Este museo con una de las mejores
colecciones artísticas posteriores a la Segunda Guerra
Mundial está al borde de la bancarrota. Sus gastos anuales
exceden los 15,7 millones de euros, la financiación pública
es mínima y las donaciones que apoyan el 80% de sus operaciones
son escasas. Una de las soluciones que se baraja puede ser asociarse
con otro centro más rico y conservador, algo que aún
está en el aire, pero que se perfila como una solución
muy posible.
El museo, con 25 años de historia situado en el corazón
de Los Ángeles, ha invertido sus fondos en cubrir deudas,
por lo que no ha podido invertir en arte. En 2000 los fondos
estaban en 28,5 millones de euros y este año se sitúan
por debajo de 5,5 millones.
Culpar a la actual crisis económica es demasiado fácil,
aunque es lo que ha hecho el director de esta institución,
Jeremy Strick, en un e-mail enviado a los patrocinadores del
museo. En él subraya que en ‘esta temporada de
incertidumbre económica’, el museo no es ‘inmune’
al impacto y solicita a sus benefactores que les de más
dinero y ‘ahonden en su compromiso’ con el arte.
Lo malo es que la crisis de este museo comenzó mucho
antes del bache bursátil y financiero. Según ha
publicado estos días Los Angeles Times con las declaraciones
fiscales del MOCA en mano, antes de la crisis económica
ya se había comido sus reservas sin propiciar campañas
para recaudar fondos y con unos gastos en aumento.
Como asegura el crítico de arte Christopher Knight, el
que la principal institución artística de los
últimos 50 años cerrara su balance económico
de 2007 con una cartera de gastos de 15,7 millones de euros
y un fondo de inversión por la misma cantidad es ‘suicida’.
‘Hace algo más de dos décadas el MOCA surgió
como un pionero temprano y esencial en el renacimiento del corazón
de Los Ángeles. Hoy el museo es más que el ancla
de este pasillo de las artes (...), es esencial para mantener
el perfil rompedor de la ciudad en el mundo’, declaró
el alcalde de la ciudad, Antonio Villaraigosa, ante las noticias
de la inminente quiebra de una institución con dos sedes,
ambas en el centro de la ciudad, y 250.000 visitas anuales.
Otros como el millonario Eli Broad, principal filántropo
de las artes en Los Ángeles, dejó que su cartera
hablara por él proponiendo ‘una importante inversión’
de 23,6 millones de euros. Un porcentaje de esta cantidad sería
al contando y el resto distribuido en los próximos años.
Una oferta a la que aún no se ha respondido y que llega
condicionada a los deseos del millonario. ‘Ésta
no es una ciudad de un único filántropo... No
debemos volver nuestra espalda al MOCA’, comentó
Broad desde las páginas del principal periódico
de la ciudad. Sus palabras no han sido desoídas y 450
personas se dieron cita la semana pasada en el museo, muchos
de ellos artistas como Andrea Fraser, Katie Grinna, Martin Kersels
o James Welling, para mostrar su apoyo. Además, y más
acorde con los tiempos, hay un grupo de movilización
a favor del MOCA en Facebook, así como páginas
de Internet tipo DonorsChoose.org para recaudar fondos. Todos
estos planes de ayuda están sobre la mesa, donde también
se habla de otras sugerencias como el alquiler de la colección
permanente de pintura y escultura a otros museos, un fondo de
más de 6.000 obras que además de Rothko incluye
trabajos de Jackson Pollock o de Robert Rauschenberg. Otra posible
solución es la venta de algunas de estas obras, una opción
que daría una fuerte inyección económica
al centro, dado el aumento de los precios en este mercado, pero
que violaría el código ético no escrito
de los museos de no desprenderse de su fondo a menos que sea
para adquirir otra pieza más importante del mismo autor.
La tercera posibilidad más comentada es una asociación
del MOCA con el otro museo central de una ciudad no precisamente
conocida por sus museos, el LACMA o Museo del Condado de Los
Ángeles, mucho más boyante económicamente
aunque mucho más conservador en su colección y
en gustos. Dado que la oferta de inversión de 23,6 millones
de euros de Broad es todavía incierta debido a que nunca
ha hecho públicas sus condiciones, sobre todo lo que
espera a cambio, y la necesidad imperiosa de mantener a flote
el museo, parece que la tercera de las posibilidades es la que
cobra más fuerza. La más factible pero también
la más criticada, porque, como resume Knight, ello significaría
técnicamente la desaparición del museo más
transgresor de la ciudad.