Un escritor arbitrario
Bolaño cargó a las futuras generaciones de escritores
de un pesimismo esperanzador, hizo brillar una luz oscura, en buen chileno:
hay mucho de pataleo de ahogado victorioso, diría, en sus libros,
guiños literarios, una fe casi religiosa por la literatura, aunque
como Borges habiéndose dedicado las 24 horas del día a
hacer una obra ‘inmortal’, pensaban que era ‘inútil’.
Borges se conformaba con que quedaran para la posteridad algunos versos
o líneas de su obra. Llegó a desear haber escrito un verso
de Verlaine. Bolaño ironizaba a los que creían que la
literatura los salvaría. Su estado frente a la literatura, pienso,
10 años después, era vivir en estado de gracia con oxígeno
propio y febrilmente. Sin embargo, hay que destacar que Bolaño
está muy dentro en algunos de sus libros y prácticamente
cuenta parte de su vida, como se ha reconocido, lo que demuestra cuanta
importancia le otorgaba a la literatura como a su propio espejo.
Bolaño forma parte del grupo
de escritores arbitrarios, grandes arbitrarios como Borges, a quien
nunca le llamó la atención por la condecoración
que recibió del gobierno de Pinochet y por la certificación
magistral de la dictadura chilena en plena violación de los derechos
humanos. En cambio, a Neruda le cobró las entradas del cielo,
infierno, purgatorio, limbo, donde se encontrara el famoso inquilino
de Isla Negra. Durante su visita a Chile, Borges el ficcionador, el
hacedor, reconoció en su discurso a Pinochet en una lírica
de nivel y que ha quedado para la posteridad como uno de sus mayores
exabruptos, porque perdió entre otras cosas, el Premio Nobel.
Dijo en aquel poco glorioso 22 de septiembre de 1976: ‘Hay un
hecho que debe conformarnos a todos, a todo el continente, y acaso a
todo el mundo –dijo en la conferencia–. En esta época
de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera
y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte
cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la
espada, la clara espada, a la furtiva dinamita. Y lo digo sabiendo muy
claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país
está emergiendo de la ciénaga, creo, con felicidad. Creo
que merecemos salir de la ciénaga en que estuvimos. Ya estamos
saliendo, por obras de las espadas, precisamente. Y ya han emergido
de esa ciénaga. Y aquí tenemos: Chile, esa región,
esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada.’
Ese día, la DINA, Policía Secreta de Pinochet, asesinaba
a Orlando Letelier en Washington, quien había sido Canciller
de Salvador Allende y Borges recibía su Doctor Honoris Causa.
El General Jorge Rafael Videla gobernaba Argentina y comenzaba a desaparecer
la vida. La Caravana de la muerte ya deambulaba en
el imaginario popular y en manos de sus asesinos, de norte a sur, con
los cuerpos de la infamia desaparecidos en las frías aguas del
desierto de Chile.
No hay otro como Bolaño
Borges, en cambio, profundizaría el mito por el desprecio de
su obra en la última década de vida que le quedaba, y
en 1985 hizo a Clarín esta extraña confesión
irónica y sentida: ‘La inteligencia de los europeos se
demuestra por el hecho de que jamás me hayan dado el Premio Nobel.
¿Sabe usted por qué? No hay escritor más aburrido
que yo. Es una gran equivocación que la gente me lea, porque
ni a mi mismo me gusta lo que escribo y por eso ni yo mismo me leo,
nunca me he leído.’.
Borges no se merecía ese viaje kamikaze que hizo estallar sobre
sí mismo con la dinamita silenciosa de su palabra. ¿Bolaño
que lo leía todo y más sobre Borges, se saltó esta
escena?
¿Supo o no supo que su poeta chileno más admirado estuvo
en las tertulias en la casa donde se torturaba? Desde luego los artistas
desconocían que el trabajo principal de esos encuentros y talleres,
eran los interrogatorios sobre una cama eléctrica. La anfitriona,
una aspirante a escritora, intentaba brillar por esos días en
las letras nacionales y era generosa con los visitantes hasta el amanecer,
mientras su marido viajaba a misiones desconocidas.
Más allá de estos ‘malos entendidos’ con la
vida, exabruptos, posturas, -que después de todo un escritor
tiene de una u otra manera-está la obra, y Bolaño, motivo
de estos apuntes, escribió cada día como si fuera el último
de su vida. Parece sencillo, pero nadó contra la corriente y
con éxito. Surgió, creció, como un poeta marginal,-
un Perro romántico- , igual que muchos otros
bardos en cualquier parte del mundo. La poesía y los poetas fueron
la principal materia prima de sus historias más determinantes
en su obra escrita en prosa. No dejó por fuera de las narraciones
a sus amigos, ni a la realidad y menos la fantasía del inagotable
narrador de historias que siempre fue y será. No hay otro como
Bolaño, habría que inventarlo. Hizo sus deberes de escritor:
cambió la realidad de lo posible. Le agregó un plus. Jugó
el juego de la vida. No perdió, ni ganó, se atrevió.
