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Hace 10 años, un elefante se balanceaba [3ª parte]
Rolando Gabrielli
12/03/2014


 

Un escritor arbitrario

Bolaño cargó a las futuras generaciones de escritores de un pesimismo esperanzador, hizo brillar una luz oscura, en buen chileno: hay mucho de pataleo de ahogado victorioso, diría, en sus libros, guiños literarios, una fe casi religiosa por la literatura, aunque como Borges habiéndose dedicado las 24 horas del día a hacer una obra ‘inmortal’, pensaban que era ‘inútil’. Borges se conformaba con que quedaran para la posteridad algunos versos o líneas de su obra. Llegó a desear haber escrito un verso de Verlaine. Bolaño ironizaba a los que creían que la literatura los salvaría. Su estado frente a la literatura, pienso, 10 años después, era vivir en estado de gracia con oxígeno propio y febrilmente. Sin embargo, hay que destacar que Bolaño está muy dentro en algunos de sus libros y prácticamente cuenta parte de su vida, como se ha reconocido, lo que demuestra cuanta importancia le otorgaba a la literatura como a su propio espejo.

Roberto Bolaño Roberto Bolaño 

Bolaño forma parte del grupo de escritores arbitrarios, grandes arbitrarios como Borges, a quien nunca le llamó la atención por la condecoración que recibió del gobierno de Pinochet y por la certificación magistral de la dictadura chilena en plena violación de los derechos humanos. En cambio, a Neruda le cobró las entradas del cielo, infierno, purgatorio, limbo, donde se encontrara el famoso inquilino de Isla Negra. Durante su visita a Chile, Borges el ficcionador, el hacedor, reconoció en su discurso a Pinochet en una lírica de nivel y que ha quedado para la posteridad como uno de sus mayores exabruptos, porque perdió entre otras cosas, el Premio Nobel. Dijo en aquel poco glorioso 22 de septiembre de 1976: ‘Hay un hecho que debe conformarnos a todos, a todo el continente, y acaso a todo el mundo –dijo en la conferencia–. En esta época de anarquía sé que hay aquí, entre la cordillera y el mar, una patria fuerte. Lugones predicó la patria fuerte cuando habló de la hora de la espada. Yo declaro preferir la espada, la clara espada, a la furtiva dinamita. Y lo digo sabiendo muy claramente, muy precisamente, lo que digo. Pues bien, mi país está emergiendo de la ciénaga, creo, con felicidad. Creo que merecemos salir de la ciénaga en que estuvimos. Ya estamos saliendo, por obras de las espadas, precisamente. Y ya han emergido de esa ciénaga. Y aquí tenemos: Chile, esa región, esa patria, que es a la vez una larga patria y una honrosa espada.’ Ese día, la DINA, Policía Secreta de Pinochet, asesinaba a Orlando Letelier en Washington, quien había sido Canciller de Salvador Allende y Borges recibía su Doctor Honoris Causa. El General Jorge Rafael Videla gobernaba Argentina y comenzaba a desaparecer la vida. La Caravana de la muerte ya deambulaba en el imaginario popular y en manos de sus asesinos, de norte a sur, con los cuerpos de la infamia desaparecidos en las frías aguas del desierto de Chile.

No hay otro como Bolaño

Borges, en cambio, profundizaría el mito por el desprecio de su obra en la última década de vida que le quedaba, y en 1985 hizo a Clarín esta extraña confesión irónica y sentida: ‘La inteligencia de los europeos se demuestra por el hecho de que jamás me hayan dado el Premio Nobel. ¿Sabe usted por qué? No hay escritor más aburrido que yo. Es una gran equivocación que la gente me lea, porque ni a mi mismo me gusta lo que escribo y por eso ni yo mismo me leo, nunca me he leído.’.

Borges no se merecía ese viaje kamikaze que hizo estallar sobre sí mismo con la dinamita silenciosa de su palabra. ¿Bolaño que lo leía todo y más sobre Borges, se saltó esta escena?

¿Supo o no supo que su poeta chileno más admirado estuvo en las tertulias en la casa donde se torturaba? Desde luego los artistas desconocían que el trabajo principal de esos encuentros y talleres, eran los interrogatorios sobre una cama eléctrica. La anfitriona, una aspirante a escritora, intentaba brillar por esos días en las letras nacionales y era generosa con los visitantes hasta el amanecer, mientras su marido viajaba a misiones desconocidas.

Más allá de estos ‘malos entendidos’ con la vida, exabruptos, posturas, -que después de todo un escritor tiene de una u otra manera-está la obra, y Bolaño, motivo de estos apuntes, escribió cada día como si fuera el último de su vida. Parece sencillo, pero nadó contra la corriente y con éxito. Surgió, creció, como un poeta marginal,- un Perro romántico- , igual que muchos otros bardos en cualquier parte del mundo. La poesía y los poetas fueron la principal materia prima de sus historias más determinantes en su obra escrita en prosa. No dejó por fuera de las narraciones a sus amigos, ni a la realidad y menos la fantasía del inagotable narrador de historias que siempre fue y será. No hay otro como Bolaño, habría que inventarlo. Hizo sus deberes de escritor: cambió la realidad de lo posible. Le agregó un plus. Jugó el juego de la vida. No perdió, ni ganó, se atrevió.

