La poesía es una relación
personal
La poesía es una relación personal, se escribe contra
la muerte, el poeta es un forastero. El gran secreto de este negocio
de la poesía, es el lenguaje, está en las palabras, en
repicar una y otra vez en campanas nuevas hasta gastar el sonido y convertirlo
en silencio, asombro, uno y el poema. Cuando se sabe que la derrota
es inevitable, el poema puede dar paso a una última verdad y
aún así no se agota en una lectura. La palabra se sostiene
así misma o no se ha encontrado.
Uno de los grandes secretos de la poesía chilena, que es fácil
descubrir cuando se está dentro de ella como un gran barril de
mariposas dormidas, es que las parejas, los binomios generacionales
de poetas y poéticas, la han hecho muy diversa, como una espléndida
partida de ajedrez jugada desde el desierto de Atacama a su región
Antártica famosa, poesía jamás regida por rey alguno,
aunque los han habido por períodos, más largos, más
cortos, pero siempre han surgido de la gleba poética estos príncipes
encantados con la palabra propia y del mundo. Se ha derrumbado una y
otra vez más de un castillo en el aire. La poesía no tiene
amos, sino amantes, de un amor distinto, único, el poema.
En un principio fueron Neruda, Huidobro,
De Rokha, después Rojas y Parra, posteriormente Lihn y Teillier,
enfrascados en sus propias ideas, manera de ver y hacer poesía,
mundos poéticos encontrados que re-velaron nuevos mundos. Una
trilogía y dos binomios. La Mistral en solitario, no tuvo pareja
generacional. Esta es parte de la gran historia de la poesía
chilena del siglo XX y no es todo en el trasfondo del barril, pero marca
épocas, sin duda, por el compromiso con la búsqueda de
‘lo nuevo’ y al mismo tiempo avivaron la polémica
de la poesía, potenciaron asimismo un género que hoy duerme
en los estantes del mercado banal. Todos ayudaron a crear el Mito real,
Chile: país de poetas, aunque los poetas no fueran reconocidos
por el establecimiento, con rarísimas excepciones. La Mistral,
galardonada con el Nobel, mujer, latinoamericana y poeta, puso la poesía
chilena al nivel de la cordillera de los Andes, majestuosa, sólida,
referencial, un fortín prácticamente inexpugnable en el
idioma castellano, por su riqueza, variedad, calidad, originalidad y
mundos nuevos reflejados en sus páginas de ternura, desolación,
dolor, alejada de las vanguardias, americanísima y tan chilena
como la gigantesca sombra tutelar de su poesía. Puertas es un
poema al cual siempre vuelvo, texto que la interpreta;...’entre
los gestos del mundo/ el que dan las puertas/ porque mi duro destino/
él también pasó mi puerta.’ La Mistral
no acunó el niño que la vida pareciera le negó,
pero el pozo de sus dichas y desdichas fue más profundo de lo
que la crítica alcanzó a vislumbrar. Trágica la
poesía de la Mistral, en algunos grandes momentos, abre las venas
de su vida.
Rosamel del Valle y Humberto Díaz Casanueva forman también
parte de este binomio de ciclos, con una poesía que hizo época
y que forma parte de la gran tradición chilena e hispanoamericana.
Poetas esenciales del resplandor oscuro. Lo destacable es que fueron
amigos, los otros binomios se disputaron la territorialidad de la poesía,
el espacio vital, con ferocidad jinetearon la poesía de su tiempo
por el bosque cerrado de araucarias, soleado país de Norte desértico,
grandes lluvias australes, bajo el cemento oscuro de las ciudades e
implacables terremotos. La metafísica nunca ha estado ausente,
materialistas, románticos, surrealistas, vanguardistas, modernistas,
todos han trabajado aparentemente con la misma materia, las palabras,
el lenguaje, la vida. El yo fuerte, imborrable, socializado, suavizado
alejado de sí mismo.
