Sobre las siete y media de
la tarde del viernes, una monja del vecino monasterio descubrió
el hecho y dio la alerta a la gendarmería. El o los autores
del ataque forzaron la entrada al interior del edificio. Dejaron
destrozada la principal vidriera, en la que Le Corbusier había
dibujado una luna con rostro humano y la única de la
capilla que había firmado. Los vándalos también
trataron sin éxito entrar en la librería-tienda
de la iglesia y arrancaron un buzón de colecta de hormigón,
y que apareció fuera del edificio.
Los miles de pedazos de la vidriera se encuentran ahora en manos
de un vidriero enviado por la Dirección regional de Asuntos
Culturales, encargado de elaborar una copia de la original.
De momento, la capilla, que recibe cada año la visita
de unos 80.000 turistas y fieles, se mantiene abierta al público.
La gendarmería por su parte ha pedido la colaboración
ciudadana para dar con los autores del acto de vandalismo, sobre
el que se tiene poca información.
La vidriera destruida era la única dibujada y firmada
por el artista, de medio metro de alto por medio de ancho, era
la mayor del sitio. La Fundación Le Corbusier ha pedido
medidas urgentes para preservar la capilla, una petición
que extiende al conjunto de la obra del arquitecto.
En un comunicado, la Fundación lamenta que “ninguna
medida específica haya podido permitido garantizar la
seguridad de las instalaciones y preservar uno de los elementos
más emblemáticos y más frágiles
de la Capilla”. Reclama también mayores esfuerzos
por el mantenimiento y la restauración del edificio,
que sufre también problemas de infiltraciones.
“Queremos llamar la atención de los poderes públicos
y de los diferentes propietarios sobre el hecho de que este
Patrimonio es frágil, sea por motivos de seguridad o
de urbanismo. Estamos ante una obra que está en peligro”,
añade Michel Richard, director de la Fundación
Le Corbusier, encargada del legado del arquitecto franco-suizo.
Por ello espera que culmine la iniciativa promovida también
por la Asociación de lugares de Le Corbusier de lograr,
tras frustradas tentativas pasadas, la inscripción de
esta obra en la lista del Patrimonio de la UNESCO en 2015.
La construcción, situada sobre una colina de unos 150
metros de altura que se abre al paisaje de Ronchamp, en el noreste
de Francia, no es la primera vez que es atacada. Fue destruida
por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, y Le Corbusier
la reconstruyo, recreó en la cima del monte de Bourlémont,
“un lugar de silencio, de rezo, de paz, de alegría
interior”, según su propia definición. La
iglesia se inauguró el 25 de junio de 1955.