parte del territorio nacional podría visitarte la Caravana de la Muerte). También se torturaba en La Esmeralda, el buque insigne de entrenamiento de los futuros marinos. Todo ya es historia patria, conocida, escrita y sobre todo vivida. No son más estas palabras que un guiño a la memoria, a veces, algo distraída.

Diáspora sobre la diáspora/anverso y reverso/una misma moneda/rodando la vida y la muerte/en distintos puertos/Viajaron de adentro hacia afuera/hacia más adentro/interior/exterior/asfixia de estos años/sin nombre. (RG).

La cultura sí bajó los profundos peldaños del olvido. Esta afirmación no es retórica. Ángel Parra murió en París y no volvió ni siquiera a su última morada. Que vivan los estudiantes, jardín de mis alegrías.

• El apagón cultural

ELos cronistas de su tiempo, llamaron a este fenómeno que asoló la cultura chilena y transformó a sus artistas en "eternos viajeros" o topos locales: el Apagón cultural. Un gran contraste con aquella época de la humanidad que se dio en llamar El siglo de las luces y estos años no fueron más que tenebrosos tiempos de tiniebla. En el siglo XVIII se pensaba que se podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía. Las luces se apagaron en Chile y bajó el telón como un largo e interminable túnel. (Miles de ciudadanos, políticos o no, fueron asesinados, desaparecidos, torturados, prohibidos ingresar al país y la palabra estaba censurada, literalmente prohibida si no era oficial.) Los bandos militares reemplazaron el pensamiento y la escritura chilena. Al país se le caló la bayoneta con todos sus filos y costados. Se quemaron y guillotinaron libros. La gente escribía en la clandestinidad. Los NN adquirieron carta de ciudadanía y se transformaron en un lugar común. Las fosas comunes reemplazaron la muerte natural. Las osamentas siguen vivas en nuestra memoria. A cal y canto se enterró el silencio, la osamenta madre de Chile.

Santiago no me hablaba/sus calles amarillas /no me reconocían/el río inmundo se sabía cómplice/las estaciones pasaban sin nombre/los días eran tramposos, cargados de azar/ y negra peligrosidad./La tiranía movía su cola envenenada en los parques/la ciudadanía era cada vez menos ciudadana/sin derecho a nada/ y eso es nada. /La República, una pesadilla/para los libros de historia/La realidad, la primera sospechosa/prefería soñar despierta/ignorar las trompetas/bombos y platillos/la inútil fanfarria/de los recién instalados/ padres de la patria/en sus cuarteles/con sus cuerpos abotonados de muertos/en noches muertas de Chile/Hacían gala de sus uniformes de gala/en esas fiestas donde la muerte/salía al baile/y daba los primeros pasos/por los desaparecidos/al ritmo de Lili Marleen/La memoria tendida en el piso/siente que le están contando/los descuentos finales/de un periodo infame/una historia que se repetía el plato/con las entrañas de Chile. (RG).

Por aquel septiembre del 73, el avión de Neruda se quedó atascado en el último vuelo de la memoria hacia el exilio Mexicano propuesto por el gobierno azteca para proteger al Vate de las amenazas de la dictadura, lo que nunca sucedió por un vacilante Neruda que encontró una extraña muerte en la clínica Santa María, aún no dilucidada. En octubre sabremos como ocurrió su muerte luego que científicos de Europa y Estados Unidos terminen de examinar sus restos en búsqueda de lo que le ocasionó la muerte: el cáncer a la próstata o un envenenamiento.

  

• La diáspora como una mancha

La diáspora como una mancha se extendió, propagó, irradió por el mundo con distinta suerte y destino. Se sobrevivió como pudo y no dejó de describir el horroroso Chile (verso de Enrique Lihn), biografiarse, relatar, pintar, cantar, poetizar, pensar, reflexionar, denunciar en una palabra el escenario de la negación del ser humano.

En este contexto de los 73 y post, un joven trotskista, anarco, que se transformaría con los años en uno de los novelistas más notables del habla española de finales del siglo XX y comienzos del XXI, Roberto Bolaño, regresó sorpresivamente en agosto de ese año a sumarse al proceso chileno. ¿Se pintó de salvador de la patria el joven trotskista en un acto de suprema ingenuidad? Con la excepción de los campos de concentración de Pisagua, algunas matanzas memorables de norte a sur, históricas de obreros, represiones diversas, los chilenos no sabíamos que experimentaríamos una dictadura tan prolongada y feroz. (Pisagua, pampa del Tamarugal, norte de Chile, antiguo puerto salitrero, campo de concentración y exterminio de los gobiernos de González Videla y Pinochet. El mar y el desierto, casi se pierde el país en esa geografía inhóspita. La vida se hace sal y agua).