Entre los secretos mejor guardados de la poesía chilena, están
aquellos poetas no populares, que desaparecieron jóvenes, que
pasaron discretamente por el mundo literario, pero no por el de la poesía.
Dejaron intacto su mundo poético, nacido al alba de una poesía
personal, y todos de alguna manera vienen volando, porque forman parte
del Mito de la poesía chilena. Alberto Rojas Jiménez,
Romeo Murga, Carlos de Rokha, Jorge Cáceres, Armando Rubio Huidobro...
Se fugaron al este de sus paraísos perdidos.
Ciudadano
No sé de dónde viene mi costumbre
de agravarme a las siete de la tarde.
Quizá sólo por ser un transeúnte
sin bigote o pañuelo, sin zapato ni amante.
No sé para qué vivo y por qué muero,
si ha tiempo me dijeron las gitanas
que tendré vida cara con un final de perros:
o sea que no pienso morir como Dios manda.
Conozco bien las piedras de andar, la vista gacha;
recojo los cigarros que pueblan las cunetas
agradeciendo todo en mis andanzas
de oscuros pies de barro y de madera.
Si yo fuera un cantor como soñaba,
me iría por el mundo cantando mis desdichas
para vivir del canto mío y que me escucharan
los que sueñan con una risa limpia.
Pero no tengo voz, ni pañuelo, ni amante;
no sé por qué me vuelvo amigo de los perros
cuando soy un transeúnte de la tarde
sin saber por qué vivo y por qué muero. (Armando Rubio
Huidobro)
Hay libros que marcan época en la poesía chilena, son
verdaderos iconos que otorgan identidad a nuestra poesía: Las
Residencias en la tierra, Altazor, Tala, Poemas y Antipoemas, La greda
vasija, El engañoso laúd, Contra la muerte, La Pieza oscura,
Poemas del país de Nunca jamás, Arte de morir, Relación
personal y Ciudad. Neruda puso sobre la mesa de la poesía,
en mi opinión un par de libros más: 20 Poemas de amor
y Las Odas elementales, fragmentos poderosos también
del Canto General. Hay libros jóvenes, de una adolescencia
madura, como Relación personal de Millán y Para
ángeles y gorriones, Teillier. Libros escritos en momentos
históricos, el Canto General de Neruda. Libros de ruptura
de épocas y de transición de una poética a otra.
Residencia en la Tierra, otra vez Neruda; Poemas y Antipoemas,
de Nicanor Parra. Libros esenciales, como Altazor de Vicente
Huidobro, Tala de Gabriela Mistral, La Pieza oscura
de Lihn, La Greda vasija de Alberto Rubio. Libros que me siguen
gustando, Lobo y ovejas de Manuel Silva Acevedo; Príncipe
de Naipes de Waldo Rojas; Perro del amor, de Oliver Welden;
la poesía de Oscar Hahn. Hay poemas que valen por un libro y
más. Versos solitarios que permanecerán en el tiempo.
Se han escrito numerosos y notables poemas, libros, páginas,
que son una muestra muy variada del alto registro de la poesía
chilena. Cada autor echa mano de sus lecturas, el principal recurso,
la vida. Curiosamente Lihn y Teillier se iniciaron leyendo cuentos de
hadas. Quizás hoy no estemos para varitas mágicas, pero
el poema seguirá siendo un misterio oscuro y abierto de la palabra.
Hay sonetos notables, poemas asombrosos, libros que marcan una época,
señales desde el fondo de alguna página, un tiempo de
escritura para leer y aprender. Si uno lee un poema o un libro más
de una vez, si se vuelve a encontrar con él a los largo de la
vida, es que la lectura ha funcionado, tanto para el escritor como para
el lector. Más de algún poeta ha quedado por fuera de
este texto (contexto), pero debe estar seguro que la arbitrariedad es
parte de nuestras lecturas, gustos, tiempo, experiencia, lugar, vacío.
Este es un ejercicio de la memoria y entre amigos. Lo que no es un secreto,
es que un libro saca la casta y es verdadero cuando uno se hace amigo
del autor, se reconoce en sus páginas, vuelve a ellas como si
se hubiese perdido en un bosque, pero sabe que en algún momento
se abrirá una puerta.