Su rostro al final de sus días se nos presenta como un árabe
emigrado a Europa o de un republicano español que ha perdido
la República, de alguien que pareciera que ha dejado todo atrás
para emprender un nuevo y largo viaje. Ya era un personaje en tránsito,
se había esfumado de las escenas que el tiempo y la vida construyeron
para él en los días más difíciles, y sin
embargo remaba como si se internara en alta mar. De alguna manera consideraba
que había jugado muchas de sus cartas.
Chile en la memoriLos días
anteriores
El anarquista sin límites geográficos y literarios, como
pareció presentarse Roberto Bolaño, hay que verlo también
de otra manera, pero no para cambiar nada. La foto pareciera estar en
México, en una ventana de flores marchitas o artificiales, con
su mirada de desgracia, cero futuro, quizás emputamiento en el
aburrimiento. Pero es Bolaño, el mismo autor de Los
Detectives salvajes y que con este rostro nos decía,
al parecer, -cuanta especulación-: 'vean, no tengo nada entre
manos'. Tan alejado de Chile, aparentemente, el autor de 2666,
y sumergido en los infrarrealistas contestatarios, no estaba conforme
con su poesía, - aunque escribió poemas de pie, en el
aire, sentado, viajando, dormido, en el baño, en la calle o en
el café La Habana del DF, - pero por su mente pasaban otros proyectos
más prosaicos.
A finales de los 70, como es sabido, un Bolaño atormentado por
la pobreza y buscando su aguja en el pajar de la literatura, le escribía
al poeta Enrique Lihn sobre sus penurias catalanas, le enviaba poemas
y solicitaba opiniones a un autor que se debatía en el Chile
de Pinochet entre su Pieza oscura y El Paseo Ahumada.
¿Quién vivía más desamparado, Bolaño,
Lihn o la poesía? A Lihn, un poeta que no le dio cuartel a la
realidad, le quedaban unos cuantos años de vida. No alcanzaría
a terminar la década de los ochenta para ser precisos. Conociendo
su generosidad con los jóvenes y ejerciendo a toda intensidad
su pasión crítica, Lihn le dijo a los poemas de Bolaño,
que no y que sí, al principio. No todo es tan claro como algunas
noches de verano. Bolaño estaba angustiado y carecía de
rumbo, miraba hacia el sur, desesperadamente intentaba encontrar una
voz de aliento y al mismo tiempo tanteaba, al parecer, una beca que
le permitiera atender su escritura sin esos sobresaltos de la pobreza.
Lihn nunca fue un modelo de éxito económico y no merodeaba
ningún oficialismo, más bien miraba por el rabillo del
ojo la realidad personal y social, con la cual tenía bastante
para sobrevivir a su manera. En una segunda lectura, de acuerdo con
palabras de Lihn dichas en su correspondencia, los poemas (textos les
llama Lihn) ‘son muy buenos’.
De estas cartas se infiere un Bolaño preocupado por su edad
(casi 30 años) y no arrancar en la literatura, seguramente en
medio de algunos poetas chilenos talentosos y precoces : Neruda, Millán,
quienes a los 20 años habían escrito una obra original.
Así se interroga burlonamente: ‘¿Es que seré
un Braulio/Anguita (sic) del año 2000? Dios no lo permita’.
Mezcla a dos poetas chilenos con su destino y posiblemente no sabía
que eran amigos de Lihn: Braulio Arenas y Eduardo Anguita. Ambos fueron
premios nacionales de literatura durante el gobierno de Pinochet.
Todo es muy anecdótico y estamos con el Bolaño antes del
destape de Bolaño, aquel que renegaba de Girona, una ciudad pequeña
que la sitúa: ‘de espaldas al culo del mundo’.
Este carteo con Lihn es ya de lo más comentado y de hecho en
una nota anterior, lejana, recogía algunas impresiones, que en
lo esencial demuestran que las palabras y consejos del autor de Poesía
de paso, fueron un verdadero salvavidas para el deprimido Bolaño,
que estaba dispuesto a tirar la toalla, quitarse los guantes y bajarse
del ring de la literatura.
Estos días, entre gatos, inviernos
crudos sin calefacción, pobreza franciscana, amigas y simpatizantes
literarias ocasionales, eran parte importante de sus días anteriores
y de lo que ansiosamente buscaba el autor del Nocturno de Chile:
un hueco, un camino para su literatura. Recurría a uno de los
escritores, poeta, más lúcido de la literatura chilena
y latinoamericana, además de desprendido y siempre atento a las
corrientes jóvenes. Miraba a Chile y ya había pasado por
México, escrito un par de libros de poesía, ‘injuriado’
a Octavio Paz, robado libros en el DF y vagado por ese inconmensurable
paraíso perdido con los infrarrealistas, devorando libros en
medio de tertulias literarias que serían fuente de Los Detectives
Salvajes.
Ciertamente Bolaño era chileno, publicaba ocasionalmente en la
revista Trilce de poesía, comentaba por esos años
que no sabía nada del país, pero frecuentaba poetas chilenos,
como ocurrió con Gonzalo Millán y Waldo Rojas, residente
en Francia.
