En este periodo las esculturas son
muy toscas, poco movimiento se puede apreciar en ellas. Falta de expresividad
y gran hieratismo, como sucede con las esculturas egipcias. Las características
principales de las esculturas arcaicas:
• Los esquemas de composición
muy rígidos y compactos, como por ejemplo, brazos pegados
al cuerpo y cabeza de cuello grueso.
• Los ojos, la boca y la nariz, sobresalen de manera poco
natural, y la boca tiene una sonrisa estática, fija, se la
denomina sonrisa arcaica.
• La composición es totalmente frontal y perfectamente
recta.
Esta etapa duraría desde finales
del siglo VII hasta las guerras persas, es decir hacia el 480 a.C. Los
ciento cincuenta años indicados son un largo periodo de estudio,
de tanteos, para entender y explotar los límites del material,
para crear formas realistas partiendo de un bloque de piedra.
Se avanza hacia un cierto expresionismo
con unas imágenes para el culto realizadas en madera, a las que
se las denomina Xoana, en las que puede verse un ligero
estrechamiento en la cintura. Su hieratismo lo pone en relación
con Oriente, como ya hemos destacado.
Hasta nosotros han llegado los modelos
realizados en piedra. Uno de ellos es la Dama de Auxerre
de finales del siglo VII a.C., una pequeña escultura de 65 cm.
de altura cuyo pelo tiene un trenzado típico en las korai, es
decir un peinado con trenzas rectas que le caen como si fuera una peluca,
lleva un vestido ceñido a su cuerpo con un manto sobre sus hombros.
El vestido tiene una simple decoración geométrica por
incisión y sigue la idea de los vestidos de diosas minoicas.
o la Hera de Samos de la primera mitad del siglo VI a.C.
Gracias a los juegos de atletismo
se comenzaron a realizar esculturas masculinas, a estas se las denominó
Kuroi, imágenes de los atletas vencedores, de
pie con los brazos estirados a lo largo del cuerpo, con los puños
cerrados, y una de las piernas adelantadas de clara influencia egipcia.
No reflejan movimiento alguno y denotan una gran inexpresividad aunque
a finales del siglo VII y hasta el V a.C. sufrirán una importante
evolución ganando en expresividad y movimiento. Poseen una fuerte
geometrización (sobre todo en pelo y torso), y desproporciones
entre las distintas partes del cuerpo; con ojos almendrados y abultados;
la boca siempre cerrada y con sonrisa arcaica (sonrisa eginética).
Uno de los más conocidos es el Kuros de Milo, el
Moscóforo, un joven que lleva un ternero sobre
los hombros, se trata de un exvoto dedicado por Rhombos, según
consta en la inscripción de la base. Está tallado en una
sola pieza de mármol y mide 165 cm.
Otros a destacar serían los
Kuros de Cleobis y Bitón de Delfos
(600 a.C.), obra del escultor Polimedes como indica la inscripción
que preside su basa. Se trata de un grupo escultórico. Según
cuenta Herodoto eran hijos de una sacerdotisa del Templo de Hera, en
Argos. Los dos jóvenes aparecen representados en un tamaño
superior al normal, más de dos metros de alto, cuando las tallas
estándares suelen oscilar entre el medio metro y el metro. Su
tipología y composición es la habitual en los Kurós:
rigidez, frontalidad, sentido de bloque y pierna adelantada, en este
caso con más motivo, pues son el recurso expresivo para trasladar
al espectador la actitud resuelta y valiente de los hermanos. Como es
igualmente habitual, están desnudos, y con los brazos pegados
al cuerpo y los puños cerrados, postulando de esta forma esa
sensación de tensión compositiva.
También se esculpieron Korai,
que son las representantes femeninas. Casi todas las conocidas proceden
de la Acrópolis de Atenas y son figuras sonrientes, siempre vestidas
y con cabellos recogidos en la nuca. Es más importante el estudio
de los pliegues que el de la anatomía. Se distinguen dos tipos
fundamentalmente, con el peplo dórico (túnica gruesa sin
pliegues) y con chitón jónico (de textura fina y con abundantes
pliegues); con los dos pies juntos; la mano libre sujeta el vestido
o una ofrenda; con sonrisa arcaica.
Son estatuas de carácter religioso, encontradas en los templos.
Poseen algo más de naturalismo y siempre están policromadas.
La más representativa de estas esculturas es la Koré de
la acrópolis, más conocida como Niké
o la Victoria alada de Delos.
También destacar la Hera de Samos,
todavía muy arcaica, aunque es mucho más estilizada, muestra
un especial cuidado en el ropaje. Los pliegues son muy menudos y verticales,
se estrecha hacia la parte inferior. El manto tiene pliegues diagonales.
La anatomía está ligeramente marcada. Procede del templo
consagrado a Hera en la isla de Samos y se puede fechar hacia el 550
a.C.
Y la Kore del Peplo,
realizada en mármol de Paros y procedente de la Acrópolis
ateniense, datada alrededor del 540 a.C y de 120 cm. de altura. Ataviada
con una larga túnica, simple y pesada, apenas deja percibir los
detalles anatómicos del cuerpo femenino, únicamente marca
la cintura y deja intuir los senos. El grosor del paño determina
la caída de los pliegues que en el borde inferior aparecen minuciosamente
trabajados. Tales elementos confieren a la estructura un aspecto casi
ceremonial, que contrasta con la minuciosa y refinada ejecución
del peinado, trenzas largas que le cuelgan por delante, y con la delicadeza
del rostro. Alrededor de mediados del siglo VI a.C. se introduce la
nueva moda procedente de la Grecia oriental, el lujoso peplo jónico,
que consistía en abundantes pliegues y que se convertiría
en la indumentaria habitual. Sin embargo, esta Koré viste todavía
a la manera antigua: el peplo dórico por encima del jitón.
