Según una noticia aparecida
en 'The New York Times', los herederos acusan a la institución
de poseer obras que debieran estar en Alemania. Las obras fueron
dejadas a su marchante, Alfred Flechtein, quien a su vez fue
perseguido por los nazis y huyó de Alemania. Murió
en 1937, y las obras se consideraron perdidas. Se trata de las
pinturas ‘Retrato del poeta Max Herrmann-Neisse’
(1927) y ‘Autorretrato con modelo’ (1928); y de
la acuarela ‘Autómatas republicanos’ (1920).
Los abogados de los demandantes aseguran que otra marchante
de arte, Chralotte Weidler, también conservadora del
Carnegie Institute de Pittsburg, aseguraba que había
heredado de Flechteim el ‘Retrato del poeta Max Hermann-Neisse’
y que se lo había dado a Curt Valentin, una marchante
alemán de Manhattan, para que se lo vendiera al MoMA
en 1952. El museo compró los ‘Autómatas
republicanos’ a un coleccionista de Toronto en 1946 y
le fue donado el ‘Autorretrato con modelo’ en 1954,
señala el diario neoyorquino y añade que un portavoz
del museo declinó hacer comentarios sobre el caso mientras
dure el litigio.
La batalla por la recuperación del patrimonio pictórico
de Grosz, la lleva a cabo su hijo, Marty Grosz, que hoy tiene
79 años y reside en Filadelfia. Grosz-hijo es un reputado
guitarrista de jazz, y se propone pleitear con los museos. El
administrador de Marty Grosz, Ralph Jentsch, dice que muchos
de los cuadros que Flechtheim dejó tras salir corriendo
de Alemania pasaron a otro marchante holandés que los
subastó o vendió sin consultar ni con Flechtheim
ni con el propio Grosz.
‘Tenemos pruebas de que las obras fueron vendidas ilegalmente
después de su saqueo por los nazis en los años
treinta y que la familia Grosz es la legítima propietaria’,
dice Jentsch. Marty y los demás herederos invocan el
Convenio de Washington de 1998 en materia de obras de arte saqueadas
y han mantenido negociaciones con los museos. El MoMa, por ejemplo,
ha rechazado una propuesta de propiedad conjunta. En total hay
unos treinta cuadros en juego. A los herederos les gustaría
reunirlos y crear un museo, quizás en Berlín.
‘Ya soy un anciano, hace tiempo que lucho por esto, no
se cuanto tiempo me queda, pero estaría bien dejarlo
zanjado antes de que sea demasiado tarde’, declaró
hace algún tiempo Marty Grosz a la agencia AFP.