El
fresco más famoso del polifacético Leonardo da
Vinci, ‘La última cena’ volvió a lucir
en todo su esplendor en 1999 después de una larga restauración
que duró 21 años, pero son muy pocos los privilegiados
que han podido contemplar el fresco, pintado en una de las paredes
de la Sacristía del Bramante, en la Iglesia de Santa
María de las Gracias en Milán. El reducido espacio
no permite que entren más de 20 personas a la vez, y
se necesita reservar meses antes. Por ello, anualmente contemplan
la obra unas 300.000 personas.
Gracias a las nuevas tecnologías, se presenta la gran
oportunidad de observar una de las obras maestras del genial
artista renacentista. La iniciativa de exponer la obra en el
ciberespacio es de la editorial De Agostini y la sociedad Hal9000,
líder mundial en el sector de la fotografía de
alta definición, con el patrocinio del Ministerio de
Bienes culturales. La calidad de la fotografía del Cenáculo,
16.000 millones de pixels, permite a los internautas penetrar
hasta las entrañas del fresco y gozar de todos sus detalles.
La posibilidad de estar tan cerca de la imagen permite apreciar
detalles como un pequeño campanario, de menos de dos
centímetros, que se ve desde la ventana detrás
de la figura de Jesús. También se pueden ver claramente
los objetos presentes en la mesa, desde los vasos con el vino
a algunos gajos de naranja en un plato frente a San Mateo.
Con un poco de atención se pueden observar los detalles
del manto de Judas, el único en el que Leonardo dibujó
pequeños bordados dorados. Con el cursor se pueden casi
tocar las pequeñas grietas del fresco, causadas por el
paso del tiempo y por su intención de realizar un fresco
pintado ‘a seco’.
Esta obra de Leonardo, que sobrevivió milagrosamente
al bombardeo de Milán en 1943 (los habitantes de la ciudad
apuntalaron el muro con sacos de arena), fue restaurada siete
veces con técnicas diferentes y con la obsesión
de fijar el color, lo que supuso el empleo de colas que con
el paso del tiempo oscurecieron el original hasta hacerlo casi
imperceptible. Además, hay que añadir que la técnica
utilizada por el artista y la humedad imperante en el lugar
provocó la pérdida de color apenas diez años
después de que hubiera acabado el fresco.