‘Reunido en Oviedo el
Jurado del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales
2010, integrado por D. Lluis Xabel Álvarez, D. Gonzalo
Anes y Álvarez de Castrillón, marqués de
Castrillón, D. Raúl Bocanegra Sierra, D.ª
María Emilia Casas Baamonde, D.ª Leslie Crawford,
D. José Luis García Delgado, D. Severino García
Vigón, D. Manuel Jesús González, D. Luis
González Seara, D.ª Carmen Iglesias, D. Manuel Menéndez
Menéndez, D. Adolfo Menéndez Menéndez,
D. José Manuel Otero Novas, D. Alberto Pico Maeso, D.
Rafael Puyol Antolín, presidido por D. Manuel Fraga Iribarne
y actuando de secretario D. Juan Vázquez García,
acuerda por mayoría conceder el Premio Príncipe
de Asturias de Ciencias Sociales 2010 al equipo arqueológico
de los Guerreros y Caballos de Terracota del Mausoleo de Qinshihuang
en Xi’an.
El Jurado ha querido premiar a un equipo de arqueólogos
y otros científicos que han desvelado este gran complejo
funerario y, especialmente, un trabajo que da a conocer al mundo
la importancia cultural de China y su civilización milenaria,
su organización social y su esplendor artístico.
Ha hecho posible un primer acercamiento de millones de personas
en todo el mundo a un capítulo fundamental de la historia
de las civilizaciones. Además, deja abierto un camino
extraordinariamente fecundo para múltiples campos del
saber.
El hallazgo de los más de 8.000 guerreros de terracota
es uno de los grandes descubrimientos de la antropología,
comparable a la tumba de Tutankamón. El lugar de la última
parada de los soldados artificiales que protegían el
mausoleo del primer emperador de China, Quin Shihuang, obsesionado
con la inmortalidad, fue descubierto por campesinos en la primavera
de 1974 durante unas obras de regadío a unos treinta
kilómetros de la ciudad de Xian. Los guerreros, miles
de ellos (se calcula que hay más de 8.000), de tamaño
natural, rasgos individualizados y completamente equipados,
estaban enterrados en un gran foso con pasillos y rampas a un
kilómetro y medio del monte Li, el gran túmulo
funerario del emperador, y agrupados en orden de batalla: arqueros,
ballesteros, infantería, caballería y carros.
En 1976 se descubrió una segunda fosa con un contingente
que acaso sea el de la guardia imperial, y luego una tercera
con las figuras del Estado Mayor. En 1980 apareció aún
otra fosa con carros de bronce de gala, quizá una copia
de los del propio emperador. Parece que estaba previsto que
el ejército enterrado fuera aún mayor -se ha encontrado
una cuarta fosa vacía- pero la muerte del emperador puso
límite a su tropa de ultratumba. Tras iniciarse la excavación
arqueológica de los fosos se construyó un museo
en el lugar, abierto al público en 1979, que permite
ver en su emplazamiento a los soldados, parte de los cuales,
en pequeños destacamentos viajeros, han sido exhibidos
en distintas exposiciones por todo el mundo que han atraído
millones de visitantes. Algunos de esos soldados itinerantes
han despertado ocasionalmente dudas sobre su autenticidad. Los
guerreros de Xian figuran desde 1987 en la lista de la UNESCO
de Patrimonio de la Humanidad.
El túmulo sepulcral del emperador, una colina artificial,
aunque claramente identificado, no ha sido excavado todavía
por el respeto que provoca la magnitud de la tarea y a la espera
del desarrollo de la tecnología adecuada para estudiarlo
sin alterarlo. Quin Shihuang quiso que su tumba reprodujera
el universo y encerrara todas las maravillas del mundo, un programa
constructivo de aúpa en el que puso a trabajar, se dice,
a más de 700.000 personas. Si el hallazgo de los guerreros
es un hito de la arqueología, su excavación, estudio
y conservación es una de las tareas más colosales
que haya acometido jamás la ciencia. Se ha hecho mucho
pero queda un trabajo ingente por realizar. El material es tan
abundante que las autoridades y los arqueólogos chinos
han sido muy prudentes a la hora de extraer más tesoros.
De hecho, las excavaciones en la zona de los guerreros estuvieron
veinticuatro años detenidas hasta que se reanudaron en
2009. Entre los objetivos se contaba entonces encontrar la figura
del comandante en jefe del ejército. Una de las sorpresas
fue el hallazgo de soldados sin barba, lo que según los
arqueólogos indica que eran esculturas de reclutas jovencísimos,
quizá de 17 años de edad. Este mismo año,
el equipo que dirige Xu Weihong ha descubierto 114 nuevos guerreros
que conservan su pigmentación en colores vivos.