Santiago Sierra (Madrid, 1966)
es un artista cuyas obras están cargadas de reivindicaciones
sociales y políticas. Desde sus comienzos, intenta evidenciar
lo absurdo de las relaciones de poder establecidas y destacar
los problemas que acarrea para la población la economía
capitalista. Trabaja con todo tipo de soportes, fotografía,
vídeo, música, o elementos cotidianos con los
que forma impresionantes instalaciones que luego invitan a una
profunda reflexión sobre el mundo que nos rodea.
Sierra había sido galardonado en el Premio Nacional de
Artes Plásticas de España el pasado jueves por
‘por su obra crítica, que reflexiona sobre la explotación
y la exclusión de las personas, y genera un debate sobre
las estructuras de poder’. Este premio que concede el
Ministerio de cultura español está dotado con
30.000 euros y tiene un reconocido prestigio internacional.
Pues bien, un día después y coherente con su forma
de pensar, lo ha rechazado.
Lo ha hecho enviando una carta a la ministra de Cultura, Ángeles
González Sinde, en la que afirma que ‘este premio
instrumentaliza en beneficio del Estado el prestigio del premiado.
Un estado que pide a gritos legitimación ante un desacato
sobre el mandato de trabajar por el bien común sin importar
qué partido ocupe el puesto. Un estado que participa
en guerras dementes alineado con un imperio criminal. Un estado
que dona alegremente el dinero común a la banca. Un estado
empeñado en el desmontaje del Estado de Bienestar en
beneficio de una minoría internacional y local’.
En su misiva también se lee: ‘El estado no somos
todos. El estado son ustedes y sus amigos. Por lo tanto, no
me cuenten entre ellos, pues yo soy un artista serio. No señores,
No, Global Tour’. Para concluir, despide con un ‘¡Salud
y libertad!’ una carta, cuyo envío a la ministra
han corroborado desde el Ministerio y fuentes cercanas al artista,
está publicada en el blog Contraindicaciones.
Se trata de la primera vez, en 20 años de premio, que
un artista rechaza la distinción.
Sus creaciones, siempre polémicas van desde la intervención
que realizó para el Pabellón de España
de la Bienal de Arte de Venecia, en 2003, titulada ‘Palabra
tapada’, donde denunció la imposibilidad de la
libertad de movimiento entre fronteras, reconocida como derecho
humano fundamental, al exigir a cada visitante del pabellón
el documento de identidad española para poder entrar
al lugar, incluso dejó fuera al embajador español,
que no lo portaba, y una polvareda mediática sobre la
política española ante la migración; ‘245
metros cúbicos’ (Stommeln, Alemania, 2006), con
la que trataba de transmitir al público la sensación
de las cámaras de gas nazis; 'Colección de Joyas'
(Madrid, España, 2006). En 2009 realizó una instalación
sobre la explotación obrera y el control del sistema
capitalista en el MARCO de Vigo y escandalizó Londres
con una exposición de excrementos, formada por ‘21
monolitos compactos de caca seca’.