• La hora de Vietnam
y Allende
Todo lo demás fue historia, una tragedia griega
vivió el autor de Los Versos de salón, se enfrentó
al gobierno cubano, chileno, a los intelectuales de izquierda, se transformó
en un energúmeno, disparó a diestra y siniestra, solo
conversó en esa época con Ionesco, seguramente Lihn y
el suscrito en una banca de cemento donde mantenía un letrero
pidiendo disculpas y trabajando sus más furibundos artefactos,
con esa letra endemoniada que podría asaltar nuestros ojos al
menor descuido.
Parra estableció su propia República, se declaró
soberano y estaba dispuesto a defender como fuera su libertad de opinión,
no se sentía emparentado a la icónica estatua, pero poco
le faltaba. Era una isla contra otra isla y una larga y angosta faja
de tierra, siempre frente al precipicio del mar Pacífico. (Está
demasiado fresca la tinta de su partida, los críticos harán
su trabajo y analizarán con mayor distancia estos y otros acontecimientos.
No está Neruda, Huidobro, De Rokha, Gonzalo Rojas, ni la Mistral,
siempre alejada de la crítica ácida).
En los prados de esas queridas termas universitarias, donde retozaba
nuestra joven, feliz juventud, ya un Parra maduro se paseaba por los
jardines, como si estuviera en Berkley, Oxford, la UNAM o en el Central
Park. Allí estuvo con Whitman, Neruda, García Lorca, Huidobro,
Ginsberg, Gabriela Mistral, Kafka, Rulfo, Bolaño, Lihn, Jodorosky,
Pezoa Véliz, Aristófanes, Charles Chaplin, Shakespeare,-sobre
todo Hamlet- y tantos otros en el largo camino de la poesía,
porque a la orilla no se llega nadando en solitario.
En Parra, la crítica, polémica,
las contradicciones, opiniones oblicuas, eran una práctica común,
un ejercicio desde el desayuno a la noche y en sus grandes cuadernos
de eterno estudiante, apuntaba todo, cualquier idea que revoloteara
como una mosca sobre su cabeza o en sus alrededores.
No quiero olvidarme, de lo que leí hoy 23 de enero, durante su
irónica despedida en la Catedral, diseñada entre 1748
y 1800 por Joaquín Toesca, el mismo que construyó el Palacio
de La Moneda, sede del gobierno de Chile y donde murió Salvador
Allende, después del bombardeo del 11 de septiembre de 1973.
• El agua bendita del
cura Ibacache.
Parra no pidió el sitio, alguien
tenía otras lecturas respecto a sus deseos. No pudo el cura Ignacio
Valente (Ibacache en la novela de Roberto Bolaño: Nocturno de
Chile), llevarlo a la cruz en vida, cuando criticaba su antipoesía,
pero las fuerzas del destino arrastraron su ataúd- que lo cura
todo- cubierto por una arpillera tejida por su madre a la mansión
de Dios.
Previamente, en los faldeos cordilleranos donde falleció en el
sueño, en la Calle Julia Berstein 272-D, Ibacache Valente o Ibáñez
Langlois, el verdugo de Lihn en la crítica mercurial y de tantos
otros, vertió agua bendita sobre su féretro, que enrumbó
hacia la Catedral, en una procesión urbana de más de una
hora, atravesando el verano somnoliento de Santiago, con un Parra muy
seguro de si mismo en cuanto a su destino, pactado en vida con sus hijos.
En su poema Solo para mayores de cien años-vaya título
alusivo, personal, premonitorio, dice en sus versos finales: Pero
yo no me doy por aludido/Porque tarde o temprano/Tiene que aparecer/Un
sacerdote que lo explique todo.
• En capilla ardiente
en la Catedral.
Sí, aún mientras mi
memoria reescribe estos apuntes, Parra està en capilla ardiente
en la Catedral metropolitana, él, quien parecía tan lejos
de Dios, y todo indica que quería ser velado en su casa de La
Reina, sus verdaderos orígenes, donde escribió sus memorables
versos: ¡Viva la Cordillera de los Andes! ¡Muera la Cordillera
de la Costa,! en clara alusión a Neruda, que vivía en
Isla Negra. (El destino le jugaría otra mala pasada calculada:
se iría a vivir los últimos 20 años de su vida
a Las Cruces, ubicada en la Cordillera de la Costa y próxima
a Isla Negra, donde también se compraría su cuarta residencia
en la tierra. Neruda solo tuvo tres casas).
¿Parra se fue a morir a su casa de La Reina recuperar su pasado,
despedirse del emblemático sitio y reconocerse en la Cordillera
de los Andes? No lo sabemos aún, quizás no lo sepamos
nunca.
Cuando Neruda dio su discurso al recibir el Premio Nobel solo cito dos
poetas, a Rimbaud y a Huidobro, sin nombrar al pequeño Dios.