Su rostro al final de sus días se nos presenta como un árabe emigrado a Europa o de un republicano español que ha perdido la República, de alguien que pareciera que ha dejado todo atrás para emprender un nuevo y largo viaje. Ya era un personaje en tránsito, se había esfumado de las escenas que el tiempo y la vida construyeron para él en los días más difíciles, y sin embargo remaba como si se internara en alta mar. De alguna manera consideraba que había jugado muchas de sus cartas.

Roberto Bolaño Roberto Bolaño Roberto Bolaño

Chile en la memoriLos días anteriores

El anarquista sin límites geográficos y literarios, como pareció presentarse Roberto Bolaño, hay que verlo también de otra manera, pero no para cambiar nada. La foto pareciera estar en México, en una ventana de flores marchitas o artificiales, con su mirada de desgracia, cero futuro, quizás emputamiento en el aburrimiento. Pero es Bolaño, el mismo autor de Los Detectives salvajes y que con este rostro nos decía, al parecer, -cuanta especulación-: 'vean, no tengo nada entre manos'. Tan alejado de Chile, aparentemente, el autor de 2666, y sumergido en los infrarrealistas contestatarios, no estaba conforme con su poesía, - aunque escribió poemas de pie, en el aire, sentado, viajando, dormido, en el baño, en la calle o en el café La Habana del DF, - pero por su mente pasaban otros proyectos más prosaicos.

A finales de los 70, como es sabido, un Bolaño atormentado por la pobreza y buscando su aguja en el pajar de la literatura, le escribía al poeta Enrique Lihn sobre sus penurias catalanas, le enviaba poemas y solicitaba opiniones a un autor que se debatía en el Chile de Pinochet entre su Pieza oscura y El Paseo Ahumada. ¿Quién vivía más desamparado, Bolaño, Lihn o la poesía? A Lihn, un poeta que no le dio cuartel a la realidad, le quedaban unos cuantos años de vida. No alcanzaría a terminar la década de los ochenta para ser precisos. Conociendo su generosidad con los jóvenes y ejerciendo a toda intensidad su pasión crítica, Lihn le dijo a los poemas de Bolaño, que no y que sí, al principio. No todo es tan claro como algunas noches de verano. Bolaño estaba angustiado y carecía de rumbo, miraba hacia el sur, desesperadamente intentaba encontrar una voz de aliento y al mismo tiempo tanteaba, al parecer, una beca que le permitiera atender su escritura sin esos sobresaltos de la pobreza.

Lihn nunca fue un modelo de éxito económico y no merodeaba ningún oficialismo, más bien miraba por el rabillo del ojo la realidad personal y social, con la cual tenía bastante para sobrevivir a su manera. En una segunda lectura, de acuerdo con palabras de Lihn dichas en su correspondencia, los poemas (textos les llama Lihn) ‘son muy buenos’.

De estas cartas se infiere un Bolaño preocupado por su edad (casi 30 años) y no arrancar en la literatura, seguramente en medio de algunos poetas chilenos talentosos y precoces : Neruda, Millán, quienes a los 20 años habían escrito una obra original. Así se interroga burlonamente: ‘¿Es que seré un Braulio/Anguita (sic) del año 2000? Dios no lo permita’. Mezcla a dos poetas chilenos con su destino y posiblemente no sabía que eran amigos de Lihn: Braulio Arenas y Eduardo Anguita. Ambos fueron premios nacionales de literatura durante el gobierno de Pinochet.
Todo es muy anecdótico y estamos con el Bolaño antes del destape de Bolaño, aquel que renegaba de Girona, una ciudad pequeña que la sitúa: ‘de espaldas al culo del mundo’.

Este carteo con Lihn es ya de lo más comentado y de hecho en una nota anterior, lejana, recogía algunas impresiones, que en lo esencial demuestran que las palabras y consejos del autor de Poesía de paso, fueron un verdadero salvavidas para el deprimido Bolaño, que estaba dispuesto a tirar la toalla, quitarse los guantes y bajarse del ring de la literatura.

Roberto Bolaño Roberto Bolaño Roberto Bolaño

Estos días, entre gatos, inviernos crudos sin calefacción, pobreza franciscana, amigas y simpatizantes literarias ocasionales, eran parte importante de sus días anteriores y de lo que ansiosamente buscaba el autor del Nocturno de Chile: un hueco, un camino para su literatura. Recurría a uno de los escritores, poeta, más lúcido de la literatura chilena y latinoamericana, además de desprendido y siempre atento a las corrientes jóvenes. Miraba a Chile y ya había pasado por México, escrito un par de libros de poesía, ‘injuriado’ a Octavio Paz, robado libros en el DF y vagado por ese inconmensurable paraíso perdido con los infrarrealistas, devorando libros en medio de tertulias literarias que serían fuente de Los Detectives Salvajes.

Ciertamente Bolaño era chileno, publicaba ocasionalmente en la revista Trilce de poesía, comentaba por esos años que no sabía nada del país, pero frecuentaba poetas chilenos, como ocurrió con Gonzalo Millán y Waldo Rojas, residente en Francia.