Poesía de exilios
La poesía chilena no se limita a estos polos destacados por su
originalidad, propuestas, beligerancia, una manera de estar en el ojo
de la tormenta poética, porque existen numerosos autores que
también han cambiado la historia de la poesía chilena,
que forman parte de ese gran paisaje natural, nacieron allí,
escribieron allí, murieron o siguen viviendo allí, y más
de alguno se confunde con la diáspora de dentro y fuera, la eterna
paradoja de los poetas chilenos olvidados, convertidos en sal y agua
de una historia brillante de la poesía hispanoamericana. La poesía
chilena es una poesía de exilios, dura, atrapada en una geografía
del despojo y la esperanza, poesía del dolor, del amor, pasión,
de las contradicciones eternas del hombre, de la naturaleza humana en
todas sus expresiones, de las cosas, materias, de lo cotidiano, de los
vivos y de los muertos, poesía dentro de la poesía, poesía
contra la poesía, poesía, poesía sin apellidos
nacida en la grieta oscura, muda, del silencio. Hay quienes piensan
que escribir ya es un exilio. Toda poesía va en contravía.
Los poetas no buscan razones por qué hacen poesía
No necesitan justificarse ni identificar su objeto
Solo apropiarse de su metal o corozo
Los poetas no reparan cachureos
ni construyen telarañas,
pasan de gusano a mariposa
y viceversa
Los poetas no necesitan pretextos,
sus textos debieran ser suficientes
Los poetas escriben poesía
por las razones que sean
El mundo debiera mejorar con un poema,
pero nada cambia más la realidad,
que la realidad. (RG)
En el secreto de la poesía chilena está seguir escribiendo,-
escribir, escribir, para estar vivo,- como dijeron la Mistral y Lihn,
y ambos están en la gloria de nuestra poesía, poetas profundos,
desgarrados, terminales en la pasión del poema. La poesía
es una manera de atreverse a enfrentar todo, a ser más, despojarse
de las manguillas negras del funcionario público, y siempre el
poeta será el fantasma de su propio cuerpo. No se comete
ningún delito con escribir poesía, menos leerla,/ es un
Arte mayor en perpetua extinción/ conservémosla agónica,
viva/sigámosle dando una perpetua, digna sepultura, en vida.
(RG)
La poesía emana de lo que somos,
desde nuestra propia fundación nace el poema, individualidad
social del texto que se lee, circula, encuentra en algún escaparate,
espacio de Internet, y suena, suena la palabra como un pito sin sonajera.
En un discreto sueño habría que interrogarse: ¿A
quién estorba la poesía o incomoda? ¿Al establecimiento,
al mercado, al lector común y corriente, a la estupidez, banalidad
o superficialidad? ¿Dónde poner el poema: en la sala,
el porche o en el diván frente al televisor? En cualquier lugar
escribe la mayoría de los poetas, con o sin luna, y ahí
debiera estar el poema, la poesía en todas partes y en ninguna.
‘Poesía del vaticinio, por más que algunos averigüen
de ese arte de vaticinar que se reserva el poeta; poesía amorosa;
política; de la vida (siempre): poesía sobre la poesía;
poesía del Yo inmenso; Antipoesía de la poesía
(poema con varios sombreros). Muchos Amigos, profetas, pequeños
dioses iluminados, alquimistas, redentores, oráculos de los nuevos
tiempos, auténticos, dignos falsificadores de la realidad. Toda
la poesía en la poesía. La poesía como una rabieta
adolescente,/un mal social,/un hobby dominical del insomnio/á
acá/Poesía del disfraz/careta/rostro máscara real/Poesía
un vicio mayor o menor/ Poesía pública o privada/Oye,
poesía/de la cual hablamos cada día. (RG)
Vacas sagradas, iconos, santones, vedettes, siempre existirán
estos ruiseñores dormidos en la palma de una mano. Alguien querrá
cortar el sol con una gillette o recoger el mar en una botella y lanzarla
al fin de los tiempos. Poetas del lugar común, poetas malditos,
poetas cómicos, cósmicos, cosméticos, poetas del
Norte, Centro y Sur de Chile, poetas, poetas, confíen más
en la palabra que aún no se ha dicho’. ‘La palabra
debió ser profundamente oscura, hermosamente acariciada, en la
caverna bucal de los sentidos y dicho como una clara cascada de rocas
suaves.’(Tomado de Poesía, este verbo, esta palabra. 2006)
Los poetas, ¿materia prima de la prosa?