Bolaño, un aventurero nato, volvió al país-pasillo, como le llama a Chile, poco antes del golpe, cuando tenía 20 años de edad, y quedó enredado en una de las tantas redadas, del post 11 de septiembre, un lugar común de la infamia y que asomaba esa primavera como un iceberg sangrante de América.

Atravesó América latina, pasó por Colombia, Panamá y llegó a El Salvador, según cuenta y nunca escribió acerca de esta experiencia por las selvas tropicales. Curiosamente Rimbaud indicó con un dedo a Panamá en el mapa, con la intención de viajar hasta el istmo, pero se desvió a Etiopía, África.

• Se fue al DF con la familia

El 68 se había ido de Chile con su familia al DF. Retornó a Santiago y viajó al sur, a su regreso fue detenido en un autobús por los militares que le retuvieron durante ocho días. Su acento mexicano, pelo enmarañado, de chicoria, hicieron saltar las alarmas de los soldados fascistas, que por esos días cortaban las melenas, el pelo largo, con el filo de las bayonetas como los pantalones de la mujeres. Fue confundido por un indiscutible y peligroso revolucionario. No pasó nada excepcional, volvió al DF. Con el tiempo la leyenda creció, el mito de la prisión, que guardadas las proporciones no tuvo ningún significado en el horroroso Chile. Bolaño regresaría 25 años después nuevamente al país que ya había vivido un infierno dantesco, con una larga lista larga de cadáveres y desaparecidos. En una conversación con el narrador chileno, Pedro Lemebel, editada en su libro Entre paréntesis, cuenta que salió de Chile cuando tenía 20 años, pero en verdad lo hizo cuando contaba con 15 años. ¿Por qué se saltó ese quinquenio? Lemebel le reclamaba su acento español. ¿Cómo pudiste perder el acento chileno? Vargas Llosa, nacionalizado español y residente hace años en España, habla un perfecto peruano a los 80 años. También está en dudas, entre los mitos de Bolaño, que conoció en El Salvador al poeta Roque Dalton y a sus asesinos. Su agónica vida ya había escrito el mito, aunque él lo había comenzado a forjar desde muy joven, al parecer.

 


• ¿A Neruda no le perdonó haber nacido?

Volvió cuando ya era reconocido con dos premios importantes por una de sus novelas cumbres: Los Detectives Salvajes. En el interín había desarrollado una visión crítica de Chile y de sus escritores. Enfrentaba una suerte de pasado fantasma, había vivido 15 años verdaderamente en Chile, y se formaría como escritor en el DF. Mi tierra literaria por excelencia fue México, dijo en una entrevista. Nacido en Santiago, nunca lo habitó y deambuló con su familia por distintas ciudades, pueblos, la provincia del centro y sur de Chile. Lector visceral, no terminó la secundaria, y no dejó de escribir, leer y monologar sobre los escritores chilenos hasta casi el final de sus días. Salvaba a unos pocos narradores, poetas, especialmente Parra (su devoción) y Lihn, mientras que a Neruda lo arrastraba al fango de la historia, rescatando con alguna sutileza Residencia en la Tierra, considerada por un poeta mexicano (José Emilio Pacheco) como la obra más importante del surrealismo. Octavio Paz llegó a decir que Neruda fue el mejor de su generación del habla hispana. Bolaño lo estigmatizó en una de sus mejores obras: Nocturno de Chile, que estuvo a punto de llamarse Tormenta de mierda.

Con su acento español, quizás Bolaño no se daba cuenta que formaba parte de la diáspora chilena. No fue el único, se manejaba con un lenguaje crítico y arbitrariamente borgeano, con aciertos y desaciertos, como que el país no había cambiado y de alguna manera desarrolló una obsesión por Chile y una cierta "dependencia epistolar y búsqueda, afianzamiento de su ser como escritor", a través de las cartas que intercambió durante años, buscando su camino con escritores chilenos de distintas épocas, como Lihn, Millàn y Waldo Rojas. Parra fue hasta el final de sus días su mayor devoción literaria y "lo presentó a España", país que no expresaba ningún interés, ni encanto por el antipoeta y su obra. Curiosamente en una entrevista del año 2000 advirtió que los escritores chilenos solo se conocían en Chile, quizás olvidó a Neruda y la Mistral, los premios nobeles. (A Parra una periodista española le preguntó por la existencia de la literatura chilena en plena dictadura y él respondió, no se olvide que tenemos dos premios nobeles y los citó). Isabel Allende, se transformaría en la más grande best seller femenina del habla castellana hasta hoy día. (No estoy hablando de literatura). Vicente Huidobro fue conocido en su tiempo por los surrealistas y los pintores de Francia como los escritores de España. Estuvo en la Guerra Civil, donde fue herido. Hoy sigue siendo un referente latinoamericano.

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DATOS DEL AUTOR:


Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947). Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional, experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación científico-técnica y económica, con circulación en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.