Ninguno de los dos poetas chilenos aceptó la propuesta de Bolaño,
como él lo sospechaba, de escribir a cuatro manos La literatura
nazi en América, (enciclopedia abreviada de la literatura
nazi en América), porque seguramente el autor de Putas asesinas,
no tomó en cuenta que ambos son ‘poetas puros’ alejados
de la prosa como la mayoría de los poetas chilenos. Es una mera
especulación, porque cada autor sabe donde amarrar su caballo
y Bolaño andaba en eso en ese tiempo. Y los poetas tienen también
sus propios proyectos, como un cineasta, un novelista, pintor. No es
tan fácil compartir un mismo lienzo o un conjunto de páginas
para una partitura común.
¿Bolaño buscaba su Bioy Casares? La influencia de Borges
en Bolaño está a ojos vista, en cómo ver, leer
y manejar la literatura. Un ciego aparentemente le abriría en
una buena medida con el tiempo los caminos ficcionales que buscaba.
Él confesó que releía con ferocidad al mítico
autor de Ficciones. Sin duda también a otros escritores
argentinos como reconoció: Cortázar, Lamborghini, Antonio
Di Benedetto, y otros indispensables como Rulfo. Bolaño fue un
devorador de libros, robados, primero y después encargados. Joyce
y Bradbury, como Borges, también los devoraron en bibliotecas.
Argentina fue ‘su patria literaria secreta’. En derivas
de la pesada, Bolaño hace su recuento y análisis de la
literatura argentina, y concluye que hay que releer a Borges
En poesía, su poeta más admirado, fue el chileno Nicanor
Parra, quien ejerció una influencia magnética, casi hipnótica
hasta el final de sus días y gracias a sus buenos oficios con
su amigo el crítico español, Ignacio Echevarría,
Nicanor Parra fue reconocido en España, post mortem
Bolaño. Según Bolaño, comentaba en sus cartas a
Waldo Rojas, que el panorama de la poesía chilena era ‘desolador’.
Esta es una afirmación algo peregrina, porque en el 97, fecha
de la carta, en Chile estaba Gonzalo Rojas, Gonzalo Millán, Parra,
Zurita, Omar Lara, Manuel Silva, Ángel Cuevas y otros tantos
jóvenes sumergidos en las ciudades o bajo el silencio abismal
del mundo neoliberal. De paso se refirió despectivamente de Miguel
Arteche, que es un poeta consagrado, meritorio y original, desde luego
no prosaico.
Lo que ha habido y hay en Chile, es
poesía, un viejo truco de la esperanza y del vicio de la palabra
escrita. En pobreza la poesía forma parte de la realeza literaria.
El mismo Bolaño, sin irnos de tema, lanzó la consigna:
escribir hasta morir. Y los poetas chilenos nacen bajo las piedras de
Chile, traen el plus de la dura, accidentada y bella geografía
chilena. Con el tiempo, Bolaño se aproximó a otros y los
ensalzó en el contexto de su visión poética.
Un hecho relevante en esta nota: Los días anteriores de Bolaño,
se desprende de una carta a Rojas, autor de El Príncipe de
Naipes, y muy amigo de Lihn, donde se nos hace saber que en 1995
le envió el manuscrito de Estrella distante, que al
parecer impactó a Rojas, porque Bolaño se sintió
‘anonadado’ por los comentarios que hizo a su libro. Colaboraba
además Bolaño con la revista Araucaria, que dirigía
en el exilio Volodia Teitelboin, amigo personal y biógrafo de
Neruda. Estuvo esos años previo al pre boom Bolaño, en
sintonía con los chilenos de adentro y afuera. Su obra no es
solo México, ni sus secretas lecturas de madrugada o sus páginas
soñadas. Es un escritor de Norte a Sur y viceversa, son los dos
puntos cardinales más claros de su geografía poética.
En medio de estas idas y venidas de cartas, cambios de domicilio, trabajos
furtivos, cargaba su mochila de materiales, porque escribía para
vencer todos los miedos que tenía aparentemente al fracaso, a
morir antes de desarrollar su obra. El 93, arroja luces una carta a
W. Rojas, su coqueteo con la muerte y le confidencia desde el hospital
donde moriría una década después: ‘Mi doctora
favorita dice que aún no moriré. Puedo escribir un par
de novelas más’. Escribiría no solo mucho más
en esos diez años que le quedaban, sino que su obra capital,
sin contar sus libros póstumos. Me sorprende que en medio de
la larga correspondencia con el poeta Rojas, exiliado en París,
en sus 15 años, Bolaño no lo haya citado en sus críticas
literarias o biografías de autores a las que era obsesivamente
aficionado. Desconozco si eso sucedió en algún momento,
pero conociendo a Waldo Rojas, se que le acogió amical y generosamente
como suele hacerlo usualmente. ¿El ninguneo fue al revés
porque Rojas está más cerca de Mallarmé que Parra?
Es una interrogante para algún estudioso o escritor avezado que
escriba la novela sobre Bolaño que Bolaño no alcanzó
a escribir.
La nota periodística del diario.
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Para
saber más
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.