Los poetas no solo han sido olvidados por escribir poesía y quizás
sea una justa penitencia para algunos. Esa idea rara de cortar las palabras
y no escribir linealmente. Una apuesta algo confusa para quienes van
y ven más allá de las palabras o más acá,
dicho sea de paso, donde los sentidos nos hablan. Pero ha sucedido,
el poeta más discutido de todos, Pablo Neruda, fue novelado por
Roberto Bolaño, en Nocturno de Chile. Jorge Edwards,
también lo biografió en Adiós, Poeta y
Antonio Skarmeta lo narró en Ardiente Paciencia. El
poeta, ya en el Olimpo por su poesía, se transformó en
materia prosaica además de animita en los tiempos de la dictadura.
Enrique Lihn, también cayó en la red de Jorge Edwards,
es decir, en La Casa de Dovstoyesky, una novela que no le gustó
a su familia. Curiosamente, en la contrapartida de la vida, Enrique
Lihn, salvó de un probable suicidio a Roberto Bolaño,
aniquilado en España, sin aliento, cuando iniciaron una correspondencia
que le rescató virtualmente y le puso andar, con esa dosis de
confianza que se requiere en algunos momentos de fracaso absoluto. Humanismo
con h muda de esperanza. Así también se salvó la
prosa chilena y latinoamericana, tuvo un nuevo aire con el autor de
Los detectives salvajes. Los poetas hacen historia. Mientras agonizaba
José Donoso, le pidió a su hija que le leyera unos poemas
de Huidobro. Los narradores siempre pendientes de los poetas, al menos
en Chile. Isabel Allende inicia sus libros escribiendo sobre un libro
de Neruda. Nadie ha divulgado más a Neruda que Bolaño,
Parra y Lihn, con sus comentarios y críticas. El fetichismo poético
también existe desde la óptica de los narradores. La prosa
es la que cuenta en ambos sentidos, narra y obtiene resultados tangibles
aparentemente de público y económicos.
La novela latinoamericana, la más relevante es doblemente deudora
de dos poetas chilenos en distinta época. Julio Cortázar
reconoció la influencia nerudiana de las residencias en Rayuela
y Roberto Bolaño simplemente dijo: todo se lo debo a Parra.
Parra, y esto es más que un paréntesis, reconoció
que Bolaño lo puso nuevamente ad valorem. Este no es un secreto.
Son palabras dichas y registradas. El secreto que creo conocer es que
Parra tuvo temor de quedar mudo, sin voz, sin poder comunicarse con
su público, y por ello ha apelado a todo. Y todo no es poco decir.
De partida su antipoesía niega la poesía y todo lo que
esté escrito de otra manera. Su manual incluye humor, ironía,
sarcasmo, la voz coloquial siempre actualizada, renovada, apela a lo
popular, a la tradición chilena, a los clásicos, se nutre
de la bala que dispara frente a su propio espejo, si fuera necesario.
Al parecer, no hay recurso que no esté al alcance de su mano,
su paisaje es interior pero no olvida el escenario que le rodea y entrega
los colores de su acuarela popular. Parra se considera un demoledor
del establecimiento poético, de la obra de Neruda, para empezar.
De este proceso de demolición me habló en varias oportunidades,
sin mencionar al personaje en cuestión.
