La hamaca telúrica de
Chile
En este oscuro nocturno se mece el terror en la hamaca telúrica
del Chile de Pinochet. Bolaño registra, se desplaza y bucea en
estas sombras que algunos hemos vivido. Aquí la noche tiene un
espesor y densidad propia, se mueve en silla de ruedas asistida por
los retenes y el toque de queda. La realidad es la primera minusválida
del país. Con la bayoneta calada vivíamos todos, a la
intemperie, como la poesía. Había que haber estado allí,
para saber que en los toques de queda no se bailaba tango, ni se cantaba
la marsellesa. Nuestros Tonton Macoute, ordinarios y sádicos,
le declararon la muerte a la vida donde esta se presentara con o sin
cédula de identidad.
Así reviven los autores, años
después, salen de sus páginas imperfectas a hacer sus
correcciones que nunca serán definitivas. Cada lector asume su
propia responsabilidad con sus lecturas, y al parecer Bolaño
daba el ejemplo en esta aventura y releía con pasión a
sus autores favoritos. Un autor de la naturaleza de Bolaño, como
Borges, existe(n), se forman, surgen, por sus lecturas y obsesión
por la literatura, de la cual pueden llegar a renegar, pero es lo único
que tienen. Borges, un ciego que sigue guiando a muchos en su camino
literario como lo hizo con Bolaño, se reescribió en Otros
y no dejó de ser el mismo que se reinventaba en su propio laberinto.
Vivió dentro de la palabra y finalmente solo pidió las
dos fechas en su tumba. Bolaño ni eso, se adentró con
sus cenizas al mar Mediterráneo. ¿Quiso ser la botella
del náufrago? Él supo que en cualquier lugar del planeta
existirá un lector que aún no ha nacido y espera(rá)
con pasión la palabra aventura , y sentado a la orilla del mar
en algún puerto, comenzará a descifrar los crucigramas
de Roberto Bolaño.
¿De qué se trata este oficio?
El autor de La pista de hielo, siempre reconoció sus
deudas y en especial enfatizó que eran obvias con Julio Cortázar,
pero primero, no olvidemos, fue poeta, y después prosista y aró
durante años sobre este género y las huellas quedan claramente
trazadas en Los Detectives salvajes, para referirnos solamente
a su novela más conocida. Muy obsesionado con los poetas y sus
historias y actuaciones, en especial Neruda, aunque reconoció
la grandeza de Residencia en la Tierra, obra que influyó
también en Cortázar y en la narrativa del boom
y su atmósfera.
La vida de ningún escritor es comparable a la de otro, solo a
sus circunstancias, por eso Bolaño, no es Borges, ni Cortázar,
ni Neruda, quienes gozaron del éxito en vida, además.
El chileno, cuya patria la identificó con sus hijos, hizo su
propio y accidentado camino, apegado a sus muchas intuiciones y su éxito
quizás radica hoy en día, en que nunca dejó de
arar en el desierto, una y otra vez buscando la inalcanzable belleza
de la palabra. De eso se trata el oficio nos dice Bolaño una
y otra vez desde su obra más lúcida. ¿Escribió
con la espada de un samurái y se hizo el haraquiri finalmente
para no abandonar la libertad? Aunque las madrugadas las sobrevolaba
escribiendo, dedicó tiempo no solo a las lecturas infatigables,
sino a la observación obsesiva de los escenarios y gentes que
incluía en sus obras. Cuenta uno de sus amigos, que era reservado
cuando joven, tomaba nota de las conversaciones y ahí ya se insinuaba
el detective no tan salvaje que apuntaba hacia su gran novela, mientras
los otros, al parecer, vivían y miraban hacia donde el viento
guiara el timón de sus vidas con el compromiso alegre de las
palabras.
Un escritor, a pesar de sus circunstancias, no sigue nadando en el líquido
amniótico durante toda su vida, necesita de otro oxígeno
y también de múltiples contaminaciones a lo largo de su
vida física y literaria. Todos, lejos del vientre materno en
algún momento, estaremos obligados a caminar con pies propios.
No se rompe del todo el verdadero cordón umbilical, pero es importante
no ahorcarse con él.
Bolaño durante años fue el elefante que se balanceaba
sobre la tela de una araña y como veía que no se caía
siguió escribiendo hasta el final de sus días. Ese es
el arte de la escritura, de la palabra, un equilibrio entre la sombra
y el aire que respiramos, pero sin red.