• Neruda, la verdadera
Catedral
Con esta escena pasa otro tanto. Parra y el suscrito, íbamos
caminado una noche frente al Edificio Diego Portales, sede de la Junta
Militar de Gobierno, 1974, (en el "horroroso Chile") y en
una de esas salidas, el antipoeta se detiene en la calle y exclama:
Compañero, que vamos a hacer, se nos murió la Catedral.
Se refería a Neruda, comunista convertido en Catedral, algo realmente
absurdo, pero en el doble y triple sentido parriano.
Neruda fue su sombra desde que comenzó a torcer el cuello al
cisne de la poesía y no cesaría hasta el final de sus
días, monologando siempre con el autor de las residencias y Tentativa
del hombre infinito.
La Catedral en el día de su velorio, que había puesto
música sacra, como suele ocurrir en las iglesias para estos eventos
fúnebres, se encontró con la tenaz resistencia de los
hijos y nietos de Parra, que reclamaron Gracias a la Vida, de su hermana
Violeta Parra, porque de lo contrario se iban. A los pocos minutos se
escuchó la voz de la Violeta, tan ninguneada en vida y aclamada
después de muerta.
Parra cuando editó Cancionero sin nombre, (1937), libro lorquiano,
se dio cuenta, en lenguaje popular, dichos, que por ahí no iba
la cosa, y durante una larga década y media se puso a velar sus
nuevas armas: la antipoesía.
Le endosó el problema al máximo referente de la poesía
chilena y habla castellana, Neruda, y no paró hasta el final
de sus días de hacer sombra con Pablito, como solía llamarle,
que nunca fue un poeta imaginario.
• Poeta de la gran tradición
poética chilena
Para entrar en materia con Parra hay que poner picas en Flandes en el
contexto de la poesía, escritura y en ad valoren su monumental
nueva retórica que copó la banca por varias décadas
con su antipoesía, antídoto contra la lírica tradicional.
Ese fue su caballito de batalla, la consigna: contra lo establecido,
contra todos y el mismo, contra la solemnidad. Una de sus frases favoritas,
debió ser: no dejar títere con cabeza, chilenismo para
arrasar con lo que sea.
El autor de Poemas y antipoemas, su libro emblemático,
antipoesía, forma parte de la gran tradición de la poesía
chilena, aún con su influencia anglosajona, todos sabemos que
es un poeta muy chileno, sagaz, que popularizó la poesía
como verdadera lengua del pueblo. En la solapa de su primera edición,
Neruda escribió: “Esta poesía es una delicia de
oro matutino o fruto consumado en las tinieblas".
• No me preguntes si los muertos fueron felices
Con su partida, las manecillas del reloj poético chileno y del
habla hispana dan una larga vuelta por la esfera de cronos y la ausencia
del antipoeta se hará sentir con el correr de los días.
No nos pongamos sentimentaloides, Parra se reiría de nosotros,
como lo hizo en vida, pero la ausencia de ese malestar verbal, ironía,
en un país montañés, taciturno, algo formalmente
gris, se hace notar.
Un viaje no siempre tiene un final/sobre todo cuando se reinicia
otro/así el verano como ahora/vendrán nuevas estaciones/donde
descansar y volver a empezar/Buen viaje su Excelencia aquí otros/continuaremos
los kilómetros restantes/distantes del cielo a tierra/o las estrellas/No
importan las distancias/sino la perseverancia/la resistencias de las
alas al viento. (RG)
No me preguntes si los muertos fueron felices/alguna vez y llegaron
a conversar con los vivos/Es un tema, una fórmula hipotética/no
olvides, no todos los días se entierra a un poeta/frente al mar.
(RG)
En un recuento muy personal, muchas veces la vida y los hechos, como
los dichos van por su cuenta y riesgo. Finalmente, la Mistral fue la
única que se mantuvo en su amada Cordillera de los Andes, sus
pares terminaron frente al mar.
El antipoeta deja màs bien libertad de acción que discípulos,
si los hay, no se notan, la poesía chilena seguirá su
propio curso, el tiempo ha derribado uno de sus últimos troncos,
pero la lucha contra la página en blanco continúa vigente.
La poesía es moneda de varias caras, su energía, voluntad,
existencia, necesidad, su palabra finalmente le convierte en un arte
indomable. Podrán aparecer titiriteros, magos, mesías,
profetas, alucinados, poetas malditos, pequeños dioses, imitadores,
farmaceutas, alquimistas, simples poetas de provincia, y la poesía
continuará ejerciendo su indiscutida belleza, la palabra. El
fuego de la poesía está en el hombre, es una llama inagotable,
a ti te toca mantenerla viva, amigo lector.
(Parra, hizo lo que pudo, fue un antipoeta long play, de larga duración
y será difícil arrebatarle eso récord, no dejó
de parrandear, de ser un parricida frente a la lìrica y especialmente
la obra nerudiana, y se preparó parra todos los gustos, eso,
al menos, intentó parreando para sobrevivir parra rato. Como
Adán, se cubrió con sus Hoja de Parra y bailó la
Cueca màs larga de Chile).
