Sin embargo,
a pesar de la valoración que venimos haciendo de la profunda
filosofía de Picasso vemos que su obra tardía no tiene
esa grandeza. No pretendía pintar la vida, pretendía enseñarnos
la vida mediante su ejemplo, enseñándonos los valores
más elevados que hay en ella y que él había encontrado.
Pero era más profundo en las intenciones que en la forma de expresarse.
Y esto nos resulta terrible porque vemos en esta definición la
misma que utilizó Nietzsche para la tragedia griega en la época
de su máximo esplendor en la que los personajes no demostraban
con sus palabras la profundidad de sus actos. Pero en la tragedia griega
el público tenía que ser un espectador estético
y no crítico, como ocurre hoy en día, y era capaz de ver
en la obra la idea que contenía. A que haya una enorme distancia
entre la vida y la interpretación que se hace de ella se debe
que algunos pensadores no hayan sido comprendidos inmediatamente. Ni
Picasso.
La verdadera
vida es más sencilla de lo que han supuesto todas las consideraciones
teóricas y sociales que se hacen sobre ella, pero también
más dura. La teoría y el individuo tienen en común
la necesidad de formas y fórmulas grandiosas. Lo sencillo parece
de baja calidad y es despreciado. Pero quien tiene calidad humana no
se preocupa de que su aspecto resulte humilde. Nietzsche expresaba esta
misma idea diciendo que solo a los dioses no les asusta su desnudez.
El mérito de Picasso se debe a que, después de crear las
formas más complejas de arte cientifista, el análisis
de la representación mediante el cubismo, se percató del
sinsentido de esa labor, ese es trabajo para técnicos, no para
artistas. Y Picasso volvió a introducir la idea en la pintura
para devolver la grandeza a un arte que se había limitado a mostrar
conceptos.
A partir del Guernica,
por establecer una fecha significativa, la obra de Picasso se trasformó.
En el Guernica, evitó hacer referencia a un suceso concreto,
lo que hubiera sido un síntoma cientifista o político,
y nos habló del sufrimiento de la humanidad y así lo siguió
haciendo hasta el final de sus días. La mujer que llora nos muestra,
con su lamento, su dolor; el mosquetero, el torero o el rey, nos muestran
su poder, pero no el terrenal, el humano, su satisfacción por
la vida. El pintor que contempla a su modelo desnuda, nos habla del
deseo, de su voluntad satisfecha. ¿Qué es todo eso sino
la vida? Su arte nos expone las posibilidades que nos ofrece la vida:
el dolor y la alegría, y nos cuenta que ambas son necesarias
y nos dice que hasta las pequeñas cosas de la vida son parte
de ella: lo grande y lo pequeño, lo bueno y lo malo, todo forma
parte de la existencia.
Picasso ya se había cansado
de ‘los informes meteorológicos’, de la geometría,
que nunca defendió, de las técnicas y de los catálogos
de actitudes. Todo ello no es más que el conjunto de elementos
de que dispone el artista para realizar su labor, lo mismo que su caballete,
sus pinceles y los tubos de óleo. Y quizás muchos estuvieran
dispuestos a pagar por el caballete de Picasso pero no como una obra
de arte sino como un relicario. Con esos elementos que nos refieren
las vanguardias debe el artista hacer una obra y no limitarse a exponerlos
sobre un lienzo.
Sin embargo la crítica está
de acuerdo en considerar que la obra anterior al Guernica posee
una calidad superior. La obra tecnicista de Picasso posee el carácter
cientifista propio del siglo XX y los críticos, hombres de su
tiempo, buscan en el arte aquellas características que se tienen
por virtud y calidad, y todo lo que no esté formulado mediante
una ciencia les resulta inadecuado. La consideración de la obra
inicial de Picasso como superior al resto por ser científica
está formulada con un criterio científico. El cientifismo
tuvo su tiempo y debió ser superado, como tuvo su tiempo el impresionismo
y se superó, así lo propuso el genio, pero no fue el caso
y se mantuvo en el arte un criterio que convenía a la sociedad.
Criterio que consiste en creer que todo arte debe ser trasgresor y como
las vanguardias lo habían sido, se acordó mantener los
valores que las configuraron, es decir, los racionales, porque en el
siglo XX, cuando el hombre ha acabado con los dioses y con los reyes,
tuvo en alta estima defender la ciencia y la razón. Con su larga
experiencia el hombre acabó por percibir la insatisfacción
que le produjeron y también los ha sustituido, pero los mantiene
como elementos de su argumentación con los que defender una postura
y los usa a su conveniencia.
El período azul de Picasso
fue una etapa de formación. En ella prescinde del color para
dominar la forma sin distraerse con elementos ajenos a la composición.
El período rosa es el complemento de su formación en la
que ya incorpora el color, cuando ha dominado la línea. Estas
obras son apreciadas con justicia pero son obras clásicas en
las que habla a su manera, con veinte años, de la vida.
Un análisis del genio permite encontrar el sentido último
de la obra tardía de Picasso, la expresión del conocimiento
del mundo, en lugar de presentar, como todos los demás artistas,
un conocimiento de la obra. Durante el siglo XX los artistas se dedicaron
a realizar el estudio de las artes, luego, hicieron ciencia; Picasso
realizó un estudio del hombre, e hizo arte. Esa fue la grandeza
de Picasso y eso es lo incomprensible de él. Nosotros no negamos
la calidad de sus obras tempranas, lo que decimos es que en toda su
obra hay dos elementos, la forma y la esencia. La forma inicial era
perfecta, pero la esencia de aquella atenta contra el orgullo del artista.
En su obra posterior, la esencia es la del arte; las formas varían;
pero la gracia, el gesto y el carácter de sus figuras son insuperables
¿Quién no se admira ante los retratos de Jaqueline? Y
por si esto no fuera suficiente, se permite hacer series con los gestos
y con el carácter mostrando tal variedad que sin duda alguna
conoce la esencia del personaje retratado –lo que quiere decir
que Picasso conoce su propia esencia- pues nos muestra las diversas
manifestaciones de un sujeto ante distintas circunstancias, y nos las
enseña con distintas técnicas. Al percibir la obra de
Picasso podemos valorar el fondo o la superficie y, puesto que cada
uno valora según su inteligencia, dejaremos lo simple para los
simples y lo profundo, para los profundos.
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