Pienso que se ha escrito una poesía interesante en Chile, sin
influencia parriana, en medio del ventarrón parriano que arremetió
con todo desde Poemas y antipoemas. Gonzalo Rojas, Gonzalo Millán,
Armando Uribe Arce, Óscar Hahn, Waldo Rojas, Manuel Silva Acevedo,
Omar Lara, Raúl Zurita, y los más jóvenes que desconozco,
sobreviven con sus propias armas y sus silenciosos ruidos se irán
escuchando.
En este mismo orden de curiosidades, los deslumbrantes críticos
revelaron un hallazgo, característica única de la novelística
actual: los más importantes narradores viven fuera de sus países,
son cosmopolitas por excelencia. Vicente Huidobro, hace casi un siglo,
fue el más cosmopolita poeta latinoamericano, de Santiago, a
Buenos Aires, París y Madrid, Italia. Pero los grandes poetas
chilenos han vivido fuera del país, viajado hasta la saciedad,
Neruda, la Mistral, Rojas, el mismo Parra vivió y estudió
en Londres y Estados Unidos, Óscar Hahn, Rosamel del Valle, en
Nueva York, Efraín Barquero, China y Francia y Humberto Díaz
Casanueva el mundo por casa. Otros en Rumania, Canadá, Holanda,
Venezuela, Suecia, México, Alemania.
A la prosa chilena, algo opaca, desteñida, modestita, le dio
alas Bolaño, Donoso, Giaconi, Eltit, y antes, Emar, Rojas, Coloane,
y en sus momentos, Skármeta, Marín, y los que vayan saliendo
de las líneas largas de la escritura. La narrativa no ha sido
un vaso de leche.
¿Generación perdida, inexistente o exonerada?
En mis peores grandes momentos, cuando veo que la página en blanco
prácticamente me tiene derrotado, arrinconado, en su paisaje
inédito, oscuro, sin una vía de escape, respiro. Sí,
se revela por mí torpeza, insistencia, inconsistencia, impertinencia.
¿Es falta de competencia?, se pregunta la rima Así el
verbo tiembla sobre la blanca hoja que la nieve arrastra bajo mis manos
en un sueño profundo. Es una escena inevitable, un ejercicio
personal.
Pertenezco a una generación inexistente, perdida, exonerada en
septiembre del 73, desaparecida en archivos, bibliotecas, periódicos,
revistas, antologías, inspirada en el olvido. Una generación
no buscada, sin registro, sin época reconocida. Generación
N.N. La Generación L dio unos dos pasos más adelante en
el abecedario, pero son primas hermanas de un mismo río memorioso.
Una generación sin generación. Expuesta al calendario
del tiempo. La historia puede decir, tiene todo el tiempo del mundo,
borrón y cuenta nueva. Se puede reescribir hasta un epitafio.
Subir una sombra a un escenario. Volver a empezar una historia sin nombre
ni rostro. Llegar a un andén solitario y dibujar de memoria el
Sur o una larga orilla frente al mar. ¿La memoria conoce todas
las direcciones? Mi vocación de ciudad no me borra otros paisajes.
El cemento también es mi memoria. Piedra dura del silencio que
las sirenas no apagan. La muerte seguirá siendo un paciente copiloto.
La poesía es otra cosa, un rumor de silencio esperanzador, palabras
que buscan una pista de aterrizaje en la niebla del poema. ¿El
abismo es una manera de reencontrarse?