Se aleja de los convencionalismos
establecidos adquiriendo una preocupación evidente para plasmar
expresividad. La extraordinaria calidad en el modelado de las facciones,
la forma más suave y natural de la boca y ojos, y el movimiento
del brazo izquierdo son rasgos del avance de la estatuaria griega arcaica
hacia un cierto clasicismo.
Otro apartado en la escultura arcaica griega son los relieves. En ésta
época se utilizan como decoración templaria, siendo placas
para cubrir las metopas o relieves para los frontones. Será precisamente
en ellos donde mejor se puede seguir la evolución de la escultura
de este periodo. En los ejemplos más tempranos nos encontramos
figuras de tamaños decrecientes que se amoldan a la llamada ley
del marco.
Se conservan los del primer Hecatompedon del Partenón,
del templo de Prinias en Creta. Y el de Artemisa
en Corfú, en el que se representa en el centro
una Gorgona de unos tres metros de altura, semiarrodillada en la representación
convencional del movimiento o la carrera, una de las rodillas, la posterior,
roza el suelo.
La Gorgona está franqueada por
dos leopardos que tienen la cara vuelta hacia el espectador. Estas tres
grandes esculturas centran la atención del espectador, sin embargo
junto a ellas se encuentran otras dos pequeñas imágenes
que representas a un caballo alado y a un joven. Tras el leopardo situado
a la izquierda se encontraba, hoy desaparecido, un hombre que proyectaba
una lanza hacia una figura sedente, tras este aparecía un cadáver.
Conservando la simetría de la composición, en el otro
extremo se representaba a Zeus sin barba, semiarrodillado, lanzando
un rayo, de nuevo mostrando la cabeza hacia el observado. La Gorgona
en este momento no es la criatura malvada del mito posterior, aquí,
junto a los animales salvajes cumple la función de guardianes.
Es posible que este frontón el caballo alado y el joven sean
los hijos de la Gorgona, y estemos ante el nacimiento del mito.
Aunque las figuras centrales, la Gorgona,
Pegaso y Crisaor parecen ser identificadas con claridad, las figuras
laterales son más confusas. Los cadáveres de los extremos
serían dos titanes muertos, y los grupos se identificarían
con Zeus amenazando al gigante Japeto y la figura sedente podría
ser Rhea o Cronos amenazada por Poseidon, aunque otra interpretación
afirma de es el anciano rey de Troya, Priamo amenazado por Neoptolomeo,
con lo cual nos encontraríamos con otro tema mitológico
la Iliupersis, el saqueo de Troya.
También ha llegado a nuestros días el Tesoro
de los Sifnios en Delfos. En el frontón se representa
el enfrentamiento entre Apolo y Heracles por la posesión del
trípode délfico, con la imagen de Zeus en el centro.
El friso está dividido en varios relatos. En el friso oriental
se observa un combate frente a las puertas de Troya alrededor de un
guerrero caído, a ambos lados del combate aparece un carro. Los
caballos parecen girarse con el auriga tras ellos, mientras que los
carros no están tallados, sino pintados en el fondo en escorzo.
Junto a la contienda aparece una reunión de los dioses favorables
a Troya, Ares, Afrodita, Artemisa, Apolo y Zeus.
En el friso norte se representa una
Gigantomaquia, donde aparece tallada la firma del escultor, que fue
borrada. Es evidente que el artífice de este friso no es el mismo
que el del oeste y el sur. Los planos se rompen mediante una solución
audaz en tres cuartos y agrupamiento de figuras que producen una impresión
tridimensional, rompiendo la rigidez arcaica. Aunque la profundidad
del relieve no ha sufrido grandes cambios, esta muy influenciado por
el altorrelieve de las metopas.
Del friso del oeste solo se conservan tres fragmentos, un fragmento
que representa el juicio de Paris, otro representa a Hermes deteniendo
el carro de Afrodita, el último representa a la diosa descendiendo
del carro. Tanto los caballos como el carro están tratados de
perfil y labrados con gran técnica en planos paralelos al fondo
que retroceden gradualmente.
Este mismo escultor realizó
el del lado sur del que se conservan unas losas que representa un rapto,
tal vez el de las hijas de Leucipo o el de Helena. Existen restos de
la policromía del friso, así como fragmentos que nos dejan
ver que se combinaron elementos de bronce y algunas de las figuras presentaban
inscripciones que permitieron su identificación.
Los frisos norte y este se corresponden con el comienzo del arcaico
tardío que culminan el en periodo clásico. En ellos se
puede apreciar el trabajo de dos maestros, el de los frisos norte y
este, posiblemente perteneciera a la escuela jónica, mientras
que el otro maestro, posiblemente fuera de la escuela ática.
Bibliografía
- BIANCHI Bandenelli, R. y Paribeni,
E.: El Arte de la Antiguedad Clásica, Akal, Madrid,
1985.
- BOARDMAN, John. El arte griego . Barcelona: Ediciones Destino, 1991.
- BOARDMAN, John. Escultura griega del periodo clásico tardío
y la escultura en las colonias de ultramar . Barcelona, Ediciones
Destino, 2001.
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Ediciones Destino, 1999.
- CHARBONNEEAUX, J. Martin, R. Villard, F.: Col. El Universo de las
formas, La Grecia Arcaica, 1969.
- PIJOÁN, José.: Summa Artis. Historia del Arte, vol.
IV, Madrid, Espasa Calpe, 1931.
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