Si bien el milagro de la vida, es decir, la procreación
y el nacimiento ya son comprendidos y explicados racionalmente, el ‘misterio
de la muerte’ o, mejor dicho, de aquello que hay más allá
de la muerte, sigue siendo el ‘gran misterio’.
El que la vida física tuviese un final, era inevitable, pero
la incerteza de lo desconocido y la misma vida, probablemente impulsarán
la necesidad de explicar la continuidad de la fuerza vital incluso mas
allá de la muerte.
Parece indudable que, aunque sin un elevado grado de tecnología
como el actual, el ser humano poseía un grado de observación
mayor de la naturaleza. Los ciclos de la misma, alternancia del astro
sol y la luna, épocas de sequía a las que se siguen las
de las lluvias, época favorable para la cosecha y época
para la recolecta, todo se basa en su eterno ciclo de destrucción-nacimiento.
La cultura egipcia es una de las que
con mayor detalle descriptivo han intentado explicar este tránsito
facilitando la ‘doble visión’, es decir: la visión
de lo ‘invisible’, que solo puede ser visto tras la muerte
y la visión de lo ‘visible’, que todos pueden ver
en vida [Nota
1].
El orden con el cual se presenta la naturaleza constituirá el
eje alrededor del cual el orden de la existencia girará, el Maat,
es el equilibrio entre las distintas fuerzas o manifestaciones ya existentes
en potencia, desplegadas en el principio (Sep Tepi = el primer
momento). Como todas las culturas agrarias, su visión del mundo
estará ligado al mundo ctónico, del interior de la tierra
surge la vida, así como de la mujer surgen los hijos, y de la
noche surge el día. La idea de la cueva, de lo subterráneo
y por extensión de la tumba, como lugar donde surge la vida.
Esta es una concepción que permanecerá con fuerza a lo
largo de toda la historia del mundo de los faraones y si bien convivirá
con el culto solar, nunca perderá preeminencia. Por ello es notable
el intento de Akhnaton de intentar cambiar todo un pensamiento
y una cosmovisión abandonando la soteriología agraria
y la idea del dios-faraón.
La mitología egipcia explica y describe mediante ejemplos, los
arquetipos (al igual que lo hará la griega con el personaje del
héroe) que definen el orden del mundo, la lucha del caos contra
el orden, representados por Set y Osiris. El viaje iniciático
de Isis [Nota
2] en búsqueda de las distintas partes de su
esposo-hermano (asesinado por Set) hasta reunirlo, un viaje
que, probablemente, señale hacia el proceso de reunificación
del ser humano o de concienciación de que aunque múltiple,
la naturaleza es una. Los dioses mitad hombre/mujer mitad animal, son
representaciones o aproximaciones a aquello que de mágico o sagrado
tiene la naturaleza.
Esta habilidad del pensamiento egipcio, de no encerrarse en un solo
marco, desplegando distintos caminos aproximativos para explicar el
mundo nos confirma que la unidad se reconoce a través de la multiplicidad.
El proceso o tránsito de la
muerte a la vida, es un proceso lógico y de continuidad, manteniendo
el difunto su actividad en nuestro mundo:
- el difunto solo podrá
acceder a ese viaje y por lo tanto, al más allá,
solo si todo su cuerpo físico, (su envoltura terrena) está
completo, de otra manera no habría orden.
- ha de pasar por un juicio, el pesaje de su corazón teniendo
como contrapeso a Maat, si el corazón [Nota
3] es justo y el hombre habla la verdad (de
ahí el rito de la apertura de la boca permitiendo a la
estatua la capacidad de la expresión lingüística,
pues en caso de daño del cuerpo físico del difunto,
esta será quien le substituya) la balanza mantendrá
el equilibrio y será aceptado por los dioses
Otro tema interesante es la visión
de los alimentos como algo necesario para la supervivencia del difunto,
en el más allá, el que la palabra Ka (flujo vital)
en plural (kau) signifique ‘alimentos’ presenta
un aspecto mas allá del meramente alimentario sino que lo ontologisa
como el ‘alimento del alma’ [Nota
4].
La detallada descripción de
cada ritual es, justamente, para que cada gesto sea efectuado exactamente
en cada ocasión, la repetición exacta no es, como sería
en nuestra época, una falta de imaginación o creatividad,
sino el deseo de respetar el orden natural de aquello que ya es perfecto
por esencia.