La obra, realizada en óleo
sobre tabla, fue robada de la iglesia parroquial de Santa Cruz
de Nájera (Logroño) durante la Nochebuena de 1913.
La tabla, que posee un precio estimado entre 750 mil y un millón
de euros, es un retablo de 1,4 por un metro en el centro y dos
‘alas’ a los lados de medio metro de largo y la
misma altura. El tema central es la Lamentación sobre
Cristo crucificado, mientras que en los laterales figuran una
pareja de donantes amparados por San Pedro y Santa Ana.
El hecho de que esta pieza saliera a subasta, fue denunciado
ante la Guardia Civil por un particular. Ayer, el Ministerio
de Cultura confirmó que se están manteniendo negociaciones
con Sotheby's ‘para llegar a una buena solución’.
Un portavoz de esta compañía confirmó anoche
la recepción de la notificación del instituto
armado en la sede madrileña de la firma, pero se limitó
a señalar que el departamento legal ‘está
estudiando’ cómo proceder. ‘Normalmente,
cuando hay dudas sobre una obra, se suele retirar’, añadió
el mismo portavoz.
La pieza, según se informa en el catálogo de la
venta, es, después del retablo del Descendimiento de
la iglesia de San Miguel de Segovia, una de las piezas de Benson
que se conservan intactas más importantes y, por cuanto
obra en conocimiento de Sotheby's, ‘la única que
queda en manos privadas’.
El peregrinaje de la obra aparece documentado en el tomo IV
del estudio ‘Dispersión y destrucción del
patrimonio artístico español’, de Francisco
Fernández Pardo, según el cual el robo fue denunciado
por el académico najerense Constantino Garrán.
Poco después, el 24 de enero de 1914, el diario Abc recogía
en sus páginas el suceso. El tríptico podría
haber permanecido originariamente en el monasterio benedictino
de Santa María la Real y, tras la desamortización
de bienes eclesiásticos, se depositó en la Real
Capilla de la iglesia de Santa Cruz. La pista se pierde hasta
julio de 1969, cuando un ciudadano español descubrió
el tríptico en un anticuario parisino, Darío Boccara.
Un americano y el Gobierno belga se interesaron por la pieza.
Curiosamente, Bruselas no recibió entonces la autorización
del Gobierno español -existía un acuerdo entre
ambos países sobre la compra de bienes culturales- para
hacerse con la obra y ésta acabó, tras diversas
negociaciones, en manos del banquero portugués Ricardo
Espíritu Santo. A su muerte, el tríptico pasó
a manos de un coleccionista francés, quien lo vendió
a su vez al actual propietario, que la ha confiado a Sotheby's
para su subasta.