Parra siempre fue al límite hasta el último minuto de
vida: 103 años, no pudo estirar más la cuerda, nos deja
una Obra Gruesa, en permanente construcción a través de
cada lectura, hombre de abismos, desafió el tiempo y a toda su
generación. Siempre sobre la ola del mar, asmático, histriónico,
un protagonista en cualquier escenario, a punto de reír, un niño
en medio del juguete de la palabra, pedaleando hacia Chillàn,
sin tiempo en el tiempo de la eternidad.
Neruda, Huidobro y Parra
(Las tres cruces)
Con vista directa a Huidobro,
el mar, el mar, Nicanor,
saca tus cachitos al sol,
en la última morada:
Voy y Vuelvo,
más allá, Neftalí Reyes,
en su Isla Negra,
se sigue viviendo.
¿Son tres reyes magos de la poesía
chilena en el siglo XX y XXI?
¿O dos o tres más,
Mistral, De Rokha, Gonzalo Rojas
y una larga y angosta,
fértil, faja de tierra poética?
No nos miremos el ombligo,
de mar a cordillera,
del desierto a la antártica,
hay mucha tela nueva
que seguir cortando en el tejido
de la poesía. (Rolando Gabrielli©)
“Te vamos a poner donde nos
dijiste”, twiteó Cristóbal Ugarte, nieto de Nicanor,
en Instagram. “Entre Neruda y Huidobro. Ahora se completan las
tres cruces (+++)”.
Cae el telòn de la poesía.
Ya, Nicanor, descansa en Paz: Neruda.
SOY NICANOR DE CHILE
Voy a cerrar los ojos por última vez,
como si fuera a volar por todo Chile,
recorrer los campos y viñedos en secreto,
donde las uvas de mis antepasados,
no dejarán nunca de fermentar,
los mejores vinos son los tiempos vividos,
recuerdo todo, casi todo lo que la memoria
me suelta al pasar como una paloma.
Mi madre, mi hermana, mis hermanos,
mis hijos, mis nietos, mis antipoemas
me esperan en el ultimo andén,
en la estación terminal y les hago señas,
estoy atravesando el río.
(Rolando Gabrielli)
En resumen
"Siento al público tranquilo, siento al poeta chileno, siento
el arcoíris”, Ginsberg
Parra fue un tipo extraordinario, lo hubiese dicho Millàn,
como su verso personalísimo; un tío inefable, asumo lo
que podría pensar Waldo Rojas; un sobreviviente del horroroso
Chile, tal vez fueran quizás palabras de Lihn; un gran juglar,
le llamaba en vida Neruda; dicen que está haciendo hasta películas,
dijo Gonzalo Rojas Pizarro (Solo escribió dos grandes poemas,
yo 12 o 10, remarcó);Nicanor es el creador de una poesía
explosiva, màs sofisticada e inteligente que la de Neruda, incluso
en la poesía política, sentenciò Ginsberg;
estoy seguro de una sola cosa sobre la poesía de Nicanor Parra
en este nuevo siglo: pervivirà, sostuvo Bolaño; la antipoesía
es una peste, criticò ácidamente el poeta, narrador, crítico
chileno, Miguel Arteche (Premio Nacional); a mí me parece un
mistificador idiota, absolutamente idiota y perverso, dijo De Rokha
(Premio Nacional); no puedo dar ejemplos en estas en estas páginas
de la antipoesía: es demasiado cínica y demencial, Padre
Prudencia de Salvatierra ; se vende Parra/tratar con Nixon/màs
bien con la señora; apuntó su dardo el narrador Carlos
Droguett (Premio Nacional); hay un tipo de narcisismo que consiste en
empujar la propia obra lo màs que se pueda para tener presencia.
Es el màs peligroso porque contagia y enferma al propio autor.
Yo veo que gay algo màs que eso en Parra, y ha perjudicado su
obra, Armando Uribe, poeta chileno (Premio Nacional).
Gonzalo Rojas, (Premio Nacional, Cervantes, Octavio Paz, Hernández)
en un tiempo tuvo un enfrentamiento memorable con Parra, eran rivales
contemporáneos por el cetro que iba cediendo Neruda. De esa polémica,
salieron estos versos y otros màs del mismo texto, que Rojas
prefirió ignorar con el tiempo. No podemos ocultar de la realidad,
esta otra realidad. Una de cal y otra de arena, poeta.
Antiparreando, remolineando,
que Kafka sí, que Kafka no,
buena cosa, roba-robando,
se va Cervantes y entro yo.
Parra no aró en el mar,
vendimió la poesía chilena y universal, su molde fue uno
nuevo cada día...eso lo digo yo. Se buscó en Hamlet en
sus últimos días...
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Para
saber más
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947). Estudió
Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de
septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en
Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional, experto
en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países
de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación
científico-técnica y económica, con circulación
en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89).
Escribe para varios periódicos panameños como Analista
Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD,
Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet.
Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados,
ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.