En el juego de la poesía, los
primeros trazos imaginarios de la palabra, donde había atisbos,
señales, silencios, alguna resonancia que viniera de algún
lugar o de un presente remoto que se sostuviera como aquello que suele
permanecer, me vino avivar el seso, despertármelo de viejos siglos
que en las Coplas de Manrique a la muerte de su padre, fueron
convirtiéndome en el río que tarde o temprano irá
a la mar. La poesía puede ser ese destello que nos visita, instala
ante la ventana de las cosas, todo lo que toca la rama invisible de
la vida. Uno rima con lo que encuentra a mano, siempre en un principio
es el verbo, y luego lo de mayor asombro es descubrir que todo está
escrito, que tu poema se repite en el espejo del poema, la imagen que
probablemente alguien devoró con tus ojos en algún paisaje
que alguna vez conocerás. El poema, afortunadamente, es un misterio
que nunca terminaré de descifrar. La poesía está
casi en todas partes, es tan común, que la evitamos, no la vemos,
la ignoramos y terminamos corrigiendo su verdadero sentido con aparentemente
nuevas palabras dichas de otra manera. ¿Nos transformamos en
el doble del poema? Teorías terminan habiendo muchas, cada uno
debe descubrir el secreto del poema. Nunca sabemos, al menos eso me
ocurre a mí, de qué nos va a hablar el poema, cuál
será su destino, todo inicio suele esconder un oscuro desenlace.
El poema nunca morirá mientras exista un lector. Suele terminando
ser un texto, curiosamente inacabado, modificado por cada experiencia
nueva, no sobre el papel, pero si en la imaginación del lector
que le incorpora su vivencia, actualidad y pasado, su presente perpetuo
en una enseñanza constante.
Fue en el colegio que comencé a darme cuenta que la poesía
me visitaba y me ponía palabras en la boca. Los profesores de
español, castellano en ese entonces, me repicaban la memoria
con lecturas que yo mismo hacia en el aula y también en las tareas
en mi casa. Toda adolescencia es un ejercicio poético, el más
primario, visceral, solitario, maravillosamente confuso y siempre en
construcción. Después, en la universidad intercambiábamos
lecturas, autores, asistíamos a recitales, nos visitaban los
poetas reales: Lihn, Teillier, Parra. Escritores como Cortázar
de paso por el Pedagógico de la Universidad de Chile, profesores:
Antonio Skarmeta, Ariel Dorfman, amigos como Poli Délano. En
la casa del poeta Waldo Rojas, rodeado de su surtida biblioteca, nutrido
de sus fantásticas y eruditas conversaciones, comí libros
y comencé a enrumbar mi poesía, empujado por la frase
reveladora de Ezra Pound: La poesía es el lenguaje cargado de
sentido. No era poco para un principiante. El ABC de Pound es un abecedario
completo de la poesía para saber qué es y cómo
se hace. Waldo Rojas, nuestro Pound chileno, me decía: abajo
los farmacéuticos y podaba mis versos sin contemplación.
La poesía y yo alquilábamos cuartos en Santiago y monologamos
por nuestra cuenta y riesgo, palabras más o menos afortunadas.
Algo quedó de ello, una sombra quizás más austera
que la perfección de un poema que nunca llega. Todo se resuelve
en las palabras, me recordaba Humberto Díaz Casanueva.
¿Ilusión o realidad? Poesía...
¿El lenguaje de la poesía es el de la ilusión o
de la realidad? ¿El poema es una interrogante o una respuesta?
¿La poesía es una manía espiritual, una utopía
insumisa, irredenta, inclasificable? ¿El poeta es un vidente
ciego, un pequeño dios enloquecido, confuso, arbitrario, un artesano,
un hombre común y corriente que juega con las palabras, un espectador
avezado, un ilusionista fracasado, un actor de múltiples espejos
cuya sombra le contiene, un amante de lo inefable, una piedra en el
camino del lenguaje?
¿El poeta es el dueño del secreto de la poesía
o la poesía existe por sí misma, para ver y tocar, con
la flauta de la realidad?
Rosamel del Valle se pregunta ¿qué es lo que distingue
al poeta de los otros seres? Nada, si no fuera por la posesión
de este extraño secreto. Pero, ¿cuál es ese secreto
para Rosamel del Valle, un encantador de la palabra? Creo, se responde
el poeta, sin una certeza absoluta, no es sino un débil contacto
exterior o una experiencia. Para Rosamel del Valle hay un punto de partida
en la videncia poética, cuando el hombre completamente habilitado
para usar los elementos que desee para elaborar un poema, éstos
toman una forma tan diferente en sus manos. Rosamel del Valle escribió
en el corazón una visión comunicable y pensó que
el sol es un pájaro cautivo. Fue un poeta del joven olvido.