Ninguno de los dos poetas chilenos aceptó la propuesta de Bolaño, como él lo sospechaba, de escribir a cuatro manos La literatura nazi en América, (enciclopedia abreviada de la literatura nazi en América), porque seguramente el autor de Putas asesinas, no tomó en cuenta que ambos son ‘poetas puros’ alejados de la prosa como la mayoría de los poetas chilenos. Es una mera especulación, porque cada autor sabe donde amarrar su caballo y Bolaño andaba en eso en ese tiempo. Y los poetas tienen también sus propios proyectos, como un cineasta, un novelista, pintor. No es tan fácil compartir un mismo lienzo o un conjunto de páginas para una partitura común.

¿Bolaño buscaba su Bioy Casares? La influencia de Borges en Bolaño está a ojos vista, en cómo ver, leer y manejar la literatura. Un ciego aparentemente le abriría en una buena medida con el tiempo los caminos ficcionales que buscaba. Él confesó que releía con ferocidad al mítico autor de Ficciones. Sin duda también a otros escritores argentinos como reconoció: Cortázar, Lamborghini, Antonio Di Benedetto, y otros indispensables como Rulfo. Bolaño fue un devorador de libros, robados, primero y después encargados. Joyce y Bradbury, como Borges, también los devoraron en bibliotecas. Argentina fue ‘su patria literaria secreta’. En derivas de la pesada, Bolaño hace su recuento y análisis de la literatura argentina, y concluye que hay que releer a Borges

En poesía, su poeta más admirado, fue el chileno Nicanor Parra, quien ejerció una influencia magnética, casi hipnótica hasta el final de sus días y gracias a sus buenos oficios con su amigo el crítico español, Ignacio Echevarría, Nicanor Parra fue reconocido en España, post mortem Bolaño. Según Bolaño, comentaba en sus cartas a Waldo Rojas, que el panorama de la poesía chilena era ‘desolador’. Esta es una afirmación algo peregrina, porque en el 97, fecha de la carta, en Chile estaba Gonzalo Rojas, Gonzalo Millán, Parra, Zurita, Omar Lara, Manuel Silva, Ángel Cuevas y otros tantos jóvenes sumergidos en las ciudades o bajo el silencio abismal del mundo neoliberal. De paso se refirió despectivamente de Miguel Arteche, que es un poeta consagrado, meritorio y original, desde luego no prosaico.

Roberto Bolaño  Roberto Bolaño

Lo que ha habido y hay en Chile, es poesía, un viejo truco de la esperanza y del vicio de la palabra escrita. En pobreza la poesía forma parte de la realeza literaria. El mismo Bolaño, sin irnos de tema, lanzó la consigna: escribir hasta morir. Y los poetas chilenos nacen bajo las piedras de Chile, traen el plus de la dura, accidentada y bella geografía chilena. Con el tiempo, Bolaño se aproximó a otros y los ensalzó en el contexto de su visión poética.

Un hecho relevante en esta nota: Los días anteriores de Bolaño, se desprende de una carta a Rojas, autor de El Príncipe de Naipes, y muy amigo de Lihn, donde se nos hace saber que en 1995 le envió el manuscrito de Estrella distante, que al parecer impactó a Rojas, porque Bolaño se sintió ‘anonadado’ por los comentarios que hizo a su libro. Colaboraba además Bolaño con la revista Araucaria, que dirigía en el exilio Volodia Teitelboin, amigo personal y biógrafo de Neruda. Estuvo esos años previo al pre boom Bolaño, en sintonía con los chilenos de adentro y afuera. Su obra no es solo México, ni sus secretas lecturas de madrugada o sus páginas soñadas. Es un escritor de Norte a Sur y viceversa, son los dos puntos cardinales más claros de su geografía poética.

En medio de estas idas y venidas de cartas, cambios de domicilio, trabajos furtivos, cargaba su mochila de materiales, porque escribía para vencer todos los miedos que tenía aparentemente al fracaso, a morir antes de desarrollar su obra. El 93, arroja luces una carta a W. Rojas, su coqueteo con la muerte y le confidencia desde el hospital donde moriría una década después: ‘Mi doctora favorita dice que aún no moriré. Puedo escribir un par de novelas más’. Escribiría no solo mucho más en esos diez años que le quedaban, sino que su obra capital, sin contar sus libros póstumos. Me sorprende que en medio de la larga correspondencia con el poeta Rojas, exiliado en París, en sus 15 años, Bolaño no lo haya citado en sus críticas literarias o biografías de autores a las que era obsesivamente aficionado. Desconozco si eso sucedió en algún momento, pero conociendo a Waldo Rojas, se que le acogió amical y generosamente como suele hacerlo usualmente. ¿El ninguneo fue al revés porque Rojas está más cerca de Mallarmé que Parra? Es una interrogante para algún estudioso o escritor avezado que escriba la novela sobre Bolaño que Bolaño no alcanzó a escribir.

La nota periodística del diario.

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DATOS DEL AUTOR:


Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947). Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional, experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación científico-técnica y económica, con circulación en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.