En este arte de la cocina literaria, a la cual se refiere Bolaño
en su libro ‘autobiográfico’, Entre paréntesis,
dice preferir instalarse en la de una escritora como Silvina Ocampo,
Alejandra Pizarnik, Simone de Beauvoir o la mexicana, Carmen Boullosa.
La salvedad de esta elección es que no sea la cocina de una escritora
chilena. ¿Alude a su desencuentro en una cena en casa de Diamela
Eltit y su esposo el ex ministro socialista Jorge Arrate? Su editor
y amigo español, Ignacio Echevarría, para no ir más
lejos en esta última cena con Eltit, señala en el prólogo
de Entre paréntesis, que con sus palabras ‘Bolaño
hirió con razón, susceptibilidades de todo tipo'.
Cada escritor tiene sus obsesiones y Bolaño no era la excepción.
Es más interesante lo que dice al final, lejos de las odiosas
comparaciones y metáforas: Que en su cocina existe un guerrero
que sabiendo que será derrotado, luchará hasta el final.
Chile en la memoria
En su libro Entre paréntesis, que es como un ojo de
su escritura, da cuenta de sus gustos literarios, autores, comenta,
critica, nos abre un itinerario de su interior como escritor en unas
327 páginas donde Bolaño explica algunas cosas y dice
que Los detectives salvajes forman parte de la derrota y de la felicidad
de una generación. Califica y descalifica autores, a Neruda lo
ve ciego viajando por la Unión Soviética, está
Chile una vez más y sus poetas en estas páginas personales,
su devoción por Borges en la nota El bibliotecario valiente,
donde habla del inefable porteño, pero no lo menciona por su
nombre.
Incómodo, irónico con sus pares, los narradores chilenos
más conocidos le ignoraron, el boom le cedió a regañadientes
el espacio que la historia le permite a los trasgresores, anarquistas,
y al final de sus días, cuando la vida pareciera estar demás,
quienes le seguían sus pasos y leyendo, sobre todo, no desconocían
el destino que le esperaba a su obra.
El siglo pasado, mucho antes que despertara la fiebre Bolaño,
Del Valle, un diplomático chileno me alertó sobre este
autor, que le pusiera ojo, recuerdo que me dijo, y recomendó:
lee La literatura nazi en América latina, hay que seguirle
la pista. El mismo libro que ofreció escribir a cuatro manos
a dos poetas chilenos que no aceptaron el desafío. ¿Buscaba
alianzas, rumbos, nuevos derroteros y aprendizajes, experiencias, compartir
sus ficciones y alucinaciones, la anarquía de su modus vivendi
o le movía la maravilla de su loca e irrefrenable imaginación?
Aun conservaba fresca, virgen, su caja de Pandora, la que iría
destapando con el correr de los años. Al final de los días
lanzó como un bumerang inalcanzable su novela monumental: 2666
Siempre estuvo más atento de lo que pareciera a lo que ocurría
en Chile. El narrador chileno Mauricio Electorat, lo calificó
como un ‘obsesivo lector enciclopédico que leía
todo y sabía cada paso de hasta el poeta más anónimo
de Chile o México’. También quería que supieran
los suyos. Regresó 25 años después de su última
y definitiva partida, y dos poetas chilenos, Enrique Lihn y Nicanor
Parra, influyeron en su manera de ver, acercarse a la literatura y poesía
chilena, y diría, en su postura ‘iconoclasta’ frente
al mundo literario y político. De Borges, aprendió a leer
y releer, unas ciertas posturas también frente a la literatura
y los escritores, a tratar la ficción como realidad y viceversa.
A convertirse también en personaje de su obra.
Hacia nuevos temblores formales
En su artículo ‘8 segundos con Nicanor Parra’, canoniza
al antipoeta. En esa postal parriana lanzó su manifiesto poético
encubierto a la manera de un infrarrealista salvaje que puso sus picas
en Blanes: ‘La poesía de las primeras décadas del
siglo XX será una poesía híbrida, como ya lo está
siendo la narrativa. Posiblemente nos encaminamos con una lentitud espantosa,
hacia nuevos temblores formales’. La poesía, pienso y digo
yo, nunca ha ido ni irá a la retaguardia. No es un género
muerto como un riel de una línea férrea, sino el humo,
la palabra y la belleza en cualquier andén del camino. La
poesía viaja en tercera clase/ pero es reina en la memoria/pasajera
/verbo/acción pura/no tiene estación/ni paradero/crece
donde menos se espera/se ríe del mercado/no necesita/ ni se escuda
en lectores cobardes/Rompe en los ríos/agita mares/el caudal
de su palabra/Quien la nombra/ se nombra asimismo/ RG.