A mí me enseñó que Un día los pájaros
vuelan por debajo del agua/Tú, la extranjera recoges la luz exilada
en un país del polo. Jorge Teillier solía repetir
en sus conversaciones diurnas y nocturnas, siempre en el mediodía
de la poesía lárica, que la Poesía es la loca de
la casa. También repetía que era la Cenicienta de la literatura.
La poesía verdadera siempre ha sido el secreto mejor guardado
por un poeta, palabra trabajada en el insomnio frente a la temida página
en blanco, un as acariciado por un lenguaje siempre en plan lúdico,
búsqueda insaciable en la atmósfera, palabras que responden
asimismas. Debieran abrirse como un abanico de nuevas palabras o molino
de viento y aspas lentas a un lector casual. La poesía no se
hace ni se borra por decreto. El poema es como el primer amor, casual,
solitario, profundo, único, irrepetible, verdadero. Quizás
nunca se volverá amar con esa intensidad y olvido de sí
mismo, porque la atmósfera no es igual como ocurre en cada uno
de los poemas. Un ejercicio para seguir aprendiendo y sorprendiéndose.
Así también el hombre y la mujer, en el poema. En poesía,
no hay mejor influencia que leer, amar, respirar, vivir.
La poesía chilena es un largo río que atraviesa su geografía
y los poetas con sus propios recursos lo navegan, inician una travesía
y algunos aparentemente lo cruzan, pero todos, a su manera, permanecen
en sus aguas. La larga geografía de la poesía chilena
está contenida entre el mar y su montaña. En ese territorio
ocurren todo tipo de accidentes geográficos, con una gran metáfora
el crítico y ensayista chileno, Jaime Concha, uno de los más
acuciosos estudiosos de la poesía nerudiana, comparó a
los poetas de Chile con su geografía. Les asignó parte
del paisaje como un valor, tamaño, estatura, importancia y ello
revela la diversidad, porque una geografía con una sola montaña
sería de un enorme aburrimiento, como toda centralización
en un solo objeto. Una geografía poética para la diversidad
de un territorio desmembrado, duro, desértico, ártico,
calcinante, de rotundos inviernos y primaveras, cuya poesía adquiere
la vitalidad de una verdadera residencia en la tierra, se puede escribir
en una pieza oscura o en el impecable cuaderno del primer día
de clases. La poesía chilena no tiene dueño. Afortunadamente,
no es el largo monólogo de un loco.
¿La poesía pertenece al valle de los caídos? Quizás
no estén todas las preguntas y menos las respuestas. Y esa sea
la mejor respuesta que la poesía continúa. El poema es
único, puede ser interminable como la pregunta: ¿Qué
es la poesía? Tú dirás, amigo lector, mi entrañable
hipócrita, inefable internauta. Quizás el mejor secreto
es el que no se cuenta.
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Para dar forma y contenido a estas opiniones y comentarios personales
sobre la poesía chilena, bajo el título o pretexto: Los
secretos de la poesía chilena, he recurrido a la memoria, a algunos
artículos escritos en el pasado sobre el tema y a las antologías
que aún conservo en mi biblioleertoca. El circo en llamas de
Enrique Lihn, es una bibliografía que he considerado prudente
consultar. Una que otra obsesión, siempre resultan necesarias
y recomendables. Los poemas, conversaciones, recuerdos de mis amigos
poetas, mi interés siempre alerta por los compañeros de
ruta, han completado parte de las dudas que mantendré por razones
literarias. No están todos, ni yo tampoco. Asumo todas mis arbitrariedades,
con o sin razón.
27 de mayo/14 de septiembre de 2011.
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Para
saber más
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DATOS DEL AUTOR:
Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947).
Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció
hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal
Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional,
experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los
ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de
la publicación científico-técnica y económica,
con circulación en 56 países, columnista de la revista
alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños
como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión
Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales
vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de
Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.