Levantada hace más de
3.000 años, la ciudad de Nimrod está situada a
orillas del río Tigris a unos 30 kilómetros al
sureste de Mosul, la segunda ciudad de Irak, que está
en manos yihadistas desde el pasado junio.
Aunque parte de su enorme tesoro fue trasladado hace años
al museo de Bagdad, Londres o París, pero aún
quedaban en el lugar, algunos 'Lammasu', inmensas esculturas
con cuerpo de bóvido, alas de águila y testa de
hombre que montaban guardia a las puertas de las ciudades o
los palacetes de sus reyes. Las figuras son un icono de la civilización
asiria que ocupó el norte de la antigua Mesopotamia entre
el 1813 a.C. y el 609 a.C.
Miembros del ES emplearon vehículos y maquinaria pesada
para arrasar el último legado de Nimrud, que fue capital
del imperio Asirio durante un siglo. La directora general de
la Unesco para la Educación, la Ciencia y la Cultura,
Irina Bokova ha declarado que “Este nuevo ataque contra
el pueblo iraquí es una prueba más de que la limpieza
cultural de que es objeto Irak no se detiene ante nada ni ante
nadie”. “No podemos permanecer en silencio. La destrucción
deliberada del patrimonio cultural constituye un crimen de guerra”,
añadió antes de hacer un llamamiento “a
todos los responsables políticos y religiosos de la región
para que se alcen contra este nuevo acto de barbarie”.
La ciudad arqueológica, olvidada durante siglos, volvió
a concitar el interés de viajeros y estudiosos occidentales
durante el siglo XIX. Desde 1840 los expertos horadaron sus
360 hectáreas de extensión en busca de pesquisas
sobre su gloria perdida, desde restos de palacetes a pequeñas
estatuas. El hallazgo más formidable fue en 1988, cuando
un equipo de arqueólogos descubrió una tumba con
una colección de 613 piezas, entre joyas de oro y piedras
preciosas, se bautizó como el ‘tesoro de Nimrud’.
En 1991, en vísperas del bombardeo estadounidense, los
responsables del Museo de Arqueológico, pusieron a salvo
ese tesoro en las cámaras acorazadas del Banco Central
y no volvió a salir a la luz hasta después de
la invasión de 2003.
La destrucción de Nimrud se produce justo una semana
después de que la organización yihadista se jactara
en vídeo de haber despedazado las esculturas asirias
del museo de Mosul y varios ejemplares de "Lammasu"
de las ruinas de Nínive y Hatra, que se remontan al siglo
VII a.C.
Los combatientes del EI siguen una interpretación extrema
del islam suní conocida como salafismo que considera
idolatría la veneración de estatuas y tumbas.
Pero su forma de actuar va más allá que los motivos
religiosos, se han empeñado en borrar los testimonios
de la diversidad étnica, cultural y religiosa de la zona.
Poco después de irrumpir en Mosúl, los extremistas
derribaron varios santuarios suníes y mezquitas chiíes;
arrancaron de las plazas monolitos en recuerdo a artistas nacidos
en la ciudad y sustituyeron las cruces de las catedrales caldea
y ortodoxa siria por banderas de la organización. El
mes pasado, además, sus pistoleros asaltaron la biblioteca
pública de Mosul, fundada en 1920 con una notable colección
de manuscritos, suprimiendo de sus estantes todos aquellos libros
contrarios a su estrecha interpretación de la religión.
La biblioteca almacenaba tomos de filosofía, geografía,
química e historia de Irak. Un ministerio creado por
el ES para purgar la biblioteca dictaminó que fueran
quemados.