Nada impide a un lector aguzado, darse cuenta que Bolaño es Bolaño.
Ahora, se equivocan quienes creen que Bolaño es un chileno con
sello europeo. Él despotricó mucho sobre la novela chilena,
con algunas excepciones, y elogió a cuatro o cinco poetas en
el canon histórico de ese país suramericano, como si fueran
dioses del Olimpo y también recurrió a algunos trucos
en la joda parriana. Se deslumbró con la narrativa argentina
y alguno de los autores están identificados en esta nota, aunque
la lista de sus lecturas clásicas y diversas es interminable.
Sus aires son muy del sur, aunque tiene muchas lecturas sin fronteras,
universales, desde Rimbaud a Violeta Parra; de Joyce a Lemebel; de Kafka
a Juan Emar; de Rulfo a Arlt; de Ezra Pound a Mark Twain; de Ercilla
a Cervantes y todos los libros que le acompañaron a lo largo
de sus 50 años de vida. Pero son estos papeles impresos los que
definen el universo de un escritor, sus plácidas praderas y oscuras
grietas, esas rendijas insondables de lo que no se puede escribir.
No era el único Del Valle, al parecer, Susan Sontag, quien recomendó
años después la introducción editorial de Bolaño
en Estados Unidos, lo calificó como: ‘El más influyente
y admirado novelista en lengua española de su generación’.
Fue Nocturno de Chile, el libro que cautivó a Susan
Sontag, quien afirmó de manera rotunda que la obra de Bolaño
perdurará y tendrá un lugar permanente en la literatura
mundial. Por ahí llegó a las páginas del influyente
The New York Time y estuvo en boca de los jóvenes escritores
norteamericanos como si no existiera otro referente de habla española.
Una pintora chilena residente en México, a poco de editarse me
recomendó Los detectives salvajes, como si fuera un
ritual. El libro llegó a Panamá años después
en una edición chimba, truncada, que guardo con celo en mi biblioteca,
faltan páginas y quizás esta edición no la escribió
Bolaño, sino Belano.
'La orquesta lumpen visceral'
La ola Bolaño se ha mantenido fresca en esta década post
Bolaño, especialmente en los jóvenes, como le ocurrió
a Rayuela, y ambos escritores sudamericanos terminaron siendo
autores de culto con una aureola de innovadora rebeldía. Los
poetas ninguneados y en general, se identifican en Los detectives
salvajes, con uno que nunca dejó la tribu y supo identificarse
con ella. ¿Los poetas son esa materia encriptada en la realidad?
¿El último vagón del mercado?.
Defensor a ultranza de los poetas marginales, de una cierta manera de
hacer y sobre todo, vivir la poesía, pareciera que recogió
el guante al revés de Rimbaud, y salió lanza en ristre
como el Quijote a luchar y defender el honor de los jóvenes
bardos ausentes de los podios presidenciales de la poesía, academias,
de los lauros institucionales, de las grandes editoriales dueñas
del mercado, de las antologías doradas, oficiales, y de quienes
vivieron como verdaderos guardianes del verbo puro y de la insolencia.
Él y sus amigos formaban un poco una cierta afinada ‘orquesta
lumpen visceral’, pero plenamente conocedora de su oficio y potencial
musical de la palabra en el DF, el gran Valle de México. Ahí,
en Tenochtitlán, los infra-visceral-realistas ponían el
cuerpo, quizás antes que la palabra, la arenga y el sabotaje
de eventos literarios como una acción directa contra la llamada
cultura oficial. En sus actos surrealistas, dadaístas, agitaban
sus propias banderas, performances disociadoras, irrumpiendo los plácidos
escenarios y predios oficiales con sus manifiestos y clarines estridentes.
Irónicamente Bolaño fue sepultado,- a pesar que sus cenizas
se fueron al Mediterráneo-, por alrededor de 40 contratos editoriales
post mortem y despedido en vida por sus pares en Europa como si vieran
morir al padre delante de sus ojos, un gladiador felizmente derrotado
por la vida. Vivió gran parte de su vida con una mano atrás
y otra adelante, premios de provincia, rechazos editoriales, ninguneos
diversos, polémicas, su enfermedad y por fin los primeros verdaderos
reconocimientos a un pie de la muerte, no siempre tan fecunda en éxitos.
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Para
saber más
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.