En
el arranque del siglo que hemos dejado atrás, nació
la inclasificable autora de de tantas cosas, dibujos, cuadros,
cartas, fotografías, y hasta un Diario hecho arte. Frida
Kahlo, sujeto que pinta y sujeto pintado, nos lega su arte en
el que se lee, se ve y se siente su atormentado espíritu.
Un espíritu tintado de los colores puros de México
y marcado por sus miedos, sus gustos, su soledad y sobretodo,
por su dolor, ese estado que nadie ha podido transmitir como
ella, la Kahlo, capaz de hacernos sentir su padecimiento. Casi
podemos percibir que nos duele la espalda o la pierna, tan solo
con ver sus lienzos o dibujos en los que dibuja unos pies rotos,
una columna fracturada o su cuerpo desintegrándose. Símbolo
de su propio sufrimiento, lo que vive es lo que pinta, pero
ninguna experiencia humana, por dolorosa que sea, se convierte
sólo por esto en arte.
En numerosas ocasiones se ha intentado relacionar erróneamente
su obra con el Surrealismo. Pero Frida Kahlo siempre ha estado
desligada de cualquier movimiento. Ella no quería recurrir
a ninguna teoría para hablar de su pintura y mucho menos
para realizarla, era libre. Quienes somos nosotros para ponerle
las cadenas que libremente se quitó. Su pintura está
lejos de los símbolos freudianos y de la filosofía
surrealista que se ocupaba de los sueños y pesadillas,
en ella dominaba el ingenio, la fuerza, y la tradición
del arte popular mexicano. Ella misma escribió que no
pintaba sus sueños, sino su propia realidad. Toda su
pintura procedía de su interior, emanaba de sus llagas
abiertas, que a lo largo de toda su vida no logró ni
tan siquiera cerrar un poco.
Su marido, el gran muralista mexicano Diego Rivera, es la otra
gran obsesión que la corroe. Desde que contraen matrimonio
el 21 de agosto de 1929, no hace otra cosa que intentar agradarle
y seducile.
Muchas versiones de muchas historias han sido dichas acerca
de Frida Kahlo, y probablemente nunca conoceremos la verdad
completa acerca su vida, pues Frida disfrutaba ampliamente cubrir
su vida con un velo de misterio; su ficción empieza con
el año de su nacimiento. Ella decía haber nacido
en 1910, el año de la Revolución, porque quería
sentir, -como ella misma lo manifestó-, que los ideales
de la Revolución habían nacido con ella; pero
en realidad Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, nació
el 6 de julio de 1907, en la Casa Azul en Coyoacán, en
la que años más tarde vivió por mucho tiempo
con su esposo Diego Rivera. Su vida estuvo continuamente marcada
por accidentes y enfermedades. Siendo aún muy pequeña
sufrió poliomielitis y su pierna derecha quedó
totalmente deformada, por si eso no fuera poco, a los dieciocho
años sufrió un grave accidente que casi la dejó
imposibilitada para caminar y por el cual se le daban pocas
esperanzas de vida. Su drama personal era terrible, para ella
el mundo se convirtió en un ‘planeta doloroso’
y fue precisamente durante este periodo de soledad, amargura
e inmovilidad, que Frida empezó a pintar, y el sufrimiento
que estaba sintiendo le influirá ampliamente en su obra:
‘The only good thing is that I'm beginning to get used
to suffering, and I'm now able to express my loneliness, immbility
and bitterness’
Pero además de esta inspiración melancólica
que encontraba en su propia vida, Frida Kahlo se fijó
muy bien en la situación por la que estaba atravesando
y había atravesado México, y descubrió
un entorno lleno de contrastes políticos y sociales,
contrastes en los cuales las cosas no estaban siendo justas
para el pueblo. Además, desde pequeña mostró
tener ideas revolucionarias y estar ampliamente interesada en
política y sociedad, lo cual no era muy común
entre los estudiantes de la Preparatoria, aún así,
quienes tenían estas inquietudes formaron un grupo llamado
‘Los Cachuchas’, en él Frida y los demás
miembros llevaban a cabo discusiones vehementes acerca de Hegel,
Marx y Engels, siendo Frida muy destacada en sus ideas respecto
a estos pensadores. De hecho, en una de sus pinturas Frida Kahlo
nos muestra nuevamente la relación Política, artista
y obra, se trata de El Marxismo curará a los Enfermos,
en la cual los enfermos son ella y la clase trabajadora, para
la cual las ideas del gran pensador alemán representan
la cura. En Frida es destacable que sus posturas políticas
le dieron un margen de libertad mayor que al común de
las mujeres contemporáneas. Su participación en
la vida política de México, el conocimiento y
la amistad con figuras de la política mundial, como Trotsky,
Bretón y Tina Modotti, entre otros; necesariamente tienen
que haber influido en su discurso.
Todo ello conforma el universo de Frida, una mujer que supo
vivir su tiempo y que el tiempo ha ido poniéndola en
el lugar que le correspondía, es decir en el sitio de
los grandes artistas.