Art Monthly, una influyente
publicación cultural de Australia, bien conocida en el
mundo anglosajón, ha convertido la portada de su último
número en el centro de la atención pública
sobre el arte y la censura, y los juicios y prejuicios de políticos
y organizaciones protectoras de los derechos de los niños
que en algunos casos han visto la imagen casi como una incitación
a la pedofilia.
Sentada sobre una roca, con un cielo encapotado como fondo,
una niña de seis años mira hacia la cámara.
Con las piernas flexionadas cubre casi todo su cuerpo.
Según el primer ministro australiano, Kevin Rudd, la
escena es pornográfica: ‘No puedo tolerar esa cosa…
Aquí estamos hablando de la inocencia de una pequeñita.
Una criatura no puede responder por sí misma si desea
ser retratada de esa forma’, dictaminó este político
salido de las filas de un partido de centro izquierda.
Pero la prensa australiana y británica no sólo
han recogido las palabras del indignado ministro sino también
las de Olympia Nelson, la niña que hace cinco años
posó para su madre, la fotógrafa Polixeni Papapetrou.
‘Estoy de veras ofendida por lo que Kevin Rudd dijo sobre
mi foto. De las que me ha tomado mi mamá es una de mis
preferidas, aunque no mi favorita […] creo que la foto
que me tomó mi mamá no tiene nada que ver con
abuso’, lamentó Olympia en una conferencia de prensa
en Melbourne. Pero su opinión en este caso no ha tenido
peso para los activistas que defienden sus derechos como ‘víctima’
de un abuso. Ellos consideran que una niña de 11 años
no es lo suficientemente madura para hablar de un asunto de
tanta importancia.
El diario británico The Independent consignó las
reflexiones de la aguerrida Hetty Johnston, directora del grupo
Bravehearts contra los abusos sexuales a niños, exige
retirar de la circulación el actual número de
Art Monthly, una revista apoyada con fondos públicos:
‘Cuando el arte y la pornografía chocan, no tenemos
que equivocarnos con los niños. Como está claro
que algunos en el mundo de las artes no pueden, nosotros necesitamos
marcar un hasta aquí y decir esta es una zona prohibida’.
Los activistas, además, exigen que los artistas propongan
un protocolo que garantice los derechos de los niños
cuando sean retratados, para evitar más disgustos futuros
con obras como las de Papapetrou. La portada de Art Monthly
ha sido una especie de bomba para hacer estallar el debate sobre
la frontera entre el arte y la pornografía, pero también
sobre cuándo las consignas políticamente correctas
de un gobierno de izquierda se convierten en una histeria puritana
similar a la que despiertan los tabúes sexuales y religiosos
que irritan a la ultraderecha cuando el arte los aborda.
La verdad es que la portada en absoluto es humillante, tan sólo
se ve la inocencia de una niña, que es cierto, está
desnuda, pero sólo una mente un tanto ‘sucia’
y ‘mal intencionada’ vería más allá
de lo que enseña, es decir nada. Hay que tener cuidado
entre el puritanismo exacerbado y tendente a exagerar con lo
que es simplemente una fotografía de una niña,
tomada de una manera artística.